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SEGUNDA PARTE







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LOS ONCE PRINCIPIOS EXTRAÍDOS DE LAS ENSEÑANZAS DE BAHÁ'U'LLÁH,
DESARROLLADOS POR ‘ABDU'L-BAHÁ EN PARÍS


1.- La investigación de la verdad.
2.- La unidad de la humanidad.
3.- La religión debe ser causa de amor y afecto.
4.- La unidad de la religión y la ciencia.
5.- Abolición de los prejuicios.
6.- Igualdad de oportunidades en los medios de subsistencia.
7.- La igualdad de las personas ante la ley.
8.- Paz universal.
9.- No interferencia de la religión y la política.
10.- Igualdad de los sexos - Educación de la mujer.
11.- El poder del Espíritu Santo.







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SOCIEDAD TEOSÓFICA


Desde mi llegada a París me han hablado de la Sociedad Teosófica, y sé que está compuesta por hombres muy honrados y respetados. Sois personas de intelecto y de juicio, con ideales espirituales, y es un gran placer para mí hallarme entre vosotros.
Agradezcamos a Dios por habernos reunido esta tarde. Me llena de una gran alegría, pues veo que sois buscadores de la verdad. No estáis cautivos por las cadenas del prejuicio, y vuestro mayor anhelo es conocer la verdad. ¡La verdad puede ser comparada con el sol! El sol es un cuerpo luminoso que dispersa todas las sombras; de igual modo la verdad disipa las sombras de nuestra imaginación. Del mismo modo que el sol proporciona vida al cuerpo de la humanidad, así la verdad otorga vida a las almas. La verdad es un sol que amanece por diferentes puntos del horizonte.
Algunas veces el sol surge del centro del horizonte; en verano lo hace más hacia el norte, en invierno más hacia el sur, pero es siempre el mismo sol, aun cuando sean diferentes los puntos de su amanecer.
De igual manera, la verdad es una, aunque sus manifestaciones puedan ser muy diferentes. Algunas personas tienen ojos, y ven. Veneran al sol, cualquiera que sea el punto del horizonte desde el cual aparezca; y cuando el sol ha dejado el cielo invernal para aparecer en el cielo de verano, saben cómo encontrarlo nuevamente. Hay otras que sólo veneran el punto del cual amaneció el sol, y cuando amanece con toda su gloria desde otro lugar, continúan en contemplación delante del punto de su anterior aparición. Lamentablemente, estas personas están privadas de las bendiciones del sol. Aquellos que en verdad adoran al sol, lo reconocerían en cualquier lugar en que pudiera aparecer, e inmediatamente volverían sus rostros hacia su resplandor.
Debemos adorar al sol en sí mismo, y no meramente el lugar donde aparece. De igual manera, las personas de corazón iluminado veneran la verdad cualquiera que sea el horizonte donde aparece. No están circunscritas a la personalidad, sino que siguen la verdad, y están capacitadas para reconocerla sin importar el lugar de donde provenga. Es esta misma verdad, la que ayuda a la humanidad a progresar, la que otorga vida a todos los seres creados, pues ella es el Árbol de Vida.
En sus enseñanzas, Bahá'u'lláh nos da la explicación de la verdad, y deseo hablaros brevemente acerca de ello, pues veo que estáis capacitados para comprenderlo.
El primer principio de Bahá'u'lláh es:

LA INVESTIGACIÓN DE LA VERDAD

El ser humano debe liberarse de todo prejuicio y de los productos de su propia imaginación, para que pueda investigar la verdad sin obstáculos. La verdad, en todas las religiones, es sólo una, y por medio de ella puede llevarse a cabo la unidad del mundo.
Todos los pueblos tienen en común una creencia fundamental. Siendo una, la verdad no puede ser dividida, y las diferencias que parecen existir entre las naciones no son sino el resultado de su apego al prejuicio. Si sólo investigaran la verdad, los seres humanos se verían unidos.
El segundo principio de Bahá'u'lláh es:

LA UNIDAD DE LA HUMANIDAD

El único Todoamoroso Dios otorga Su Divina Gracia y Su Favor a toda la humanidad; todos y cada uno son siervos del Altísimo, y Su benevolencia, Su misericordia y Su amorosa bondad se derraman sobre todas Sus criaturas. La gloria de la humanidad es la herencia de cada una de ellas.
Todos los seres humanos son las hojas y los frutos de un mismo árbol; todos ellos son ramas del árbol de Adán, todos tienen el mismo origen. La misma lluvia ha caído sobre todos ellos, el mismo sol ardiente les hace crecer, todos se refrescan con la misma brisa. Las únicas diferencias que existen y que los mantienen apartados son éstas: hay niños que necesitan ser guiados, ignorantes que deben ser instruidos, enfermos que deben ser atendidos y curados; y así os digo que la humanidad entera está rodeada por la Misericordia y la Gracia de Dios. Como nos dicen las Sagradas Escrituras: Todos los seres humanos son iguales ante Dios. Él no hace distinción entre las personas.
El tercer principio de Bahá'u'lláh es:

LA RELIGIÓN DEBE SER CAUSA DE AMOR Y AFECTO

La religión debería unir a todos los corazones y hacer que las guerras y las disputas se desvanecieran de la faz de la tierra, dando nacimiento a la espiritualidad, confiriendo vida y luz a cada corazón. Si la religión se convierte en causa de aversión, de odio y de división, sería mejor no tener ninguna y apartarse de semejante religión sería un acto verdaderamente religioso. Pues está claro que el propósito de un remedio es curar; pero si el remedio sólo sirve para agravar la enfermedad sería mejor desecharlo. Una religión que no sea causa de amor y unidad no es una religión. Todos los santos profetas fueron como médicos para el alma; prescribieron un tratamiento para la curación de la humanidad; por tanto, cualquier remedio que cause enfermedad no proviene del gran Médico Supremo.
El cuarto principio de Bahá'u'lláh es:

LA UNIDAD DE LA RELIGIÓN Y LA CIENCIA

Podemos pensar que la ciencia es como un ala, y la religión es como la otra; un pájaro necesita dos alas para volar, una sola le sería inútil. Cualquier religión que contradiga a la ciencia o se oponga a ella, es sólo ignorancia, pues la ignorancia es lo opuesto al conocimiento.
La religión que sólo consiste en ritos y ceremonias basadas en el prejuicio, no es la verdad. Esforcémonos con ahínco para que seamos los instrumentos de la unificación de la religión y la ciencia.
‘Alí, el yerno de Mu¥ammad, dijo: "Aquello que está en conformidad con la ciencia está también en conformidad con la religión." Todo lo que la inteligencia del ser humano no pueda comprender, la religión no debería aceptarlo. La religión y la ciencia marchan de la mano, y cualquier religión contraria a la ciencia no es la verdad.
El quinto principio de Bahá'u'lláh es:

LOS PREJUICIOS DE RELIGIÓN, DE RAZA O DE SECTA,
DESTRUYEN EL FUNDAMENTO DE LA HUMANIDAD

Todo lo que divide al mundo -el odio, la guerra y el derramamiento de sangre- tiene su origen en uno u otro de estos prejuicios.
El mundo entero debe ser considerado como un único país, todas las naciones como una sola nación, todos los seres humanos como pertenecientes a una sola raza. Las religiones, las razas y naciones son tan sólo divisiones hechas por el ser humano, y necesarias sólo a su mente; ante Dios no existen persas, ni árabes, ni franceses, ni ingleses; Dios es Dios para todos, y para Él toda la creación es una. Debemos obedecer a Dios y esforzarnos por seguirle, abandonando todos nuestros prejuicios y haciendo realidad la paz sobre la tierra.
El sexto principio de Bahá'u'lláh es:

IGUALDAD DE OPORTUNIDADES EN
LOS MEDIOS DE SUBSISTENCIA

Toda persona tiene derecho a vivir, tiene derecho al descanso y a un cierto grado de bienestar. Así como una persona rica puede vivir en su palacio, rodeada de lujo y de comodidades, también un individuo pobre debería tener lo necesario para vivir. Nadie debería morir de hambre; todos deberían tener la indumentaria suficiente; nadie debería vivir en la opulencia en tanto que otro no tenga posibilidad de ganarse la vida.
Tratemos con todas nuestras fuerzas de mejorar estas condiciones, para que ni una sola alma esté en la miseria.
El séptimo principio de Bahá'u'lláh es:

LA IGUALDAD DE LAS PERSONAS ANTE LA LEY

Debe reinar la Ley, y no el individuo; sólo así este mundo se convertirá en un lugar de belleza, y la verdadera hermandad se verá realizada. Al alcanzar la solidaridad, la humanidad habrá encontrado la verdad.
El octavo principio de Bahá'u'lláh es:

PAZ UNIVERSAL

Los pueblos y los gobiernos de cada nación deberán elegir un Tribunal Supremo, en el que miembros de cada país y gobierno se reunirán en unidad. Todas las disputas serán sometidas a esta Corte, cuya misión será la de prevenir la guerra.
El noveno principio de Bahá'u'lláh es:

LA RELIGIÓN NO DEBERÍA INTERESARSE EN
LAS CUESTIONES POLÍTICAS

La religión está relacionada con las cosas del espíritu, y la política con las cosas del mundo. La religión tiene que actuar en el mundo del pensamiento; en cambio, el campo de la política está situado en el mundo de las circunstancias externas.
El trabajo del clero es el de educar a la gente, instruirla, darle buenos consejos y enseñanzas, para que pueda progresar espiritualmente. Con las cuestiones políticas, el clero no tiene nada que hacer.
El décimo principio de Bahá'u'lláh es:

LA EDUCACIÓN E INSTRUCCIÓN DE LA MUJER

En este mundo las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres; en la religión y en la sociedad ellas son elementos muy importantes. Mientras se impida a las mujeres alcanzar sus más elevadas posibilidades, los hombres serán incapaces de lograr la grandeza que podría ser suya.
El undécimo principio de Bahá'u'lláh es:

EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO, SÓLO POR MEDIO DEL
CUAL SE LOGRA EL DESARROLLO ESPIRITUAL

Solamente por medio del hálito del Espíritu Santo puede llegar a producirse el desarrollo espiritual. No importa cuánto pueda progresar el mundo material, ni cuán espléndidamente se adorne, nunca será sino un cuerpo sin vida si carece de alma, pues es el alma la que anima al cuerpo; el cuerpo por sí solo no tiene una significación real. Privado de las bendiciones del Espíritu Santo, el cuerpo material sería inerte.
Aquí están, explicados muy someramente, algunos de los principios de Bahá'u'lláh.
En breve, es deber de todos nosotros ser amantes de la verdad. Busquémosla en cada ocasión y en cada país, teniendo sumo cuidado de no apegarnos a las personalidades. Veamos la luz dondequiera que brille, y ojalá podamos reconocer la luz de la verdad sea cual fuere el lugar de donde amanezca. Aspiremos el perfume de la rosa en medio de las espinas que la rodean; bebamos del agua que brota de cada manantial puro.
Desde mi llegada a París he sentido un gran placer al conocer a parisienses como vosotros, pues, alabado sea Dios, sois inteligentes, estáis libres de prejuicios, y anheláis conocer la verdad. Poseéis en vuestro corazón el amor a la humanidad y os esforzáis, en la medida de vuestras posibilidades, por realizar obras caritativas y en lograr la unidad; esto es lo que Bahá'u'lláh deseó especialmente.
Es por esta razón por la que me siento tan feliz entre vosotros, y ruego para que seáis los receptáculos de las bendiciones de Dios, y que podáis ser los instrumentos para la difusión de la espiritualidad a través de este país.
Tenéis ya una maravillosa civilización material e igualmente alcanzaréis la civilización espiritual.
El señor Bleck dio las gracias a ‘Abdu'l-Bahá, quien respondió:

"Estoy muy agradecido por los amables sentimientos que acabáis de expresar. Espero que muy pronto estos dos movimientos se extiendan sobre toda la tierra. Entonces la unidad de la humanidad levantará su tienda en el centro del mundo."







