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DECLARACIÓN BAHÁ'Í SOBRE OBLIGACIONES Y DERECHOS HUMANOS
Bahá'í International Community

Declaración bahá'í sobre obligaciones y derechos humanos
Presentada a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Wilmette, Illinois
febrero de 1947



I
El origen de los derechos humanos es el conjunto de cualidades, virtudes y
poderes que Dios ha otorgado a la humanidad sin discriminación de sexo,
raza, credo o nación. El propósito de la existencia humana es la
realización de las potencialidades de este don divino.
Los derechos humanos alcanzan estado social cuando los miembros de la
comunidad advierten que el don y el ser conscientes los obliga a asumir
responsabilidades ante Dios, la sociedad y ellos mismos. El mutuo
reconocimiento por parte de los miembros de la comunidad de que la verdad
de sus vidas emana de una misma y única Fuente universal, les permite
mantener relaciones ordenadas dentro de un cuerpo social común.
El cuerpo social no crea derechos humanos esenciales. Su función es la de
un fideicomiso designado para actuar por la comunidad en la preservación
de aquellas relaciones que representan los logros morales de sus miembros,
y para albergar y proteger esa unidad de espíritu que es su más elevada
obligación mutua.
No hay cuerpo social, sea cual fuere su forma, que tenga el poder de
mantener los derechos humanos esenciales para aquellas personas que han
repudiado su obligación moral y han abandonado el don divino que distingue
al hombre de la bestia. Las definiciones civiles de tipo político y
económico, vacías de valor e influencia moral, no son equivalentes a los
derechos humanos esenciales sino que expresan las conveniencias de
políticas partidarias. Una sociedad ordenada sólo puede ser sostenida por
seres morales.
II
La dote divina del hombre lo circunscribe a una humanidad que evoluciona y
madura. La raza humana está sujeta a un principio de desarrollo progresivo
que opera más allá de la voluntad de la humana. Ninguna época repite las
condiciones de aquellas que le precedieron.
La evolución manifiesta en la civilización es resultado de la evolución
espiritual que obra a través de la humanidad. A medida que van
desplegándose nuevas cualidades podrá establecerse un área de relaciones
ordenadas creciente, que requiere de cambios en la estructura social.
El estado nacional moderno aparece como un unificador de razas y pueblos
diversos. Ha sido una tregua social observada por, o impuesta sobre,
comunidades anteriormente separadas, independientes y hostiles.
Históricamente la Nación ha representado una gran victoria moral, una
etapa definida e importante en el progreso humano. Ha elevado la condición
de las masas, ha sustituido la autoridad arbitraria de la tribu por la ley
constitucional, ha extendido la educación y el conocimiento, ha mitigado
el efecto de las disputas sectarias y ha ampliado el mundo social del
hombre común. Creó condiciones bajo las cuales las ciencias naturales
pudieron desarrollarse, las invenciones fueron puestas en marcha, y la
industrialización dio al hombre dominio sobre la naturaleza.
Los nuevos poderes y recursos que la Nación hizo posibles no pudieron
quedar confinados a los límites nacionales sino que produjeron un
internacionalismo, como causa y efecto, en las relaciones sociales que
ninguna nación pudo controlar. El Estado Nacional ha llegado al límite de
su desarrollo como cuerpo social independiente y autodirigido. Una ciencia
mundial, una economía mundial y una conciencia mundial "en la cresta de la
ola" de un movimiento nuevo y universal de evolución espiritual sienta las
bases del orden mundial. Concebido como un fin en sí mismo, el Estado
Nacional se ha convertido en una negación de la unidad de la humanidad, en
una fuente de desorganización general opuesta a los verdaderos intereses
de su gente. Desde las profundidades del don divino del hombre se agita la
respuesta a la afirmación de unidad que da a esta época su impulso y
dirección centrales. La sociedad está experimentando lograr una
transformación para realizar un nuevo orden basado en la integralidad de
las relaciones humanas.
