LLAMADO A LAS NACIONES
EXTRACTOS DE LOS ESCRITOS DE SHOGHI EFFENDI
Título original en inglés: Call to the Nations
"Es hacia esta meta -la meta de una nuevo Orden Mundial, divino en su origen, 
omnímodo en sus alcances, equitativo en sus principios y desafiante en sus 
rasgos- por la que ha de bregar una humanidad hostigada".
ÍNDICE
Prefacio	
Introducción	
I	La Ordalía de la Humanidad	
II	La Unidad de la Humanidad	
III	Un Modelo para la Sociedad Futura	
IV	La Mancomunidad Bahá'í	
V	El Destino de la Humanidad	
Referencias	
PREFACIO
En el ejercicio de su función como intérprete de la Revelación Bahá'í, Shoghi 
Effendi, Guardián de la Fe Bahá'í, trató extensamente y con considerable 
énfasis el tema del orden mundial atesorado en esa revelación. Al comienzo de 
su ministerio, el cual marcó la iniciación de la Edad Formativa de la Fe, él hizo 
alusión a "esos elementos inapreciables de esa Civilización Divina, cuyo 
establecimiento es la misión primordial de la Fe Bahá'í", y durante años 
redactó una serie de cartas donde desarrolló el tema, las que generalmente se 
conocieron como sus cartas sobre el Orden Mundial.
La necesidad vital de un orden mundial es ampliamente reconocida hoy día, 
pero los medios para lograrlo desconciertan incluso a sus más apasionados 
sostenedores. Mientras tanto, el proceso de desintegración continúa 
incontrolable y la condición de la humanidad se acerca a la etapa de la 
desesperación. En esta coyuntura crítica, la Casa Universal de Justicia, el 
cuerpo internacional que gobierna la Fe Bahá'í, se siente impulsada a 
proclamar nuevamente el significado y propósito del Mensaje Bahá'í y su 
incumbencia en nuestra existencia sobre la tierra. Por lo tanto, ha 
seleccionado las cartas del Shoghi Effendi sobre el Orden Mundial, los 
siguientes pasajes, y los ofrece como una luz y guía a toda la humanidad, en 
este oscuro período de nuestra historia, período que sin embargo tiene un 
horizonte brillante con la promesa de ese más glorioso día, predicho y cantado 
a través de las edades por los profetas, visionarios y poetas y que ahora está 
alboreando sobre los acosados y desesperados hijos de los hombres.
INTRODUCCIÓN1
El principio fundamental enunciado por Bahá'u'lláh -lo creen firmemente los 
seguidores de su Fe- es que la verdad religiosa no es absoluta sino relativa, 
que la Revelación Divina es un proceso continuo y progresivo, que todas las 
grandes religiones del mundo son de origen divino, que sus principios básicos 
están en completa armonía, que sus objetivos y propósitos son uno y el mismo, 
que sus enseñanzas no son más que facetas de una sola verdad, que sus 
funciones son complementarias, que sólo difieren en los aspectos no 
esenciales de sus doctrinas, y que sus misiones representan etapas sucesivas 
en la evolución espiritual de la sociedad humana.
El objetivo de Bahá'u'lláh, el Profeta de esta nueva y grande era en que ha 
entrado la humanidad... no es destruir, sino cumplir las Revelaciones del 
pasado, reconciliar antes que acentuar las divergencias de los credos en 
conflicto que desintegran la sociedad presente.
Su propósito, lejos de menospreciar la posición de los Profetas anteriores a Él, 
o de empequeñecer sus enseñanzas, es reafirmar las verdades básicas que 
éstas encierran, de manera que las mismas estén de acuerdo con las 
necesidades de la edad en que vivimos, en consonancia con su capacidad, y 
sean aplicables a sus problemas, calamidades y desconcierto. Su misión es 
proclamar que las edades de infancia y niñez de la raza humana han pasado, 
que las convulsiones asociadas con su presente etapa de adolescencia la 
están preparando lenta y dolorosamente para alcanzar la etapa de madurez, y 
anuncian la aproximación de aquella Edad de Edades, en que las espadas 
serán forjadas en arados, en que habrá sido establecido el Reino prometido 
por Jesucristo, y asegurada definitiva y permanentemente la paz del planeta. 