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EL PRIMER PRINCIPIO:
LA INVESTIGACIÓN DE LA VERDAD

Av. de Camoëns 4
10 de noviembre


El primer principio de las Enseñanzas de Bahá'u'lláh es:

LA INVESTIGACIÓN DE LA VERDAD

Si una persona desea triunfar en la búsqueda de la verdad, en primer lugar debe cerrar sus ojos a todas las supersticiones tradicionales del pasado.
Los judíos tienen tradiciones supersticiosas, los budistas y los zoroastrianos no están exentos de ellas, y tampoco lo están los cristianos. Todas las religiones se han sometido gradualmente a la tradición y el dogma.
Todas se consideran a sí mismas, respectivamente, las únicas guardianas de la verdad, y creen que todas las demás religiones están llenas de errores. ¡Sólo ellas están en lo cierto, y todas las demás están equivocadas! Los judíos creen que ellos son los únicos poseedores de la verdad, y condenan a todas las demás religiones. Los cristianos afirman que su religión es la única verdadera, y que todas las demás son falsas. Lo mismo ocurre con los budistas y mahometanos; todas las religiones se circunscriben a sí mismas. Si todas condenan a las demás, ¿dónde debemos buscar la verdad? Todas se contradicen mutuamente, todas no pueden ser verdaderas. Si cada uno cree que su religión particular es la única verdadera, cegará sus ojos a la verdad de las demás. Si, por ejemplo, un judío está atado a las prácticas externas de la religión de Israel, se está negando a descubrir la verdad que puede existir en otra religión; ¡todo debe estar contenido en la suya!
Nosotros deberíamos, pues, desprendernos de las formas y prácticas externas de la religión. Debemos convencernos de que estas formas y prácticas, aun siendo hermosas, no son sino la vestimenta que arropa el ardiente corazón y los miembros vivientes de la Verdad Divina. Debemos abandonar los prejuicios tradicionales, si es que deseamos tener éxito en la búsqueda de la verdad en la esencia de todas las religiones. Si un zoroastriano cree que el sol es Dios, ¿cómo podrá unirse a las demás religiones? Si los idólatras creen en sus diferentes ídolos, ¿cómo podrán comprender la unicidad de Dios?
Por consiguiente, resulta claro que para poder hacer algún progreso en la búsqueda de la verdad, debemos despojarnos de la superstición. Si todos los buscadores siguieran este principio, alcanzarían una visión clara de la verdad.
Si se unieran cinco personas para buscar la verdad, deberían comenzar por librarse de sus propias condiciones particulares y renunciar a todas las ideas preconcebidas. Para poder encontrar la verdad tenemos que abandonar todos nuestros prejuicios, nuestras nociones triviales; una mente abierta y receptiva es esencial. Si nuestro cáliz está lleno de egoísmo, no hay lugar en él para el Agua de Vida. El hecho de pensar que tenemos razón y que todos los demás están equivocados es el mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la unidad es esencial si queremos alcanzar la verdad, pues la verdad es una.
Por tanto, es imperativo que renunciemos a nuestros prejuicios particulares y a nuestras supersticiones si es que deseamos ardientemente buscar la verdad. A menos que hagamos en nuestra mente una distinción entre dogma, superstición y prejuicio, por un lado, y verdad, por el otro, no podremos triunfar. Cuando tenemos verdadero empeño por encontrar algo, lo buscamos por todas partes. Debemos poner en práctica este principio en nuestra búsqueda de la verdad.
La ciencia debe ser aceptada. No hay verdad que pueda contradecir a otra. ¡La luz es buena en cualquier lámpara en que brille! ¡Una rosa es bella en cualquier jardín en que florezca! ¡Una estrella tiene el mismo esplendor si brilla en el Este o en el Oeste! ¡Estad libres de prejuicios, sólo así podréis amar al Sol de la Verdad en cualquier punto del horizonte en que se levante! Entonces comprenderéis que si la Luz Divina de la Verdad brilló en Jesucristo, también brilló en Moisés y en Buda. El buscador fervoroso llegará a esta verdad. Esto es lo que significa la "Investigación de la Verdad."
También quiere decir que debemos tener la voluntad de eliminar todo lo que aprendimos anteriormente, todo lo que podría entorpecer nuestros pasos en el camino hacia la Verdad; no debemos dudar, si fuera necesario, en comenzar de nuevo nuestra educación. No debemos permitir que nuestro amor por cualquier religión o por cualquier personalidad nos ciegue de tal forma que quedemos encadenados por la superstición. Cuando estemos libres de todos estos lazos y busquemos con mentes liberadas, entonces alcanzaremos nuestra meta.
"Investigad la verdad, y ella os hará libres." De este modo veremos la verdad en todas las religiones, pues está en todas ellas, y ¡la verdad es una!







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EL SEGUNDO PRINCIPIO:
LA UNIDAD DE LA HUMANIDAD

11 de noviembre

Ayer me referí al primer principio de las Enseñanzas de Bahá'u'lláh, "La investigación de la verdad"; acerca de cómo es necesario que el individuo haga a un lado toda clase de superstición y toda tradición que pudiera cegar su visión a la existencia de la verdad en todas las religiones. Aunque ame o esté adherido a alguna forma de religión, no debería permitirse detestar a las demás. Es esencial que busque la verdad en todas las religiones, y si su búsqueda es sincera, con seguridad triunfará.
Ahora bien, el primer descubrimiento que hacemos en nuestra "Investigación de la Verdad" nos guiará al segundo principio, que es "La unidad de la humanidad". Todas las personas son siervos del único Dios. Un solo Dios reina sobre todas las naciones del mundo y se complace con todos Sus hijos. Todos los seres humanos pertenecen a una misma familia; la corona de la humanidad descansa sobre la cabeza de cada persona.
A los ojos del Creador, todos Sus hijos son iguales; Sus bondades se derraman sobre todos. Él no favorece a esta nación o a aquella otra, todas por igual son Sus criaturas. Siendo así, ¿por qué hacemos divisiones, separando a una raza de la otra? ¿Por qué creamos barreras de superstición y de tradición que provocan discordia y odio entre la gente?
La única diferencia que existe entre los miembros de la familia humana es de grado. Algunas personas son como niños ignorantes, y deben ser educados hasta alcanzar la madurez. Otras son como enfermos, y deben ser tratadas con cuidado y cariño. Ninguna es mala ni perversa. No debemos sentir repulsión hacia estos pobres niños. Debemos tratarles con gran bondad, enseñando al ignorante y atendiendo cuidadosamente al enfermo.
Reflexionad: la unidad es necesaria para la existencia. El amor es la verdadera causa de la vida; por el contrario, la separación acarrea la muerte. En el mundo de la creación material, por ejemplo, todas las cosas deben su vida presente a la unidad. Los elementos que componen la madera, el mineral o la piedra, se mantienen unidos por la ley de atracción. Si esta ley cesara de actuar por un momento, estos elementos no se mantendrían unidos, se desintegrarían, y el objeto dejaría de existir en esa forma particular. La ley de atracción ha reunido ciertos elementos en la forma de esta hermosa flor, pero cuando dicha atracción se retira de su centro, la flor se descompone y, como flor, deja de existir.
Lo mismo sucede con el gran cuerpo de la humanidad. La asombrosa Ley de Atracción, Armonía y Unidad, mantiene unida a esta maravillosa Creación.
Así como es con el todo, es con las partes; tanto sea una flor o un cuerpo humano, cuando el principio de atracción se retira de ellos, la flor o el ser humano mueren. Resulta claro, por consiguiente, que la atracción, la armonía, la unidad y el Amor son la causa de la vida, mientras que la aversión, la discordia, el odio y la separación acarrean la muerte.
Hemos visto que cualquier cosa que traiga división al mundo de la existencia causa la muerte. Igualmente, en el mundo del espíritu actúa la misma ley.
Por consiguiente, todos los siervos del Dios único deberían ser obedientes a la ley del Amor, evitando el odio, la discordia y la lucha. Cuando observamos la naturaleza, encontramos que los animales mansos se reúnen en rebaños y manadas, mientras que el animal salvaje, las criaturas feroces, tales como el león, el tigre y el lobo, viven en las selvas, apartados de la civilización. Dos lobos o dos leones pueden vivir amigablemente; pero un millar de corderos pueden compartir el mismo aprisco, y un gran número de venados pueden formar una sola manada. Dos águilas pueden vivir en un mismo nido, pero un millar de palomas pueden reunirse en un mismo palomar.
El ser humano debería, al menos, contarse entre los animales mansos; pero cuando se vuelve feroz es más cruel y perverso que los más salvajes de la creación animal.
Ahora bien, Bahá'u'lláh ha proclamado "la Unidad del Mundo de la Humanidad." Todos los pueblos y naciones son una sola familia, los hijos de un mismo Padre, y deberían ser uno para el otro como hermanos y hermanas. Espero que os esforcéis en vuestra vida por demostrar y difundir estas enseñanzas.
Bahá'u'lláh dijo que deberíamos amar incluso a nuestros enemigos. Si todas las personas obedecieran este principio, se crearía en los corazones de toda la humanidad un gran sentimiento de unidad y comprensión.







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EL TERCER PRINCIPIO: EL AMOR Y EL AFECTO


Que la religión debería ser Causa de Amor y Afecto, está enfatizado en muchas de las disertaciones consignadas en este mismo texto, así como en el desarrollo de varios de los otros principios.