III
En el pasado diferentes pueblos de diversas condiciones sociales han
adoptado distintas concepciones de los derechos humanos elementales: el
derecho a la ciudadanía, cuando la nación pasó a ser el pueblo y no la
dinastía; el derecho a un código legal, cuando las tradiciones y
costumbres fueron sustituidas por constituciones escritas; el derecho a la
seguridad de la persona y a la propiedad, cuando el estado pudo imponer la
paz sobre las facciones contendientes; el derecho a elegir lugar de
residencia y ocupación, cuando el individuo no estaba ya sujeto a un
territorio predeterminado. Una historia de los derechos podría registrar
los logros morales más significativos de la raza humana en su incesante
lucha por formar una sociedad duradera.
Pero un derecho sólo es válido y efectivo cuando se apoya en una soberanía
independiente. Nuestro esquema heredado de derechos ha sido amenazado como
consecuencia de la pérdida de soberanía real por la del Estado Nacional.
Para reevaluar los derechos elementales del pasado, y para establecer
nuevos y esenciales derechos adecuados a nuestra época, se requiere de una
soberanía mundial. El concepto de derecho completo ha sufrido cambios.
Anteriormente un derecho era la defensa contra una invasión; hoy en día el
derecho es una condición social compartida por toda la humanidad. Por
primera vez en la historia de la experiencia humana la ley social y moral
podrá integrar y unificar cuando la humanidad como un todo esté sujeta a
la misma ley. Todo lo universal es verdad divina; y todo lo limitado y
sectorial es opinión humana.

La obligación y el derecho de vivir en una sociedad moral se ha vuelto
crucial, es una prueba de nuestra voluntad de sobrevivir. La lucha moderna
que utiliza a las naciones como sus instrumentos no es una guerra de
pueblos o de dinastías, es una guerra de valores. La disputa de valores se
transforma en una lucha entre aquellos seres humanos que quisieran y deben
unirse en una humanidad común y un cuerpo social común, y aquellos que
quisieran y deben mantenerse separados, diversos y autónomos. El mismo
Estado Nacional se halla desgarrado y dividido en una lucha que involucra
fundamentalmente las actitudes concientes de seres humanos individuales.
Aunque en cierto grado el Estado Nacional puede actuar como un cuerpo
unido, sin embargo, no puede evitar particiones en la decisión. No hay
persona ni cuerpo social inmune al destino.
El verdadero destino del Estado Nacional es el de construir un puente que
vaya de la autonomía local a la unidad mundial. Puede preservar su
herencia moral y función sólo si contribuye al establecimiento de la
soberanía mundial. Tanto el Estado como las personas son necesarias para
servir como fuertes pilares que sostengan las nuevas instituciones,
reflejando de ese modo la expresión más acabada y final de las relaciones
humanas en una sociedad ordenada. Postergando este mandato histórico dado
a los pueblos y naciones de nuestra época de unir, le daremos oportunidad
y aliento a las fuerzas subversivas cuya arma es la confusión y cuyo
propósito es el caos.
IV
El propósito de esta declaración no es catalogar cada derecho humano
deseable sino sugerir un abordaje mediante el cual se pueda determinar la
naturaleza de los derechos esenciales. Tal como se halla definido aquí, un
derecho humano es la expresión del don divino del hombre cuya condición
social está dada por un cuerpo moral y soberano. Un derecho logra
condición social solamente luego de haberse transformado en un valor moral
afirmado y sostenido como una cualidad necesaria en las relaciones humanas
por los miembros de la comunidad.
Entre los derechos humanos esenciales que caracterizan esta nueva era
mundial se encuentran aquellos relacionados con: (1) el individuo, (2) la
familia (3) la raza; (4) trabajo y bienestar; (5) educación; (6) culto;
(7) orden social.
1) El ser humano es un ser espiritual así como un miembro de la sociedad.