Tampoco reclama Bahá'u'lláh carácter final para su propia Revelación, sino 
más bien afirma que una mayor medida de la verdad que Él, por comisión del 
Todopoderoso, ha concedido a la humanidad en una tan crítica coyuntura de 
sus destinos, deberá necesariamente ser revelada en etapas futuras de la 
constante e ilimitada evolución de la humanidad.
La Fe Bahá'í mantiene la unidad de Dios, reconoce la unidad de sus Profetas e 
inculca el principio de la unicidad e integridad de toda la raza humana. 
Proclama la necesidad e inevitabilidad de la unificación del género humano, 
afirma que ésta se aproxima gradualmente, y asevera que nada salvo el 
espíritu transmutador de Dios, que actúa en este día por su Portavoz escogido, 
puede llegarla a lograrla. Además impone a sus seguidores el deber primordial 
de una libre búsqueda de la verdad, condena toda clase de prejuicio y 
superstición, declara que el propósito de la religión es la promoción de la 
amistad y la concordia, proclama su armonía esencial con la ciencia, y 
reconoce que ella es el agente preponderante para la pacificación y progreso 
ordenado de la sociedad humana. Sostiene en forma inequívoca el principio de 
igualdades y privilegios para hombres y mujeres, insiste en la educación 
obligatoria, elimina extremos de pobreza y riqueza, suprime la institución del 
sacerdocio, prohibe la esclavitud, el ascetismo, la mendicidad, y el 
monaquismo, enfatiza la necesidad de obediencia estricta al gobierno del 
propio país, exalta al grado de adoración cualquier trabajo ejecutado en 
espíritu de servicio, aboga por la creación o selección de un idioma 
internacional auxiliar y delinea las trazas de aquellas instituciones que deben 
establecer y perpetuar la paz general de la humanidad.
La Fe Bahá'í gira en torno a tres figuras centrales, de las cuales la primera fue 
un joven, nativo de Shíráz, llamado Mírzá 'Alí-Mu¥ammad, conocido como el 
Báb (Puerta), Quien en mayo de 1844, a la edad de veinticinco años, declaró 
ser el Heraldo que, de acuerdo con las Sagradas Escrituras de religiones 
pasadas, debería necesariamente anunciar y preparar el camino para el 
advenimiento de uno más grande que Él, cuyo misión habría de ser, conforme 
a esas Escrituras, inaugurar una era de justicia y paz, era que sería ensalzada 
como la consumación de todas las Dispensaciones pasadas, e iniciaría un 
nuevo ciclo en la historia religiosa del género humano. Una persecución activa 
y cruel, emprendida por las fuerzas organizadas de la Iglesia y el Estado en su 
tierra natal, precipitó sucesivamente su arresto, su exilio a las montañas de 
Ádhirbáyján, su encarcelamiento en las fortalezas de Máh-Kú y Chihríq, y su 
ejecución por un pelotón de fusileros, en julio de 1850, en la plaza pública de 
Tabríz. No menos de veinte mil de sus seguidores fueron muertos con tan 
bárbara crueldad, que atrajo la cálida simpatía y admiración sin reservas de un 
número de escritores, diplomáticos, viajeros y estudiosos occidentales, 
algunos de los cuales fueron testigos de estas abominables atrocidades y 
llevados a registrarlos en sus libros y crónicas.