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EL CUARTO PRINCIPIO: LA ACEPTACIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE LA RELIGIÓN Y LA CIENCIA

Av. de Camoëns 4
12 de noviembre


Dijo ‘Abdu'l-Bahá:
Os he hablado de algunos de los principios de Bahá'u'lláh: La investigación de la verdad y La unidad de la humanidad. Ahora desarrollaré el Cuarto principio, que es La aceptación de la relación entre la Religión y la Ciencia.
No existe contradicción entre la verdadera religión y la ciencia. Cuando una religión se opone a la ciencia, se convierte en mera superstición: aquello que es contrario al conocimiento, es ignorancia.
¿Cómo puede un individuo dar crédito a un hecho que la ciencia ha demostrado que es imposible? Si él cree a despecho de su propia razón, es más bien ignorante superstición que fe. Los verdaderos principios de todas las religiones están en conformidad con las enseñanzas de la ciencia.
La unidad de Dios es lógica, y esta idea no está en contradicción con las conclusiones a las que ha llegado el estudio científico.
Todas las religiones enseñan que debemos hacer el bien, ser generosos, sinceros, veraces, obedientes a la ley y fieles; todo esto es razonable y, lógicamente, el único modo por el cual la humanidad puede progresar.
Todas las leyes religiosas concuerdan con la razón, y están adaptadas a los pueblos para quienes fueron creadas, y para la época en la cual debían ser obedecidas.
La religión tiene dos partes esenciales:

1.— La espiritual.
2.— La práctica.

La parte espiritual nunca cambia. Todas las Manifestaciones de Dios y sus Profetas han enseñado las mismas verdades y han ofrecido la misma ley espiritual. Todos enseñan un único código de moralidad. No existe división en la verdad. El Sol ha enviado muchos rayos para iluminar la inteligencia humana pero la luz es siempre la misma.
La parte práctica de la religión se refiere a las formas externas y las ceremonias, y a varios métodos de castigos para ciertas ofensas. Éste es el lado material de la ley, y guía las costumbres y la educación de los pueblos.
En el tiempo de Moisés había diez crímenes penados con la muerte. Cuando vino Cristo eso fue modificado; el viejo axioma "ojo por ojo, y diente por diente" se convirtió en "Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian". ¡La antigua ley dura fue cambiada por una de amor, de misericordia y tolerancia!
En el pasado, el castigo por robo era el de cortar la mano derecha; en nuestro tiempo, esta ley no podría aplicarse. En esta época, a alguien que maldice a su padre se le permite continuar viviendo, cuando en tiempos pasados se le habría quitado la vida. Por tanto, es evidente que mientras la ley espiritual nunca se altera, las reglas prácticas deben cambiar en su aplicación, de acuerdo con las necesidades de los tiempos. El aspecto espiritual de la religión es el más amplio, el más importante de los dos, y es el mismo en todas las épocas. Nunca cambia. Es el mismo, ayer, hoy y siempre. "Como fue en el comienzo, es ahora y siempre será."
Ahora bien, todas las cuestiones de moralidad contenidas en la ley espiritual e inmutable de todas las religiones son lógicamente correctas. Si la religión fuese contraria a la lógica de la razón, entonces dejaría de ser una religión, para ser meramente una tradición. La religión y la ciencia son las dos alas con las que la inteligencia del ser humano puede remontarse a las alturas, con las que el alma humana puede progresar. ¡No podrá volar sólo con un ala! Si trata de volar sólo con el ala de la religión, caerá inmediatamente al lodazal de la superstición, mientras que, por otro lado, si sólo trata de usar el ala de la ciencia, tampoco podrá hacer ningún progreso, pues se hundirá en el angustioso pantano del materialismo. Todas las religiones de la actualidad han caído en prácticas supersticiosas, quedando en discordancia tanto con los verdaderos principios de las enseñanzas que ellas representan, como con los descubrimientos científicos de la época. ¡Muchos líderes religiosos han llegado a creer que la importancia de la religión radica principalmente en la adherencia a una colección de ciertos dogmas y a la práctica de ritos y ceremonias! A aquellos cuyas almas pretenden curar les enseñan a creer de la misma manera, aferrándose tenazmente a las formas exteriores, confundiéndolas con la verdad interior.
Ahora bien, estas formas y rituales difieren en las distintas iglesias y entre las diferentes sectas, e incluso se contradicen unas a otras, dando lugar a la discordia, al odio y la desunión. El resultado de todo este desacuerdo es la creencia, entre muchas personas cultas, de que la religión y la ciencia están en contradicción, que la religión no necesita de los poderes de reflexión, y que no debería ser regulada por la ciencia en modo alguno, sino que están, necesariamente, en oposición una con la otra. El desafortunado resultado de esto es que la ciencia se ha apartado de la religión, y que ésta se ha convertido en un mero ciego que sigue, más o menos apáticamente, los preceptos de ciertos maestros religiosos, que insisten en que sus propios dogmas favoritos sean aceptados, aun cuando resulten manifiestamente contrarios a la ciencia. Esto es una necedad, pues es bastante evidente que la ciencia es la luz y por eso la verdadera religión no se opone al conocimiento.
Estamos familiarizados con las frases "Luz y Oscuridad", "Religión y Ciencia". Pero la religión que no marcha mano a mano con la ciencia, se ha colocado ella misma en la oscuridad de la superstición y la ignorancia.
La mayor parte de la discordia y desunión del mundo ha sido creada por las oposiciones y las contradicciones que las personas han forjado. Si la religión estuviese en armonía con la ciencia y caminaran juntas, gran parte del odio y la amargura que en la actualidad causan tanta miseria a la raza humana habría acabado.
Considerad lo que distingue al ser humano de entre todos los seres creados y hace de él una criatura diferente. ¿No es su poder de razonar, su inteligencia? ¿No debe hacer uso de ellos para el estudio de la religión? Yo os digo: pesad cuidadosamente en la balanza de la razón y de la ciencia todo lo que os sea presentado como religión. ¡Si pasa esta prueba, aceptadla, pues es la verdad! ¡Si, por el contrario, no se ajusta a ella, rechazadla, pues es ignorancia!
¡Observad a vuestro alrededor y ved cómo el mundo de hoy está sumergido en la superstición y en las formas externas!
Algunos veneran el producto de su propia imaginación: crean para sí mismos un dios imaginario y le adoran, pero esta creación de sus mentes finitas no puede ser el Infinito y Poderoso Hacedor de todas las cosas visibles e invisibles. ¡Otros adoran al sol o a los árboles, y también a las piedras! En tiempos pasados, existían quienes adoraban al mar, a las nubes, ¡y hasta a la arcilla!
En nuestros días, algunas personas han llegado a un grado tal de apego a las formas y ceremonias externas, que disputan acerca de este punto del ritual o de aquella práctica en particular, hasta que por todos lados se oyen interminables discusiones y hay malestar. Existen individuos de débil inteligencia y cuya capacidad de razonamiento no se ha desarrollado, pero la fuerza y el poder de la religión no deben ponerse en duda por la incapacidad de estas personas para comprender.
Un niño no puede captar las leyes que gobiernan la naturaleza; pero ello es consecuencia de la inmadurez del intelecto de ese niño; cuando haya crecido y haya sido educado, él también comprenderá las verdades eternas. Un niño no alcanza a entender el hecho de que la Tierra gira alrededor del Sol, pero cuando su inteligencia despierte, este hecho le resultará claro y sencillo.
Es imposible que la religión sea contraria a la ciencia, aun cuando algunas inteligencias sean demasiado débiles o demasiado inmaduras para comprender la verdad.
Dios ha hecho que la religión y la ciencia sean la medida, por así decirlo, de nuestro entendimiento. Estad alertas para no menospreciar tan maravilloso poder. Pesad todas las cosas en esta balanza.
Para quien tiene el poder de comprensión, la religión es como un libro abierto, pero ¿cómo puede comprender las Realidades Divinas de Dios una persona carente de razón e inteligencia?
Poned todas vuestras creencias en armonía con la ciencia; no puede existir contradicción, pues la verdad es una. Cuando la religión, libre de supersticiones, tradiciones y dogmas ininteligibles muestre su conformidad con la ciencia, se sentirá en el mundo una gran fuerza unificadora y purificadora que limpiará de la tierra las guerras, desacuerdos, discordias y luchas, y entonces la humanidad será unificada por el poder del Amor de Dios.