Su naturaleza espiritual se expresa a través del mantenimiento de
relaciones humanas morales en toda su esfera comunitaria, y se marchita en
un estado de retraimiento y aislamiento en sí mismo, la familia, la raza o
la clase. El deber del individuo es el de servir a las necesidades de una
sociedad en continuo progreso. Cuando la comunidad realiza demandas sobre
el individuo que se contraponen al estándar moral prevaleciente, o sufre
demandas impuestas por agencias privadas, la comunidad está en peligro de
fractura, ya que la ley moral es aplicable a las instituciones y
comunidades grandes y pequeñas.
Debe mantenerse un patrón equitativo de derechos humanos y darse iguales
oportunidades a los individuos. La variedad y no la uniformidad es el
principio de una sociedad orgánica. La falta de oportunidad, la represión
y las condiciones degradantes, han creado masas de personas incapaces de
ejercer sus funciones de ciudadanos; éstas personas son un deber moral
puesto sobre la conciencia del resto, para educar al ignorante, capacitar
al inmaduro y curar al enfermo.
2) El ser humano es la entidad espiritual de la humanidad, pero la familia
es la entidad social inviolable y divinamente creada. El derecho del
individuo a sobrevivir se identifica con el derecho de la familia de
mantenerse en condiciones favorables de cuerpo, mente y espíritu. Mientras
que el individuo maduro es la unidad política, la familia constituye la
unidad económica, y el ingreso opera en la base de la vida familiar y su
bienestar.
La igualdad entre hombres y mujeres en la comunidad moderna dota a la
familia de una nueva y más poderosa conexión con las fuerzas que hacen a
la evolución moral.
3) En muchos países la comunidad nacional se halla compuesta por grupos
raciales en diferentes estados de desarrollo. Las condiciones que en el
pasado hacían a una unidad racial exclusiva y característica se están
debilitando. Los derechos y necesidades de una comunidad moderna son
superiores a los derechos raciales. Sólo puede renunciarse a los derechos
raciales exclusivos si se trocan por equidad racial en la participación
por los derechos superiores y privilegios que posee una sociedad
multiracial.
4) El trabajo realizado por el individuo en comercio, artesanías, arte o
profesión es el eje de su vida y no sólo la fuente de su subsistencia. El
trabajo realizado con espíritu de servicio puede ser considerado como un
acto de adoración. La obligatoriedad de trabajar es esencialmente una
obligación moral que debe ser acatada independientemente de la posesión de
riquezas. La comunidad no le debe nada a aquellos que pueden trabajar pero
se resisten a hacerlo.
El derecho a un medio de vida se establece por medio del trabajo. Además,
el trabajador tiene derecho a compartir las ganancias de la empresa.
El bienestar resulta de la coordinación de una variedad de esfuerzos
dirigidos sobre el equipo y el material. Una economía sana aborda el
proceso total en su variedad de relaciones humanas y no busca centrar el
proceso en torno a la ventaja de ningún grupo en particular, ya sea la
propiedad, dirección, conocimiento técnico, habilidad manual o consumo. El
bienestar es en parte derecho del individuo y en parte de la comunidad.
Bajo condiciones de competencia internacional surgen emergencias sociales
desesperantes cuando no se puede hacer ninguna distinción entre el
bienestar público y privado. La verdadera justicia y filosofía social
aguardan la formación de instituciones mundiales y el predominio de la
visión mundial.
El repudio al derecho y poder nacional de hacer la guerra representa el
primer paso hacia un bienestar recíproco y una economía sana. La humanidad
no alcanzará los frutos de la civilización sin una economía mundial.
5) Las raíces de la educación yacen en el don divino del hombre, y los
profetas han sido los educadores universales de la humanidad.