Mírzá Æusayn-'Alí, llamado Bahá'u'lláh (la Gloria de Dios), natural de 
Mázindarán, cuyo advenimiento había predicho el Báb, atacado por aquellas 
mismas fuerzas de la ignorancia y el fanatismo, fue encarcelado en Ti¥rán, 
desterrado de su país natal a Bagdad en 1852, de allí a Constantinopla y 
Adrianópolis, y finalmente, a la prisión de 'Akká, donde permaneció encerrado 
no menos de veinticuatro años, y en cuya vecindad falleció en 1892. Durante 
su destierro, y particularmente en Adrianópolis y 'Akká, Él formuló leyes y 
ordenanzas de su Dispensación; expuso, en más de cien volúmenes, los 
principios de su Fe; proclamó su Mensaje a los reyes y gobernantes de Oriente 
y Occidente, ya cristianos, ya musulmanes; se dirigió al Papa, al Califa del 
Islám, a los gobernantes de las repúblicas del continente americano, a todo el 
orden sacerdotal de la Cristiandad, a los jefes del Islám Shí'íh y Sunní, y a los 
sumos sacerdotes de la Religión Zoroastriana. En estos escritos Él proclamó 
su Revelación, invitó a quienes se dirigía a atender su llamamiento y abrazar 
su Fe, les advirtió de las consecuencias que tendría su rechazo, y denunció en 
algunos casos su arrogancia y tiranía.
Su hijo mayor, 'Abbás Effendi, conocido como ad (el Siervo de Bahá), 
designado por él como su sucesor legítimo e intérprete autorizado de sus 
enseñanzas, Quien desde temprana edad había estado estrechamente 
vinculado a su Padre, y compartiera su exilio y tribulaciones, permaneció 
prisionero hasta 1908, año en que, como resultado de la Revolución de los 
Jóvenes Turcos, fue liberado de su confinamiento. Habiendo establecido su 
residencia en Haifa, pronto embarcó para su viaje de tres años a Egipto, 
Europa y Norteamérica, durante el cual expuso ante vastos auditorios las 
enseñanzas de su Padre y predijo el acercamiento de aquella catástrofe que 
pronto había de sobrevenir a la humanidad. Volvió a su hogar en vísperas de 
la Primera Guerra Mundial, durante la cual estuvo expuesto a constante 
peligro, hasta la liberación de Palestina por las fuerzas comandadas por el 
general Allenby, quien tuvo la máxima consideración para con Él y el pequeño 
grupo de coexiliados suyos en 'Akká y Haifa. En 1921 falleció y fue enterrado 
en una bóveda en el mausoleo erigido en el Monte Carmelo por instrucción 
expresa de Bahá'u'lláh para los restos del Báb, que previamente habían sido 
trasladados de Tabríz a la Tierra Santa, después de ser guardados y ocultados 
no menos de sesenta años.
El fallecimiento de 'Abdu'l-Bahá marcó el término de la Edad primera y Heroica 
de la Fe Bahá'í y señaló el comienzo de la Edad Formativa, destinada a 
presenciar la gradual aparición de su Orden Administrativo, cuyo 
establecimiento había sido predicho por el Báb, cuyas leyes fueron reveladas 
por Bahá'u'lláh, cuyos rasgos principales fueron trazados por 'Abdu'l-Bahá en 
su Voluntad y Testamento, y cuyos fundamentos están siendo establecidos 
ahora por los consejos nacionales y locales elegidos por los adherentes 
declarados de la Fe...
Este Orden Administrativo, a diferencia de los sistemas desarrollados después 
de la muerte de los Fundadores de las distintas religiones, es de origen divino, 
descansa firmemente sobre las leyes, los preceptos, las ordenanzas e 
instituciones que el Fundador mismo de la Fe ha formulado específicamente y 
establecido en forma inequívoca; funciona en estricto acuerdo con las 
explicaciones de los Intérpretes autorizados de sus escrituras sagradas. 
Aunque ha sido fieramente atacada desde su comienzo, ha logrado, en virtud 
de su carácter, único en los anales de la historia religiosa del mundo, 
mantener la unidad del variado y ampliamente extendido cuerpo de sus 
sostenedores, y los ha capacitado para iniciar en forma unida y sistemática 
empresas en ambos hemisferios, designadas para extender sus límites y 
consolidar sus instituciones administrativas.