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EL QUINTO PRINCIPIO:
LA ABOLICIÓN DE LOS PREJUICIOS

Av. de Camoëns 4
13 de noviembre


Se debe renunciar a todos los prejuicios, ya sean de religión, de raza, de política o de nacionalidad, pues estos prejuicios han causado la enfermedad del mundo. Se trata de una grave dolencia, que, a menos que sea detenida, es capaz de provocar la destrucción de la totalidad de la raza humana. Todas las guerras ruinosas, con su terrible derramamiento de sangre y sus miserias, han sido causadas por uno u otro de estos prejuicios.
Las lamentables guerras que se suceden en estos días, han sido originadas por el odio religioso fanático de un pueblo hacia otro, o por los prejuicios de raza o de color.
Hasta que todas estas barreras erigidas por los prejuicios no sean derribadas, no será posible que la humanidad alcance la paz. Por esta razón Bahá'u'lláh ha dicho: "Estos prejuicios son perjudiciales para la humanidad."
En primer lugar, contemplamos el prejuicio de religión: considerad las naciones de los llamados pueblos religiosos; si fueran verdaderos adoradores de Dios obedecerían Su Ley, que les prohíbe matarse unos a otros.
Si los sacerdotes de la religión adoraran realmente al Dios de amor y sirvieran a la Luz Divina, enseñarían a sus pueblos a guardar el principal Mandamiento: "Amar y ser caritativos con todos los seres humanos." Pero encontramos lo contrario, pues a menudo son los sacerdotes quienes incitan a las naciones a luchar. ¡El odio religioso es siempre el más cruel!
Todas las religiones enseñan que deberíamos amarnos los unos a los otros, que deberíamos ver nuestros propios defectos antes de pretender condenar las faltas de los demás, que no debemos considerarnos superiores a nuestros semejantes. Debemos tener mucho cuidado de no enaltecernos, para no ser humillados.
¿Quiénes somos nosotros para juzgar? ¿Cómo podemos saber nosotros quién es, a la vista de Dios, el más honrado? ¡Los pensamientos de Dios no son como los nuestros! Cuántas personas, que parecían santas ante sus amigos, cayeron en la mayor humillación. Pensad en Judas Iscariote; comenzó bien, pero recordad su final. Y por otro lado, Pablo, el Apóstol, en su juventud fue un enemigo de Cristo, mientras que más tarde se convirtió en Su siervo más fiel. ¿Cómo, entonces, podemos enorgullecernos y menospreciar a los demás?
Por tanto, seamos humildes, sin prejuicios, prefiriendo el bien de nuestro prójimo antes que el nuestro propio. Nunca digamos: "Yo soy un creyente, y él es un infiel"; "Yo estoy cerca de Dios, mientras que él es un descarriado." ¡Nunca podremos conocer cuál será el juicio final! Por tanto, ayudemos a todo aquel que necesite cualquier clase de ayuda.
Enseñemos al ignorante, y cuidemos al niño hasta que alcance la madurez. Cuando encontremos una persona que ha caído en las profundidades de la miseria o del pecado, debemos ser bondadosos con ella; tomadla de la mano y ayudadla a recobrar su equilibrio, su fuerza; debemos guiarla con amor y ternura, tratarla como a un amigo, no como a un enemigo.
No tenemos derecho a considerar a ninguno de nuestros semejantes como si fuera un malvado.
Con respecto al prejuicio de raza: ¡es una ilusión, una pura y simple superstición! Pues Dios nos creó a todos de una sola raza. No existían diferencias al principio, pues todos somos descendientes de Adán. Además, en el principio tampoco hubo límites ni fronteras entre las diferentes regiones; ninguna parte de la tierra perteneció más a un pueblo que a otro. A los ojos de Dios no hay diferencia entre las distintas razas. ¿Por qué ha de inventar el ser humano tal prejuicio? ¿Cómo podemos sostener una guerra basada en una ilusión?
Dios no creó al género humano para que se destruyera entre sí. Todas las razas, tribus, sectas y clases disfrutan por igual de las bondades de su Padre Celestial.
La única diferencia real radica en los grados de fidelidad y de obediencia a las leyes de Dios. Hay algunos que son como antorchas encendidas, otros que brillan como estrellas en el cielo de la humanidad. Aquellos que aman al género humano son los seres humanos superiores, cualquiera que sea la nacionalidad, credo o color que tengan. Pues es a ellos a quienes Dios dirigirá estas benditas palabras: "Bien hecho, mis buenos y fieles siervos." En ese día Él no preguntará: "¿Eres inglés, o francés, o tal vez persa? ¿Vienes de Oriente, o de Occidente?"
La única división real es ésta: Existen seres humanos celestiales y seres humanos terrenales; servidores de la humanidad que se sacrifican por el amor del Altísimo, trayendo armonía y unidad, enseñando la paz y la buena voluntad entre las gentes y, por otra parte, personas egoístas, que odian a sus semejantes, en cuyos corazones el prejuicio ha reemplazado a la amorosa bondad, y cuya influencia crea discordia y contienda.
¿A qué raza o a qué color pertenecen estas dos divisiones de seres humanos, a la blanca, a la amarilla, a la negra, al Este, al Oeste, al Norte o al Sur? Si éstas son divisiones que Dios ha hecho, ¿por qué inventar otras? El prejuicio político es una de las grandes causas de amarga contienda entre las criaturas de la raza humana. Hay personas que encuentran placer engendrando la discordia, y que están constantemente empeñadas en incitar a sus países para combatir contra otras naciones, y ello, ¿por qué? Piensan que obtendrán ventajas para su propio país, en detrimento de los demás. Envían ejércitos para arrasar y destruir la tierra, para hacerse famosos ante el mundo, por el placer de conquistar. Para que se diga: "Tal país ha derrotado a tal otro, y lo ha colocado bajo el yugo de su autoridad más poderosa y superior." Esta victoria, obtenida a cambio de gran derramamiento de sangre, no perdura. El conquistador algún día será conquistado, y los vencidos serán vencedores. Recordad la historia del pasado: ¿No conquistó Francia a Alemania más de una vez?, y luego, ¿no fue Alemania la que sojuzgó a Francia?
También sabemos que Francia conquistó a Inglaterra, y que luego la nación inglesa resultó victoriosa sobre Francia.
¡Estas gloriosas conquistas son tan efímeras! ¿Por qué darles tanta importancia a ellas y a su fama, como para estar dispuestos a derramar la sangre de los pueblos para alcanzarlas? Cualquier victoria ¿es acaso merecedora de la inevitable sucesión de males que sobrevienen como consecuencia de la matanza humana, la pena, el dolor y la ruina que abruman a tantos hogares de ambas naciones? Puesto que no es posible que sufra un solo país.
¡Oh! ¿Por qué el ser humano, el hijo desobediente de Dios, que debería ser un ejemplo del poder de la ley espiritual, desvía su rostro de la Divina Enseñanza y pone todos sus esfuerzos en la destrucción y la guerra?
Es mi esperanza que durante este siglo iluminado la Divina Luz del amor difunda su resplandor sobre el mundo entero, buscando la inteligencia sensible del corazón de cada ser humano; que la luz del Sol de la Verdad guíe a los políticos, para que se despojen de todas las cadenas del prejuicio y de la superstición, y que con sus mentes libres sigan la Política de Dios; pues la Política Divina es poderosa, y la política humana es débil. Dios ha creado a todo el mundo, y derrama Su Divina Munificencia sobre todas las criaturas.
¿No somos nosotros los siervos de Dios? ¿Dejaremos de seguir el ejemplo de nuestro Maestro e ignoraremos Sus Mandamientos?
Ruego que el Reino venga a la tierra y que todas las sombras se disipen con la refulgencia del Sol Celestial.







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EL SEXTO PRINCIPIO:
LOS MEDIOS DE SUBSISTENCIA

Av. de Camoëns, 4


Uno de los más importantes principios de la Enseñanza de Bahá'u'lláh es:
El derecho de todo ser humano al pan de cada día, por medio del cual subsiste, o a la equiparación de los medios de subsistencia.
Las medidas para regularizar las condiciones económicas de la gente deberían ser tales que la pobreza desapareciera y que todos, en la medida de lo posible y de acuerdo con su rango y posición, tuvieran su parte de comodidad y bienestar.
Por un lado, vemos entre nosotros a personas que están sobrecargadas de riquezas, y por otro lado, otras desafortunadas que desfallecen por no tener ni qué comer; aquellos que tienen varios palacios imponentes, y otros que no tienen dónde descansar su cabeza. Encontramos a algunos con abundancia de alimentos, exquisitos y costosos; mientras que otros apenas pueden conseguir un mendrugo para mantenerse con vida. Mientras unos se visten con terciopelos, pieles y delicado lino, otros sólo tienen prendas miserables, pobres y ligeras con las que protegerse del frío.
Esta situación es injusta, y debe ser remediada. Pero el remedio deberá emprenderse con sumo cuidado. No puede hacerse de manera que haya absoluta igualdad entre las personas.
¡La igualdad es una quimera! ¡Es completamente impracticable! Aun cuando la igualdad se alcanzara, no tendría continuidad, y si su existencia fuese posible, todo el orden del mundo sería destruido. La ley del orden debe existir siempre en el mundo de la humanidad. Éste es un decreto divino aplicado a la creación del ser humano.
Algunos tienen una gran inteligencia, otros tienen una inteligencia común, y otros están desprovistos de intelecto. Entre estas tres clases de individuos existe un orden, pero no una igualdad. ¿Cómo podría ser que la sabiduría y la necedad fueran iguales? La humanidad, como un gran ejército, necesita un general, capitanes, suboficiales de todos los grados, y también soldados, cada uno con sus deberes señalados. Los grados son absolutamente necesarios para asegurar una organización ordenada. Un ejército no podría componerse solamente de generales, o de capitanes, o tan sólo de soldados sin alguna autoridad. El resultado de un plan semejante, sin duda, sería que el desorden y la desmoralización se apoderarían de todo el ejército.
El rey Licurgo, el filósofo, formuló un gran plan para igualar a los ciudadanos de Esparta; con su propio sacrificio personal y gran sabiduría comenzó el experimento. Entonces, el rey convocó al pueblo de su reino y les hizo jurar que mantendrían el mismo sistema de gobierno en caso de que él dejara el país, y que además no harían nada por alterarlo hasta su regreso. Habiendo asegurado este juramento, dejó su reino de Esparta y jamás regresó. Licurgo abandonó su puesto, renunciando a su elevado rango, pensando que lograría el bienestar permanente de su país por medio de la igualdad de los bienes y las condiciones de vida en su reino. Todo el sacrificio personal del rey fue en vano. El gran experimento fracasó. Después de algún tiempo todo fue destruido, y la constitución, tan cuidadosamente elaborada, llegó a su fin.
La futilidad de tal proyecto quedó demostrada, y la imposibilidad de alcanzar iguales condiciones de vida fue proclamada en el antiguo reino de Esparta. En nuestros días, cualquier intento semejante estaría igualmente condenado al fracaso.
Verdaderamente, habiendo algunos enormemente ricos y otros lamentablemente pobres, es necesaria una organización para regular y mejorar tal estado de cosas. Es importante limitar la riqueza, como también es importante limitar la pobreza. Ninguno de los dos extremos es bueno. Lo más deseable es asentarse en un término medio.1 Si es justo que un capitalista posea una gran fortuna, es igualmente justo que sus trabajadores tengan los medios suficientes para vivir.
No debería existir un financiero con una colosal riqueza mientras cerca de él haya alguien en extrema necesidad. Cuando vemos que la pobreza alcanza los límites del hambre, es un signo seguro de que en alguna parte existe tiranía. La humanidad debe implicarse de lleno en este asunto, y no demorar por más tiempo la modificación de las condiciones que causan la miseria de la tiranía de la pobreza a un gran número de personas. Los ricos deben dar una parte de su abundancia, deben enternecer su corazón y cultivar una inteligencia compasiva, pensando en aquellos infelices que carecen de lo más necesario para la vida.
Deberán establecerse leyes especiales, que traten de las condiciones extremas de riqueza y de pobreza. Los funcionarios del gobierno deberían tener en cuenta las leyes de Dios cuando formulen planes para gobernar al pueblo. Los derechos universales de la humanidad deben ser protegidos y preservados.
Los gobiernos de los distintos países deberán ajustarse a la Ley Divina, que otorga igual justicia a todos. Ésta es la única manera de abolir la deplorable futilidad de la riqueza exagerada, así como la miserable, desmoralizante y degradante pobreza. Hasta que esto no sea un hecho, no se habrá obedecido la ley de Dios.







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EL SÉPTIMO PRINCIPIO:
LA IGUALDAD DE LOS SERES HUMANOS


"Las Leyes de Dios no son imposiciones de la voluntad, del poder, o del placer, sino resoluciones de la verdad, de la razón y de la justicia."
Todos los seres humanos son iguales ante la ley, que debe reinar soberana.
El propósito del castigo no es la venganza, sino la prevención del crimen.
Los reyes deben reinar con sabiduría y justicia; el príncipe, el noble y el campesino tienen los mismos derechos a un tratamiento justo, no debiendo existir los privilegios individuales. Un juez no debe hacer distinción de personas, sino administrar la ley con estricta imparcialidad en todos los casos que le sean presentados.
Si una persona comete un crimen contra vosotros, no tenéis derecho a perdonarle; es la ley la que deberá castigarle, con objeto de prevenir que otros repitan el mismo crimen, pues la pena de un individuo tiene poca importancia frente al bienestar general de la comunidad.
Cuando la justicia perfecta reine en todo el mundo oriental y occidental, entonces la tierra se convertirá en un sitial de belleza. La dignidad y la igualdad de cada siervo de Dios serán reconocidas; el ideal de la solidaridad de la raza humana, la verdadera hermandad de la humanidad se realizarán; y la gloriosa luz del Sol de la Verdad iluminará las almas de todos los seres humanos.