El propósito de la educación es dar al individuo dominio sobre sí mismo,
una relación creativa con la sociedad y un entendimiento del lugar que
ocupa en el universo. La educación trata al hombre como un todo: su mente,
sus emociones y su voluntad. Las distinciones que ahora existen entre la
educación cultural, científica y técnica, la educación civil y la
educación religiosa, produce personalidades incompletas y faltas de
equilibrio. Los individuos sin educación experimentan cada crisis social
importante de manera fragmentada, cada cual justificando un punto de vista
partidario.
La educación continua a lo largo de la vida. La ignorancia en temas que
confrontan a los adultos es más perjudicial, aunque menos perceptible, que
la ignorancia de parte de un niño. El derecho humano a la educación es el
derecho a ingresar en el gran proceso evolutivo de la civilización.
Aquellos sistemas que producen actitudes rígidas y fijaciones emocionales
ya no pueden llamarse educativas.
6) El derecho humano representado por la libertad de culto o libertad de
conciencia sólo se mantiene como una autorización legal otorgada a
diversas comunidades religiosas para practicar y promulgar sus sistemas
especiales de creencia, hasta tanto el individuo sea dotado de suficiente
conocimiento espiritual para arribar a su propia decisión adulta e
independiente en lo que concierne a la naturaleza de la fe.

Como ha sido demostrado que el instinto devocional es universal y ha sido
asociado con infinidad de prácticas devocionales más o menos temporarias,
sistemas morales y formas sociales, no existe razón inherente por la cuál
este instinto no pueda ser reafirmado en términos de lealtad a la
humanidad y devoción a la causa de la unidad mundial en todos los niveles.
El Dios de la humanidad ya no puede ser expresado como dominio racial ni
como voluntad nacional de sobrevivir a toda costa ni como un regalo
religioso de salvación personal. La revelación pura de Dios ha sido dada a
la humanidad a lo largo de las épocas a través de sus profetas y
mensajeros. Las fórmulas secundarias y limitadas de religión prolongan la
crisis moral que impide a los individuos visualizar la promesa de una era
mundial.
El Orden Mundial no es otra cosa que el aspecto administrativo de la
hermandad, y el derecho humano a un orden social no puede ser disociado de
su derecho a una fe mundial.
7) Cada época tiene su misión particular. La formación de un orden mundial
es hoy una obligación depositada sobre la humanidad.
El orden mundial es ahora legalmente posible, socialmente imperioso y
divinamente ordenado. El principio de la federación ya ha unido a
comunidades anteriormente independientes y distintas en raza, lengua,
religión y tamaño de población. Las naciones pueden hallar una justa
expresión a sus derechos y necesidades legítimas a través de una
representación proporcional en un cuerpo supranacional. Hasta tanto la
ciudadanía mundial sea garantizada como una condición social, los derechos
humanos y privilegios alcanzados en el pasado serán socavados por la
desorganización de la sociedad moderna.
Mientras se cree un orden supranacional, los gobiernos existentes tienen
derecho a la lealtad y obediencia de sus ciudadanos en todos los asuntos
de gobierno, acción y decisión, interfiriendo en la fe del individuo en
Dios y sus profetas.
El Orden aquí descripto implica el establecimiento de una mancomunidad
mundial que unifique naciones, razas, credos y clases, salvaguardando la
autonomía de sus estados miembros, la libertad personal y la iniciativa de
los individuos que las componen. La mancomunidad consistiría en una
legislatura mundial, funcionando ésta como fideicomiso de toda la
humanidad, promulgando las leyes necesarias para regular la vida,
satisfacer las necesidades y armonizar las relaciones de todas las razas y
pueblos. Su poder ejecutivo mundial, respaldado por una Fuerza
internacional, ejecutaría las leyes y decisiones decretadas por la
legislatura mundial, y salvaguardaría la unidad orgánica de toda la
mancomunidad. Su tribunal mundial dictaminará y ejecutará un veredicto
final y obligatorio en todas las disputas surgidas entre los diversos
elementos constitutivos del sistema universal.
"La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos." Bahá'u'lláh
(1869)


Documento BIC #47-0200S
Traducido del original en inglés


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