La Fe a la que este orden sirve, resguarda y promueve es -debe ser observado 
en relación con ello- esencialmente sobrenatural, supranacional, enteramente 
no política, no partidista, y diametralmente opuesta a toda doctrina política o 
escuela de pensamiento que busque exaltar a alguna raza, clase o nación 
particular. Es libre de toda forma de eclesiasticismo, no tiene sacerdocio ni 
ritual, y es sostenida exclusivamente por contribuciones voluntarias de sus 
adherentes declarados. Aún siendo leales a sus respectivos gobiernos y aún 
estando imbuidos del amor a su propio país, y ansiosos de promover, en todo 
tiempo, sus mejores intereses, no obstante, los seguidores de la Fe Bahá'í, 
que ven a la humanidad como una sola entidad, y están profundamente 
ligados a sus vitales intereses, no vacilarán en subordinar todo interés 
particular, sea personal, regional o nacional, a los intereses predominantes de 
la raza humana en general, sabiendo muy bien que en un mundo de pueblos y 
naciones interdependientes se favorece mejor a cada parte favoreciendo al 
todo, y que no se conseguirá resultado perdurable para ninguna de las partes 
componentes si son desatendidos los intereses generales de la entidad 
misma...
I
LA ORDALÍA DE LA HUMANIDAD
Una tempestad de violencia sin precedentes, de rumbo imprevisible, de efectos 
catastróficos inmediatos, de resultados finales inimaginablemente gloriosos, 
barre en la actualidad la faz de la tierra.(a) La fuerza que la impulsa aumenta 
inexorablemente en extensión e ímpetu. Su poder de purificación, aunque 
inadvertido, crece día a día. La humanidad, cogida por las garras de su fuerza 
arrolladora, está desconcertada ante las pruebas de su irresistible furia. No 
puede percibir su origen, ni su significación, ni discernir su resultado. Perpleja, 
angustiada e impotente, ve cómo este grande y poderoso viento de Dios 
invade las más lejanas y más hermosas regiones de la tierra, sacude sus 
cimientos, trastorna su equilibrio, divide sus naciones, destruye los hogares de 
sus pueblos, arrasa sus ciudades, envía al exilio a sus reyes, derriba sus 
baluartes, desarraiga sus instituciones, oscurece su luz y atormenta las almas 
de sus habitantes...
Los poderosos efectos de este gigantesco cataclismo sólo son comprensibles 
para quienes han reconocido la autoridad tanto de Bahá'u'lláh como del Báb. 
Sus seguidores saben perfectamente de dónde proviene, y a qué ha de arribar. 
Aunque ignoran su alcance, claramente reconocen su origen, están 
conscientes de su dirección, admiten su necesidad, observan con confianza 
sus misteriosos procesos, oran con fervor para que se mitigue su severidad, 
trabajan inteligentemente para apaciguar su furia y prevén, con nítida visión, la 
consumación de las aprehensiones y esperanzas que necesariamente debe 
engendrar.
Este juicio de Dios, visto por quienes han reconocido a Bahá'u'lláh como su 
Portavoz y su más grande Mensajero en la tierra, es tanto una calamidad 
punitiva como un acto de sagrada y suprema disciplina. Es a la vez un castigo 
de Dios y un proceso purificador para toda la humanidad. Su fuego castiga la 
perversidad de la raza humana, y suelda sus partes componentes para formar 
una comunidad orgánica indivisible que abarque todo el mundo...
"Agitaos, oh pueblo", es, por una parte, la grave advertencia pronunciada por 
Bahá'u'lláh mismo, "en previsión de los días de la Justicia Divina, pues la hora 
prometida ya ha llegado". "Abandonad lo que poseéis y tomad lo que ha traído 
Dios, Quien hace bajar la cerviz a los hombres. Sabed con certeza que si no 
os apartáis de lo que habéis cometido, el castigo os sobrevendrá de todos 
lados, y veréis cosas más penosas que las que habéis presenciado antes". Y 
además: "Os hemos fijado un tiempo, ¡oh pueblo! Si la hora señalada, no os 
volvéis a Dios, Él, verdaderamente, os prenderá violentamente y hará que 
dolorosas aflicciones os asalten de todas partes"...