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EL OCTAVO PRINCIPIO: LA PAZ UNIVERSAL

Av. de Camoëns 4


Un Tribunal Supremo será establecido por los pueblos y gobiernos de todas las naciones, compuesto de miembros elegidos de cada país y gobierno. Los miembros de este Gran Consejo se reunirán en unidad. Todas las disputas de carácter internacional serán sometidas a esta Corte, cuyo trabajo será resolver, por medio del arbitraje, todos los asuntos que de otra forma serían causa de guerra. La misión de este Tribunal sería la de evitar la guerra.
Uno de los grandes pasos hacia la paz universal sería el establecimiento de un idioma universal. Bahá'u'lláh dispone que los siervos de la humanidad deberían reunirse y escoger, o bien una lengua ya existente, o bien crear una nueva. Esto fue revelado en el Kitáb-i-Aqdas hace cuarenta años.1 Allí se señala que la cuestión de la diversidad de lenguas es muy complicada. Existen más de ochocientos idiomas en el mundo, y nadie podría aprenderlos todos.
Las razas de la humanidad ya no están aisladas, como en los días de antaño. Actualmente, para estar en estrecha relación con otros países es necesario saber hablar sus lenguas.
Un idioma universal haría posible el intercambio con todas las naciones. De este modo, sería necesario aprender sólo dos idiomas, la lengua materna y el idioma universal. Este último permitiría a una persona comunicarse con todos y cada uno de los seres humanos del mundo.
No sería necesario un tercer idioma. ¡Qué útil y qué cómodo para todos poder hablar con un miembro de cualquier raza o de cualquier país sin necesidad de un intérprete!
El esperanto se ha creado con esta finalidad en mente; es una invención admirable y una obra espléndida, pero necesita ser perfeccionado. El esperanto, tal y como está, es sumamente difícil para algunas personas.
Debería formarse un congreso internacional integrado por delegados de todas las naciones del mundo, orientales así como occidentales. Este congreso crearía un idioma que pudiera ser aprendido por todos, y todos los países resultarían sumamente beneficiados.
Hasta que tal idioma esté en uso, el mundo continuará sintiendo la intensa necesidad de este medio de intercambio. La diferencia de idioma es una de las causas más fructíferas de desacuerdo y desconfianza que existe entre las naciones, que se mantienen distantes por la imposibilidad de comprender el idioma de la otra, más que por ninguna otra razón.
Si todo el mundo pudiese hablar una sola lengua, ¡cuánto más fácil sería servir a la humanidad!
Por consiguiente, apreciad el esperanto, pues es el comienzo del cumplimiento de una de las más importantes Leyes de Bahá'u'lláh, y debe ser continuamente mejorado y perfeccionado.







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EL NOVENO PRINCIPIO: LA NO INTERFERENCIA DE LA RELIGIÓN EN LA POLÍTICA

Av. de Camoëns 4
17 de noviembre


En su conducta en la vida, el ser humano actúa por dos motivos principales: "la esperanza en la recompensa", y "el temor al castigo".
Consecuentemente, esta esperanza y este temor deben ser tomados muy en cuenta por aquellos que poseen autoridad y ocupan cargos de gobierno. Su tarea en la vida es la de consultar entre ellos para estructurar las leyes y procurar su justa administración.
La tienda del orden en el mundo se levanta y establece sobre los dos pilares de "Recompensa y Retribución".
En los gobiernos despóticos, conducidos por personas carentes de fe divina, donde no existe el temor a la retribución espiritual, la ejecución de las leyes es tiránica e injusta.
No existe mayor prevención para la opresión que estos dos sentimientos, esperanza y temor. Ambos tienen consecuencias políticas y espirituales.
Si los administradores de la ley tomaran en consideración las consecuencias espirituales de sus decisiones y siguieran la guía de la religión, "serían los agentes divinos en el mundo de la acción, los representantes de Dios para quienes están en la tierra, y defenderían, por el amor de Dios, los intereses de sus siervos como defenderían los suyos propios." Si un gobernante comprende su responsabilidad, y teme desafiar la Ley Divina, sus juicios serán justos. Sobre todo, si cree que las consecuencias de sus actos le seguirán más allá de su vida terrenal y que "así como siembre así cosechará", tal persona, sin duda, evitará la injusticia y la tiranía.
Si, por el contrario, un funcionario pensara que toda la responsabilidad de sus actos termina con su vida terrenal, sin conocer ni creer en absoluto en los divinos favores y en el reino espiritual de la felicidad, carecerá de incentivo para obrar con justicia, y de inspiración para acabar con la opresión y la injusticia.
Cuando un gobernante sabe que sus juicios serán pesados en la balanza del Juez Divino, y que si no se le encuentra deficiente entrará al Reino Celestial, y que la luz de la Munificencia Celestial brillará sobre él, entonces seguramente actuará con justicia y equidad. ¡Observad qué importante es que los ministros de Estado sean iluminados por la religión!
Sin embargo, ¡los clérigos no tienen nada que hacer con las cuestiones políticas! Los asuntos religiosos no deberían confundirse con la política, en la condición actual del mundo (pues sus intereses no son los mismos).
La religión concierne a los asuntos del corazón, del espíritu y de la moral.
La política se ocupa de las cosas materiales de la vida. Los maestros religiosos no deberían invadir el campo de los políticos; deberían preocuparse de la educación espiritual de la gente; deberían dar siempre buenos consejos a las personas, tratando de servir a Dios y a la raza humana; deberían esforzarse por despertar la aspiración espiritual, y tratar de aumentar el entendimiento y el conocimiento de la humanidad, de mejorar la moral y de incrementar el amor a la justicia.
Esto está de acuerdo con las Enseñanzas de Bahá'u'lláh. En el Evangelio también está escrito: "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios."
En Persia hay algunos de los más importantes ministros de Estado que son religiosos, ejemplares, veneran a Dios, y temen desobedecer Sus Leyes; juzgan con justicia y gobiernan a sus pueblos con equidad. En esa tierra hay otros gobernantes que no tienen el temor a Dios ante sus ojos, que no piensan en las consecuencias de sus actos, y que sólo trabajan para satisfacer sus propios deseos, y son ellos los que han arrastrado a Persia a la mayor tribulación y dificultad.
¡Oh, amigos de Dios, sed ejemplos vivientes de justicia! Para que así, por la Misericordia de Dios, el mundo pueda ver en vuestras acciones que manifestáis los atributos de justicia y misericordia.
La justicia no es limitada, es una cualidad universal. Su acción debe aplicarse sobre todas las clases sociales, desde la más elevada hasta la más baja. La justicia debe ser sagrada y deben tomarse en consideración los derechos de todos los pueblos. Desead para los demás sólo aquello que deseáis para vosotros mismos. Entonces gozaremos del Sol de la Justicia, que brilla desde el Horizonte de Dios.
Cada ser humano ha sido colocado en un sitial de honor, que no debe abandonar. Un humilde trabajador que comete una injusticia es tan culpable como un famoso tirano. Por esta razón, todos podemos escoger entre justicia e injusticia.
Yo espero que cada uno de vosotros llegue a ser justo, y dirija sus pensamientos hacia la unidad de la humanidad; que nunca perjudiquéis a vuestros vecinos, ni habléis mal de nadie; que respetéis los derechos de todos los seres humanos, y os preocupéis más por los intereses de los demás que por los vuestros propios. Sólo así os convertiréis en antorchas de la Justicia Divina, actuando en conformidad con las Enseñanzas de Bahá'u'lláh, Quien durante Su vida sufrió innumerables pruebas y persecuciones para poder mostrar al mundo de la humanidad las virtudes del Mundo de la Divinidad, haciendo posible que comprendierais la supremacía del espíritu y que os regocijarais de la Justicia de Dios.
¡Por su Misericordia, la Divina Munificencia será derramada sobre vosotros, y ruego por ello!







51

EL DÉCIMO PRINCIPIO:
LA IGUALDAD DE LOS SEXOS

Av. de Camoëns 4
11 de noviembre


El décimo principio de la Enseñanza de Bahá'u'lláh es la igualdad de los sexos.
Dios ha creado a todas las criaturas en parejas. El ser humano, la bestia o los vegetales, todo en estos tres reinos es de dos sexos, y entre ambos existe igualdad absoluta.
En el mundo vegetal existen plantas macho y plantas hembra; tienen iguales derechos, y comparten por igual la belleza de su especie; aunque en verdad, el árbol que produce frutos podría decirse que es superior al que no los produce.
En el reino animal vemos que el macho y la hembra tienen iguales derechos, y que cada uno de ellos participa de los beneficios de su clase.
Ahora bien, en los dos reinos inferiores de la naturaleza hemos visto que no se plantea la cuestión de la superioridad de un sexo sobre el otro. En el mundo de la humanidad encontramos una gran diferencia; el sexo femenino es tratado como si fuese inferior, y no se le conceden los mismos derechos y privilegios. Esta condición no es debida a la naturaleza, sino a la educación. En la Creación Divina no existe tal distinción. A la vista de Dios, ningún sexo es superior al otro. ¿Por qué, entonces, un sexo debe afirmar la inferioridad del otro, adjudicándose derechos y privilegios como si Dios les hubiese concedido Su autoridad para tal modo de actuar? Si las mujeres recibieran las mismas oportunidades educativas que los hombres, el resultado demostraría la igualdad de capacidades de ambos para la adquisición del saber.
En ciertos aspectos, la mujer es superior al hombre. Posee un corazón más tierno, es más receptiva y su intuición es más intensa.
No se puede negar que, en varios sentidos, la mujer actualmente está más atrasada que el hombre, pero esta inferioridad temporal se debe a la falta de oportunidades educativas. En las necesidades de la vida, la mujer posee un instinto más poderoso que el del hombre, pues él le debe a ella su propia existencia.
Si la madre es educada, entonces sus hijos serán bien instruidos. Si la madre es sabia, entonces sus hijos serán guiados hacia el camino de sabiduría. Si la madre es religiosa, enseñará a sus hijos cómo deben amar a Dios. Si la madre tiene moral, guiará a sus pequeños por los senderos de la rectitud.
Es evidente, entonces, que las generaciones futuras dependen de las madres de hoy. ¿No es ésta una responsabilidad vital para la mujer? ¿No necesita todas las ventajas posibles para capacitarse para semejante tarea?
Por consiguiente, con seguridad no agrada a Dios que un instrumento tan importante como es la mujer sufra de falta de instrucción, tan necesaria para el logro de la deseada perfección, indispensable para la gran obra de su vida. La Justicia Divina demanda que los derechos de ambos sexos sean igualmente respetados, puesto que ninguno de ellos es superior al otro ante los ojos del Cielo. La dignidad ante Dios no depende del sexo, sino de la pureza y luminosidad del corazón. ¡Las virtudes humanas pertenecen a todos por igual!
La mujer deberá esforzarse, pues, por alcanzar la mayor perfección, por ser igual al hombre en todos los aspectos, por progresar en todo aquello en lo que ha estado postergada para que el hombre se vea obligado a reconocer su igualdad en capacidad y logros.
En Europa, las mujeres han realizado mayores progresos que en Oriente, pero ¡aún hay mucho por hacer! Cuando los estudiantes llegan al término del año escolar se realiza un examen, cuyo resultado determina el conocimiento y capacidad de cada estudiante. De igual modo ocurrirá con la mujer; sus acciones demostrarán su poder, sin necesidad de proclamarlo con palabras.
Es mi esperanza que las mujeres de Oriente, así como sus hermanas de Occidente, progresen con rapidez hasta que la humanidad alcance la perfección.
La Munificencia de Dios es para todos y proporciona poder para todo progreso. Cuando los hombres reconozcan la igualdad de las mujeres no será necesario que ellas luchen por sus derechos. Uno de los principios de Bahá'u'lláh es, por tanto, la igualdad de sexos.
Las mujeres deben hacer el mayor esfuerzo por adquirir poder espiritual y por desarrollar las virtudes de la sabiduría y la santidad hasta que su entendimiento y su esfuerzo logren la unidad del género humano. ¡Deben trabajar con vehemente entusiasmo para difundir la Enseñanza de Bahá'u'lláh entre los pueblos, para que la radiante luz de la Divina Munificencia abrace las almas de todas las naciones del mundo!







52

EL UNDÉCIMO PRINCIPIO:
EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO

Av. de Camoëns 4
18 de noviembre


En la Enseñanza de Bahá'u'lláh se halla escrito: "Únicamente por medio del poder del Espíritu Santo puede progresar el ser humano, pues su poder es limitado, y el Poder Divino es infinito." El análisis de la historia nos lleva a la conclusión de que todas las personas verdaderamente notables, las benefactoras de la raza humana, aquellos que han inducido a las gentes a amar el bien y a detestar el mal, y que han sido la causa del verdadero progreso, todas ellas han sido inspiradas por la fuerza del Espíritu Santo.
Los Profetas de Dios no se graduaron en las escuelas de erudición filosófica; por el contrario, de hecho fueron muy a menudo de humilde origen, en apariencia totalmente ignorantes, personas anónimas y sin importancia a los ojos del mundo; algunas veces, careciendo incluso del conocimiento de la lectura y la escritura.
Fue el poder del Espíritu Santo lo que elevó a estos grandes seres humanos por encima de los demás, y los capacitó para convertirse en Maestros de la Verdad. Su influencia sobre la humanidad, en virtud de esta potente inspiración, fue grande y penetrante.
La influencia de los más sabios filósofos, carentes de este Divino Espíritu, ha sido comparativamente de escasa importancia, a pesar de la amplitud de su saber y la profundidad de su erudición.
Los intelectos excepcionales, como por ejemplo el de Platón, Aristóteles, Plinio y Sócrates, no han tenido una influencia tan intensa como para que algunas personas hayan anhelado sacrificar su vida por sus enseñanzas; mientras que algunos de aquellos seres sencillos conmovieron de tal manera a la humanidad que miles de personas se convirtieron voluntariamente en mártires para defender sus palabras; pues ¡esas palabras fueron inspiradas por el Divino Espíritu de Dios! Los profetas de Judea e Israel, Elías, Jeremías, Isaías y Ezequiel, fueron hombres humildes, como también lo fueron los apóstoles de Jesucristo.
Pedro, el adalid de los apóstoles, solía dividir el producto de su pesca en siete partes, y cuando al haber tomado cada una de esas partes para su sustento diario llegaba a la séptima porción, sabía entonces que era sábado, día de descanso. Considerad esto, y luego pensad en su posición futura; cuán grande fue la gloria que alcanzó debido a que el Espíritu Santo llevó a cabo grandes obras a través de él.
Vemos claro que el Espíritu Santo es el factor energizante en la vida del ser humano. Quienquiera que reciba este poder será capaz de influir en todos los que tengan contacto con él.
Los más grandes filósofos espirituales, sin este Espíritu, carecen de poder, sus almas no tienen vida, sus corazones están muertos. A menos que el Espíritu Santo exhale en sus almas, no podrán realizar buenas obras. Ningún sistema filosófico ha sido capaz de mejorar las conductas y costumbres de los pueblos. Los filósofos eruditos, sin la iluminación del Espíritu Divino, han sido casi siempre hombres de una moralidad inferior; no han proclamado con sus acciones la realidad de sus hermosas frases.
La diferencia entre los filósofos espirituales y los otros se demuestra con sus vidas. El Maestro Espiritual muestra su creencia en su propia enseñanza, siendo él mismo lo que recomienda a los demás.
Una persona humilde sin instrucción, pero plena del Espíritu Santo, es más poderosa que el más profundo y noble erudito carente de esa inspiración. Aquel que es educado por el Espíritu Divino puede, a su tiempo, guiar a otros a que reciban el mismo Espíritu.
Oro para que seáis instruidos por la vida del Espíritu Divino, para que podáis ser el instrumento de la educación de los demás. La vida y la moral de una persona espiritual constituyen en sí mismas una educación para quienes la conocen.
No penséis en vuestras propias limitaciones, fijad vuestra atención sólo en el bienestar del Reino de Gloria. Considerad la influencia de Jesucristo sobre sus apóstoles, y luego pensad en su efecto sobre el mundo. Estos simples hombres fueron capacitados para difundir las buenas nuevas por el poder del Espíritu Santo.
¡De la misma manera, todos vosotros podéis recibir la asistencia divina! ¡La capacidad no tiene límites cuando es guiada por el Espíritu de Dios!
La tierra por sí sola no tiene las propiedades de la vida, es árida y seca, hasta que el sol y la lluvia la fertilizan; no obstante, la tierra no tiene que lamentarse de sus propias limitaciones.
¡Que la vida os sea conferida! Que la lluvia de la Misericordia Divina y el calor del Sol de la Verdad hagan fructificar vuestros jardines, para que puedan brotar en abundancia muchas flores hermosas de exquisita fragancia y amor. Apartad vuestros rostros de la contemplación de vuestras propias limitaciones, y fijad la mirada en el Esplendor Eterno; entonces vuestras almas recibirán en gran medida el divino poder del Espíritu y las bendiciones de la Infinita Merced.
Si os preparáis así, os convertiréis en una ardiente llama para el mundo de la humanidad, en una estrella de guía, en un árbol fructífero, transformando su oscuridad y su tristeza en luz y alegría, por los brillantes rayos del Sol de la Misericordia y las infinitas bendiciones de las Buenas Nuevas.
Éste es el significado del poder del Espíritu Santo, que pido sea generosamente derramado sobre vosotros.







53

ESTA GRANDE Y GLORIOSA CAUSA

Av. de Camoëns 4
28 de noviembre


En estas reuniones en las que nos hemos conocido y hemos conversado juntos os habéis familiarizado con los principios de esta dispensación, y con la realidad de los hechos. Se os ha concedido el conocimiento de estas cosas. Pero aún hay muchos que son ignorantes y están sumergidos en la superstición. Ellos han oído tan sólo un poco de esta grande y gloriosa Causa, y el conocimiento que tienen está fundado, en su mayor parte, únicamente en rumores. ¡Ay de ellos, pobres almas! El conocimiento que poseen no está basado en la verdad, el fundamento de su creencia no es la enseñanza de Bahá'u'lláh. Seguramente, hay cierta proporción de verdad en lo que les han contado, pero en su mayor parte la información ha sido inexacta.
Los verdaderos principios de la bendita Causa de Dios son las once reglas que os he dado, y que, cuidadosamente, os he explicado, una por una.
Debéis procurar siempre vivir y actuar en directa obediencia a las enseñanzas y leyes de Bahá'u'lláh, para que cada individuo pueda ver en todos los actos de vuestra vida que, de palabra y de obra, sois los seguidores de la Bendita Perfección.
Esforzaos para que esta gloriosa enseñanza circunde el mundo, y que la espiritualidad sea infundida en los corazones de todos los seres humanos.
¡El hálito del Espíritu Santo os confirmará, y aunque muchos se alcen contra vosotros, no prevalecerán!
Cuando el Señor Jesucristo fue coronado con espinas, Él sabía que todas las diademas del mundo estaban a Sus pies. Todas las coronas terrenales, por muy brillantes, poderosas y resplandecientes que fueran se inclinaron en adoración ante la corona de espinas. Con este indudable y certero conocimiento Él habló cuando dijo: "Toda potestad Me es dada en el cielo y en la tierra."1
Ahora os digo, atesorad esto en vuestro corazón y en vuestra mente. En verdad, vuestra luz iluminará el mundo entero, vuestra espiritualidad conmoverá el corazón de las cosas. En verdad, vosotros llegaréis a ser las antorchas encendidas del mundo. No temáis, ni tampoco os desalentéis, pues vuestra luz penetrará la más densa oscuridad. Ésta es la Promesa de Dios que yo os doy. ¡Levantaos, y servid al Poder de Dios!