"Toda la tierra", afirma enfáticamente Bahá'u'lláh, pronosticando el prometedor 
futuro que espera a un mundo actualmente envuelto en tinieblas, "se 
encuentra ahora en estado de preñez. Se aproxima el día en que habrá 
producido sus más nobles frutos, en que de ella habrán brotado los más 
majestuosos árboles, las flores más encantadas, las más maravillosas 
bendiciones". "Se aproxima el tiempo en que toda cosa creada habrá depuesto 
su carga. ¡Glorificado sea Dios Quien ha concedido esta gracia que abarca 
todas las cosas, ya sean visibles o invisibles!" "Estas grandes opresiones", Él 
además ha escrito, prefigurando la edad de oro de la humanidad, "la están 
preparando para el advenimiento de la Más Grande Justicia". La Más Grande 
Justicia es en efecto la Justicia sobre la cual puede únicamente y debe 
finalmente descansar la estructura de la Más Grande Paz, en tanto que esa 
Más Grande Paz, a su vez, marcará el comienzo de aquella Más Grande, 
aquella Civilización Mundial que siempre será asociada con Quien lleva el Más 
Grande Nombre...
Casi cien años han transcurrido desde que amaneciera sobre el mundo la 
Revelación de Bahá'u'lláh, Revelación cuya naturaleza, como Él mismo lo 
afirma, "ninguna de entre las Manifestaciones del pasado, salvo en una 
medida prescrita, jamás han comprendido plenamente". Durante un siglo 
entero Dios ha concedido plazo a la humanidad para que reconozca al 
Fundador de tal Revelación, abrace su Causa, proclame su grandeza y 
establezca su Orden. En un centenar de volúmenes, repositorios de 
inapreciables preceptos, poderosas leyes, principios únicos, exhortaciones 
apasionadas, reiteradas advertencias, profecías asombrosas, invocaciones 
sublimes e importantes comentarios, el Portador de tal Mensaje ha 
proclamado, como ningún Profeta antes que Él lo ha hecho, la Misión que Dios 
Le confiara. A emperadores, reyes, príncipes y potentados; a gobernantes y 
gobiernos, clero y pueblos, del Oriente como del Occidente, ya fueran 
cristianos, judíos, musulmanes o zoroastrianos, Él dirigió, durante casi 
cincuenta años, y en las más trágicas circunstancias, estas inapreciables 
perlas de conocimiento y sabiduría que estaban ocultas en el océano de su 
incomparable prolación. Renunciando a fama y fortuna, aceptando 
encarcelamiento y exilio, sin importarle ostracismo ni oprobio, sometido a 
ultrajes físicos y crueles privaciones, Él, el Representante de Dios sobre la 
tierra, permitió ser desterrado de lugar en lugar y de país en país. ..."Nosotros, 
verdaderamente", Él mismo ha declarado, "no hemos dejado de cumplir 
nuestro deber de exhortar a los hombres, y de entregar lo que Me fue 
ordenado por Dios, el Todopoderoso, el Todoalabado. Si Me hubiesen 
escuchado, habrían visto a la tierra convertida en otra tierra". Y además: 
"¿Queda excusa para alguien en esta Revelación? ¡No, por Dios, el Señor del 
Poderoso Trono! ¡Mis signos han rodeado la tierra y mi poder ha envuelto a 
toda la humanidad, y, sin embargo, la gente está sumida en un extraño sueño!"
¿Cómo -bien podemos preguntarnos- ha correspondido el mundo, objeto de 
esa solicitud divina, a Aquel, Quien sacrificó todo por su causa? ¿Qué acogida 
Le brindó, y qué respuesta provocó su llamado? Un clamor sin paralelo en la 
historia del Islám Shí'ih, recibió, en su país de origen, la naciente luz de la Fe... 