54

LA ÚLTIMA REUNIÓN

Rue Greuze 15
1º de diciembre


Cuando hace algún tiempo llegué a París por vez primera, observé con mucho interés todo lo que me rodeaba, y en mi mente comparé esta hermosa ciudad con un gran jardín.
Con amoroso cuidado y mucha atención examiné el suelo, y lo encontré muy bueno y pleno de posibilidades para una fe perdurable y una creencia firme, pues la semilla del amor de Dios fue sembrada en este suelo.
Las nubes de la Misericordia Celestial derramaron su lluvia sobre ella, y el Sol de la Verdad templó la tierna semilla, y ahora se puede ver entre vosotros el nacimiento de la fe. La semilla sembrada en el suelo ha comenzado a brotar y día a día la veréis crecer. ¡Las munificencias del Reino de Bahá'u'lláh traerán sin duda una maravillosa cosecha!
¡He aquí! ¡Os traigo buenas y alegres nuevas! ¡París se convertirá en un jardín de rosas! En este jardín crecerán y florecerán toda clase de hermosas flores, y la fama de su fragancia y de su belleza se difundirá por todas las naciones. Cuando pienso en el París del futuro, me parece verlo bañado por la luz del Espíritu Santo. Verdaderamente, está amaneciendo el día en el que París recibirá su iluminación, y la Bondad y Misericordia de Dios serán visibles para las criaturas vivientes.
No dejéis que vuestra mente viva en el presente, sino que, por el contrario, con los ojos de la fe contemplad el futuro, pues en verdad el Espíritu de Dios está actuando entre vosotros.
Desde mi llegada hace algunas semanas, he podido observar el crecimiento en espiritualidad. Al principio sólo unas pocas almas vinieron a mí en busca de Luz, pero durante mi corta estancia entre vosotros su número ha aumentado y se ha duplicado. ¡Ésta es una promesa para el futuro!
Cuando Cristo fue crucificado y dejó este mundo, sólo tenía once discípulos y muy pocos seguidores; pero como Él sirvió a la Causa de la Verdad, contemplad ahora los resultados de la labor de Su vida. Él ha iluminado al mundo y ha dado vida a una humanidad exánime. Después de Su ascensión, Su Causa creció poco a poco, las almas de Sus seguidores se hicieron cada vez más luminosas y el exquisito perfume de sus santas vidas se difundió por doquier.
En la actualidad, gracias a Dios, una condición similar ha surgido en París. Hay muchas almas que se han vuelto al Reino de Dios, y que son atraídas hacia la unidad, el amor y la verdad.
Procurad trabajar en forma tal que la bondad y misericordia de Abhá envuelva a todo París. El hálito del Espíritu Santo os ayudará, la Luz Celestial del Reino brillará en vuestro corazón, y los ángeles benditos de Dios, desde el Cielo, os darán fortaleza y os socorrerán. Entonces, dad gracias a Dios con todo vuestro corazón por haber alcanzado esta recompensa suprema. Una gran parte del mundo está sumergida en un profundo sueño, pero vosotros habéis sido despertados. ¡Muchos están ciegos, pero vosotros veis!
El llamado del Reino se escucha entre vosotros. Gloria sea a Dios; habéis nacido de nuevo; habéis sido bautizados con el fuego del Amor de Dios; habéis sido sumergidos en el Mar de Vida y regenerados por el Espíritu de Amor.
Habiendo recibido un favor tal, sed agradecidos con Dios, y nunca dudéis de Su Generosidad y de Su Amorosa Bondad, y conservad una fe inquebrantable en la Munificencia del Reino. Asociaros con amor fraternal, estad dispuestos a dar vuestra vida por los demás, y no sólo por aquellos que os son queridos, sino por toda la humanidad. Considerad a la raza humana como a miembros de una sola familia, todos hijos de Dios; y, al hacerlo así, no veréis diferencia entre ellos.
La humanidad puede compararse con un árbol. Este árbol tiene ramas, hojas, flores y frutos. Pensad que todos los seres humanos son flores, hojas o retoños de este árbol, y tratad de ayudarles a todos a comprender y a alegrarse de las bendiciones de Dios. Dios no olvida a nadie; Él ama a todos.
La única diferencia real que existe entre la gente son sus distintas etapas de desarrollo. Algunos son imperfectos, deben ser encaminados a la perfección; algunos están dormidos, deben ser despertados; algunos son negligentes, deben ser alentados; pero todos y cada uno de ellos son hijos de Dios. Amad a todos con todo vuestro corazón; ninguno es un extraño para el otro, todos son amigos. Esta noche he venido a deciros adiós, pero tened siempre presente esto, que aunque nuestros cuerpos estén muy alejados, en espíritu siempre estaremos juntos.
Os llevo a todos y a cada uno de vosotros en mi corazón, y no olvidaré a ninguno, y espero que ninguno de vosotros me olvide.
Yo en Oriente y vosotros en Occidente, trabajemos con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma para que la unidad se establezca en el mundo, que todos los pueblos lleguen a ser un solo pueblo, y que toda la superficie de la tierra sea como un solo país, pues el Sol de la Verdad brilla sobre todos por igual.
Todos los Profetas de Dios han venido por amor a este único gran propósito.
Observad cómo luchó Abraham por implantar la fe y el amor en el pueblo; cómo Moisés trató de unir al pueblo con leyes justas; cómo el Señor Jesucristo sufrió hasta morir por traer la luz del amor y la verdad a un mundo en tinieblas; cómo Mu¥ammad trató de establecer la unidad y la paz entre las diferentes tribus incivilizadas, entre las que vivió. Y, finalmente, Bahá'u'lláh sufrió durante cuarenta años por la misma causa -por el único y noble propósito de difundir el amor entre toda la humanidad- y el Báb entregó su vida por la paz y la unidad del mundo.
Por tanto, esforzaos por seguir el ejemplo de estos Seres Divinos, bebed de Su Fuente, sed iluminados por Su Luz, y sed para el mundo como símbolos de la Misericordia y el Amor de Dios. Sed para el mundo como la lluvia y las nubes de misericordia, como soles de la verdad; sed un ejército celestial y, en verdad, conquistaréis la ciudad de los corazones.
Dad gracias a Dios de que Bahá'u'lláh nos haya legado un fundamento tan firme y sólido. No dejó lugar en los corazones para la tristeza, y las escrituras de Su sagrada pluma contienen consuelo para el mundo entero. Él tiene las palabras de la verdad, y todo lo que es contrario a Su enseñanza es falso. La finalidad esencial de toda Su obra es la de eliminar las divisiones.
El testamento de Bahá'u'lláh es una Lluvia de Bondades, un Sol de Verdad, el Agua de Vida, el Espíritu Santo. Por tanto, abrid vuestros corazones para recibir todo el poder de Su Belleza; y yo oraré por todos vosotros para que esta alegría sea vuestra.
Ahora os digo adiós.
Esto lo digo sólo a vuestro ser exterior, no lo digo a vuestras almas, pues nuestras almas estarán siempre juntas.
Sentíos reconfortados y descansad con la confianza de que día y noche dirigiré mis súplicas al Reino de Abhá por vosotros, para que cada día os hagáis mejores y más santos, acercándoos más a Dios, y cada vez más iluminados con el esplendor de Su Amor.












TERCERA PARTE







55

DISERTACIÓN DE ‘ABDU'L-BAHÁ EN LA
CASA DE REUNIÓN DE LA SOCIEDAD DE
LOS AMIGOS — LONDRES

Domingo, 12 de enero de 1913


Hace alrededor de mil años se formó en Persia una sociedad llamada la Sociedad de los Amigos, que se reunían en silenciosa comunión con el Todopoderoso.
Ellos dividían la filosofía divina en dos partes: una de ellas es aquella cuyo conocimiento se puede alcanzar por medio de cursos y el estudio en escuelas y colegios. La segunda clase de filosofía era la de los Iluminados, o seguidores de la luz interior. La enseñanza de esta filosofía se hacía en silencio. Por medio de la meditación, y dirigiendo sus rostros hacia la Fuente de Luz, los misterios del Reino se reflejaban en los corazones de esta gente por medio de esa Luz central. Todos los problemas divinos eran resueltos por este poder de iluminación.
Esta Sociedad de los Amigos se desarrolló notablemente en Persia, y hasta la fecha aún existe. Sus líderes escribieron muchos libros y epístolas. Cuando se congregan en su centro de reunión se sientan calladamente y meditan; su líder inicia la sesión con alguna proposición, diciendo a la asamblea: "Debéis meditar sobre este problema." Entonces, liberando sus mentes de cualquier otra cosa, se sientan y reflexionan y, al poco rato, la respuesta les es revelada. Muchas cuestiones divinas abstrusas son resueltas por medio de esta iluminación.
Algunos de los grandes enigmas que se revelan por medio de los rayos del Sol de la Realidad sobre la mente del ser humano son: el problema de la realidad del espíritu humano; del nacimiento del espíritu; de su nacimiento desde este mundo al mundo de Dios; la cuestión de la vida interior del espíritu y de su destino después de su ascensión desde el cuerpo.
Ellos también meditan sobre los interrogantes científicos del momento, y éstos son resueltos del mismo modo.
Estas personas, a quienes se llama "seguidores de la luz interior", alcanzan un grado superior de poder, y están enteramente libres de los ciegos dogmas e imitaciones. Las gentes confían en las aseveraciones de estos hombres: por ellos mismos, y en su interior, resuelven todos los misterios.
Si encuentran una solución con la ayuda de la luz interior la aceptan, y luego la declaran: de otro modo, la considerarían materia de ciega imitación. Llegan al punto de reflexionar sobre la naturaleza esencial de la Divinidad, de la revelación divina, y de la manifestación de la Deidad en este mundo. Todas las cuestiones divinas y científicas son resueltas por ellos a través del poder del espíritu.
Bahá'u'lláh dice que hay un signo (de Dios) en cada fenómeno: el signo del intelecto es la contemplación, y el signo de la contemplación es el silencio, puesto que es imposible para una persona hacer dos cosas al mismo tiempo: no puede hablar y meditar a la vez.
Es un hecho axiomático que mientras se medita se está hablando con el propio espíritu. En tal estado mental, se hacen ciertas preguntas al espíritu y éste os contesta; la luz se abre paso y la realidad se manifiesta.
No podéis aplicar la denominación de "ser humano" a cualquier ser carente de esta facultad de la meditación; sin ella, sería un simple animal, inferior a las bestias.
A través de la facultad de la meditación, el ser humano alcanza la vida eterna; mediante ella recibe el soplo del Espíritu Santo; los dones del Espíritu son otorgados a través de la reflexión y la meditación.
Durante la meditación, el espíritu humano es informado y fortalecido; a través de ella, cosas de las cuales éste no tenía conocimiento, se revelan ante su vista. Por medio de ella, recibe inspiración divina; gracias a ella, recibe el alimento celestial.
La meditación es la llave que abre las puertas de los misterios. En ese estado, el ser humano se abstrae; en esa actitud se aísla de todos los objetos que le rodean; en este estado subjetivo se sumerge en el océano de la vida espiritual, y puede descubrir los secretos de las cosas en sí mismas. Para ilustrar esto, pensad en un individuo dotado con dos clases de vista: cuando usa el poder de la visión interior, el poder de la visión exterior no ve.
Esta facultad de la meditación libera al ser humano de la naturaleza animal, le hace discernir la realidad de las cosas y le pone en contacto con Dios.
Esta facultad hace aparecer desde el plano invisible las ciencias y las artes. A través de la facultad meditativa, se hacen realidad las invenciones y se llevan a cabo colosales empresas; gracias a ella, los gobiernos pueden gobernar con tranquilidad. Por intermedio de esta facultad, el ser humano entra en el mismo Reino de Dios.
No obstante, algunos pensamientos son inútiles para la persona; son como olas moviéndose en el mar, sin resultado. Pero si la facultad de la meditación está bañada de luz interior y marcada con los atributos divinos, sus resultados serán confirmados.
La facultad meditativa es semejante a un espejo: si se sitúa frente a los objetos terrenales, los reflejará. Por consiguiente, si el espíritu del ser humano se encuentra en contemplación de las cosas terrenales, será informado de ellas.
Pero si volvéis vuestro espejo espiritual hacia el cielo, las constelaciones celestiales y los rayos del Sol de la Realidad se reflejarán en vuestros corazones y obtendréis las virtudes del Reino.
Conservemos, por tanto, esta facultad debidamente orientada, volviéndola hacia el Sol Celestial y no hacia los objetos terrenales, para que así podamos descubrir los secretos del Reino y comprender las alegorías de la Biblia y los misterios del espíritu.
Ojalá que seamos, en verdad, espejos reflejando las realidades celestiales, y que nos volvamos tan puros que podamos reflejar las estrellas del cielo.







56

LA ORACIÓN

Cadogan Gardens 97, Londres
26 de diciembre de 1912


"¿Debería la oración tomar forma de acción?"
‘Abdu'l-Bahá: "Sí, en la Causa Bahá'í, las artes, las ciencias y todos los oficios son [considerados como] adoración. La persona que fabrica un pedazo de papel con toda la habilidad de que es capaz, concienzudamente, concentrando sus fuerzas en perfeccionarlo, está alabando a Dios. En pocas palabras, todo esfuerzo y dedicación realizados por una persona con todo su corazón, es adoración, si están inspirados en motivos elevados y el deseo de servir a la humanidad. Esto es adoración: servir a la humanidad y proveer las necesidades de las gentes. El servicio es oración. Un médico atendiendo a los enfermos cariñosa, tiernamente, libre de prejuicios y creyendo en la solidaridad de la raza humana, está ofreciendo alabanzas."

"¿Cuál es el propósito de nuestras vidas?"
‘Abdu'l-Bahá: "Adquirir virtudes. Venimos de la tierra; ¿por qué fuimos trasladados desde el reino mineral al reino vegetal, y desde la planta al reino animal? Para alcanzar la perfección en cada uno de estos reinos, para poseer las mejores cualidades del mineral, para adquirir el poder de crecimiento de planta, para poder ser adornados con los instintos del animal y poseer las facultades de la vista, oído, olfato, tacto y gusto, hasta que del reino animal accedemos al mundo de la humanidad y somos dotados de razón, de poder de invención y de las fuerzas del espíritu."







57

EL MAL


"¿Qué es el mal?"
‘Abdu'l-Bahá: "El mal es imperfección. El pecado es el estado del ser humano en el mundo de la naturaleza inferior, pues en la naturaleza existen imperfecciones tales como injusticia, tiranía, odio, hostilidad, lucha; éstas son características del plano más bajo de la naturaleza. Éstos son los pecados del mundo, los frutos del árbol del que comió Adán. A través de la educación, debemos librarnos de estas imperfecciones. Con el propósito de que el ser humano pueda ser libre, los Profetas de Dios han sido enviados y se han escrito los Libros Sagrados. De igual modo que nacemos a este mundo de imperfección del vientre de nuestra madre terrenal, así también nacemos al mundo del espíritu a través de la educación divina. Cuando un ser humano nace al mundo fenoménico, encuentra el universo; cuando nace desde este mundo al mundo del espíritu, encuentra el Reino."







58

EL PROGRESO DEL ALMA


"¿Progresa más el alma en este mundo por medio del dolor o de la felicidad?"
‘Abdu'l-Bahá: "La mente y el espíritu del ser humano avanzan cuando es probado por el sufrimiento. Cuanto más se are la tierra mejor crecerá la semilla y tanto mejor será la cosecha. Así como el arado surca la tierra profundamente, limpiándola de cardos y malezas, del mismo modo el sufrimiento y la tribulación liberan al ser humano de las mezquindades de esta vida mundana, hasta que alcanza un estado de completo desprendimiento. Su actitud en este mundo será de divina felicidad. El ser humano es, por así decirlo, inmaduro; el calor del fuego del sufrimiento lo madurará. Fijaros en el pasado y descubriréis que las personas más notables son las que más sufrieron."

"Aquel que ha evolucionado a través del sufrimiento, ¿deberá temer la felicidad?"
‘Abdu'l-Bahá: "A través del sufrimiento alcanzará una felicidad eterna que nada podrá arrebatársela. Los apóstoles de Cristo sufrieron; ellos alcanzaron la felicidad eterna."

"Entonces, ¿es imposible lograr la felicidad sin sufrimiento?"
‘Abdu'l-Bahá: "Para alcanzar la felicidad eterna uno debe sufrir. Quien ha llegado al estado del autosacrificio ha obtenido la verdadera dicha. La dicha temporal se desvanecerá."

"Un alma que ha partido, ¿puede conversar con otra que aún está en la tierra?"
‘Abdu'l-Bahá: "Se puede mantener una conversación, pero no en la forma de nuestra conversación. No hay duda de que las fuerzas de los mundos superiores se interrelacionan con las fuerzas de este plano. El corazón del ser humano está abierto a la inspiración; ésta es una comunicación espiritual. Así como en un sueño uno habla con un amigo mientras la boca permanece en silencio, del mismo modo sucede con la conversación del espíritu. Una persona puede conversar con su propio yo cuando dice: '¿Puedo hacer ésto? ¿Sería prudente que realizara este trabajo?' Similar a ésta es la conversación con el yo superior."







59

LAS CUATRO CLASES DE AMOR

Cadogan Gardens 97, Londres
Sábado, 4 de enero de 1913


¡Qué poder es el amor! Es el más maravilloso, el más importante de todos los poderes vivientes.
El amor confiere vida a los que no la tienen. El amor enciende una llama en el corazón helado. El amor concede esperanza a los desesperados y alegra las almas de los angustiados.
Ciertamente, en el mundo de la existencia no existe un poder mayor que el poder del amor. Cuando el corazón de una persona se enciende con la llama del amor, está dispuesta a sacrificarlo todo, hasta su vida. En el Evangelio se dice que Dios es amor.
Hay cuatro clases de amor. El primero es el que emana de Dios hacia el ser humano; está compuesto de inagotables gracias, resplandor divino e iluminación celestial. Gracias a este amor, el mundo de los seres recibe vida. A través de este amor, el ser humano es dotado de existencia física, hasta que, por medio del hálito del Espíritu Santo -este mismo amor- recibe la vida eterna y se convierte en la imagen del Dios Viviente. Este amor es el origen de todo amor en el mundo de la creación.
El segundo es el amor que fluye del ser humano hacia Dios. Éste es, fundamentalmente, fe, atracción hacia lo divino, enardecimiento, ascenso y admisión en el Reino de Dios, recibiendo las bondades divinas y la iluminación de las luces del Reino. Este amor es el origen de toda filantropía; este amor es la causa de que los corazones de los seres humanos reflejen los rayos del Sol de la Realidad.
El tercero es el amor de Dios hacia Sí mismo, o la Identidad de Dios. Éste es la transfiguración de su Belleza, el reflejo de Sí mismo en el espejo de Su Creación. Ésta es la Realidad del Amor, el Amor Inmemorial, el Amor Eterno. Mediante un solo rayo de este Amor, es posible la existencia de cualquier otro amor.
El cuarto es el amor del ser humano hacia sus semejantes. El amor que existe entre los corazones de los creyentes es inspirado por el ideal de la unidad de los espíritus. Este amor se alcanza a través del conocimiento de Dios; de este modo, el ser humano ve reflejado el Amor Divino en su corazón. Cada uno ve en los demás la belleza de Dios reflejada en el alma y, al encontrar este punto de similitud, se sienten atraídos por amor uno hacia otro. Este amor hará de todos los seres humanos olas de un solo mar; estrellas de un mismo cielo y frutos de un único árbol. Este amor promoverá el establecimiento de la verdadera armonía, fundamento de la auténtica unidad.
Pero el amor que alguna vez existe entre amigos no es [verdadero] amor, puesto que está sujeto a la transmutación; no es más que mera fascinación. Cuando sopla la brisa, el árbol tierno se inclina. Si sopla del este, el árbol se dobla hacia el oeste, y si sopla del oeste, el árbol se dobla hacia el este. Esta clase de amor tiene su origen en las circunstancias accidentales de la vida. Esto no es amor, es simplemente amistad; está sujeta a cambios.
Hoy veis dos almas aparentemente unidas por sincera amistad, mañana todo puede cambiar. Ayer estaban dispuestas a morir una por la otra, hoy evitan toda asociación. Esto no es amor; es la condescendencia de los corazones hacia los acontecimientos de la vida. Cuando aquello que ha originado este "amor" muere, el amor también muere; en realidad, esto no es amor verdadero.
El amor existe solamente en las cuatro formas que os he explicado: a) El amor de Dios hacia la identidad de Dios. Cristo ha dicho que Dios es amor. b) El amor de Dios por Sus hijos [por Sus siervos]. c) El amor del ser humano hacia Dios, y d) el amor del ser humano hacia sus semejantes. Estas cuatro clases de amor tienen su origen en Dios. Son los rayos del Sol de la Realidad; los Hálitos del Espíritu Santo; los Signos de la Realidad.







60

TABLA REVELADA POR ‘ABDU'L-BAHÁ

28 de agosto de 1913


¡Oh tú, mi bien amada hija!
Tu fluida y elocuente carta fue leída en un jardín, bajo la fresca sombra de un árbol, mientras soplaba una suave brisa. Los medios de complacencia física estaban desplegados ante mis ojos, y tu carta se transformó en motivo de complacencia espiritual. En verdad te digo, no era una carta, sino un jardín de rosas adornado con jacintos y flores.
Contenía la dulce fragancia del paraíso, y el céfiro del Amor Divino emanó de sus floridas palabras.
Como no dispongo de mucho tiempo, te envío una respuesta breve, concluyente y comprensiva. Es la siguiente:
En esta Revelación de Bahá'u'lláh la mujer marcha a la par del hombre. En ninguna actividad se quedará atrás. Sus derechos son iguales en grado a los del hombre. Ella accederá a todas las ramas administrativas de la política. Alcanzará en todo un desarrollo tal, que llegará a ser considerada como la más elevada posición en el mundo de la humanidad, y tomará parte en todos los asuntos. Ten la seguridad. No te fijes en las condiciones actuales; en un futuro no lejano el mundo de la mujer llegará a ser completamente refulgente y glorioso. ¡Pues Su Santidad, Bahá'u'lláh, así lo ha deseado! Cuando se realicen elecciones, el derecho al voto será un derecho inalienable de la mujer, y la entrada de la mujer en todas las esferas de actividad humana es una cuestión irrefutable e incontrovertible. Ningún alma puede retardarlo o impedirlo.
Pero existen ciertos aspectos que no merecen la participación de la mujer. Por ejemplo, en el momento en que la comunidad adopta enérgicas medidas defensivas contra los ataques de los enemigos, las mujeres están exentas de los deberes militares. Puede suceder que en un momento determinado tribus salvajes y guerreras ataquen furiosamente a un cuerpo político, con la intención de exterminar totalmente a sus miembros; en tales circunstancias, la defensa es necesaria, pero es deber de los hombres organizar y ejecutar tales medidas defensivas, y no de las mujeres, pues sus corazones son tiernos y no pueden soportar el horror de la carnicería, aun cuando sea con fines defensivos. De éste y de otros compromisos similares las mujeres están exentas.
Con respecto a la constitución de la Casa de Justicia, Bahá'u'lláh se dirige a los hombres. Él dice: "¡Oh vosotros, hombres de la Casa de Justicia!"
Pero cuando sus miembros sean elegidos, el derecho que corresponde a la mujer en lo referente a su voz y voto, es indiscutible. Cuando las mujeres alcancen el más alto grado de progreso, entonces, de acuerdo con las exigencias de tiempo y lugar y de su gran capacidad, obtendrán extraordinarios privilegios. Tened confianza en todo esto. Su Santidad Bahá'u'lláh ha fortalecido excepcionalmente la causa de la mujer, y sus derechos y privilegios son uno de los más importantes principios de ‘Abdu'l-Bahá. ¡Tened la seguridad! Pronto llegará el día en que los hombres, dirigiéndose a las mujeres, dirán:
"¡Benditas seáis! ¡Benditas seáis! Verdaderamente, sois merecedoras de todos los dones. Verdaderamente, merecéis adornar vuestras cabezas con la corona de la gloria sempiterna, porque en ciencia y en artes, en virtudes y perfecciones, vosotras seréis iguales al hombre, y en cuanto a ternura de corazón y abundancia de misericordia y simpatía, vosotras sois superiores."
1 "No me des pobreza ni riquezas." Pr 30:8.
1 Escrito en 1911.
1 Mt 28:18.
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INTRODUCCIÓN



LA SABIDURÍA DE ‘ABDU'L-BAHÁ

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