Una persecución que encendió valor tal, según da fe una autoridad no menos 
eminente como la del fallecido Lord Curzon de Kedleston, que no es superado 
por el que despertaron los fuegos de Smithfield, segó, con trágica rapidez, las 
vidas de no menos de veinte mil de sus heroicos adherentes, quienes 
rehusaron trocar su fe recién nacida por los efímeros honores y seguridad de 
una vida mortal...
Indiferencia absoluta por parte de hombres eminentes de elevada posición, 
odio implacable demostrado por los dignatarios eclesiásticos de aquella Fe de 
la cual ésta provenía; la burla desdeñosa del pueblo en medio del cual había 
nacido; el total desprecio manifestado hacia ella por la mayoría de los reyes y 
gobernantes a quienes se dirigió su Autor; las censuras pronunciadas por 
aquellos bajo cuyo dominio surgió y comenzó a expandirse; las amenazas 
lanzadas y los destierros que decretaron; la deformación de sus principios y 
leyes por gente envidiosa y malévola, en países y entre pueblos alejados de su 
tierra de origen, todas éstas no son sino demostraciones del tratamiento que le 
dispensó una generación satisfecha de sí misma, indiferente a su Dios, e 
inconsciente de los presagios, profecías, avisos y advertencias revelados por 
sus Mensajeros...2
¿Entonces -podríamos preguntarnos- qué ha sucedido y continúa sucediendo, 
frente a tan completo e ignominioso rechazo, en este primer siglo bahá'í, 
especialmente en sus años finales; siglo lleno de tan tumultuosos 
padecimientos y violentos atropellos para la perseguida Fe de Bahá'u'lláh? 
Imperios desmoronados; reinos destruidos; dinastías extinguidas; realiza 
mancillada; reyes asesinados, envenenados, arrojados al exilio, subyugados 
en sus propios reinos; en tanto los pocos tronos que quedan se estremecen 
con las repercusiones de la caída de sus compañeros... Ciertamente, ningún 
hombre que contemple desapasionadamente las manifestaciones de este 
inexorable proceso revolucionario, desarrollado dentro de tan relativamente 
corto tiempo, puede dejar de llegar a la conclusión de que los últimos cien 
años pueden ser considerados, en lo que a los destinos de la realiza se 
refiere, como uno de los períodos más catastróficos en los anales de la 
humanidad...3
El decadente destino de las cabezas coronadas poseedoras del poder 
temporal ha tenido como paralelo un no menos alarmante deterioro de la 
influencia ejercida por los líderes espirituales del mundo. Los extraordinarios 
acontecimiento que han anunciado la disolución de tantos reinos e imperios, 
casi han coincidido con el derrumbamiento de las aparentemente inviolables 
fortalezas de la ortodoxia religiosa. El mismo proceso que, repentina y 
trágicamente, decidió la suerte de reyes y emperadores, extinguiendo sus 
dinastías, ha actuado en el caso de los líderes eclesiásticos, tanto de la 
Cristiandad como del Islám, perjudicando su prestigio y, en algunos casos, 
derribando sus instituciones supremas. De hecho, "se les ha quitado el poder", 
tanto "a los reyes" como "a los eclesiásticos!. La gloria de aquellos ha sido 
eclipsada, en tanto que el poder de éstos se ha perdido irremediablemente...4
El hecho de que la integridad de algunas de estas instituciones haya sido 
irreparablemente sacudida, es demasiado evidente como para que pueda 
equivocarlo o negarlo un observador inteligente. La fisura entre 
fundamentalistas y liberales de entre sus adherentes se está continuamente 
ensanchando. Sus credos y dogmas se han diluido y, en ciertos casos, han 
sido ignorados y descartados. Su vigencia en la conducta humana está 
perdiéndose, y el personal de sus ministerios está reduciéndose en número e 
influencia. La timidez y falta de sinceridad de sus predicadores han quedado al 
descubierto en varios casos. En algunos países, sus bienes han desaparecido 
e ha declinado el vigor de su adiestramiento religioso. Sus templos han sido 
parcialmente abandonados y destruidos, y el olvido de Dios, de sus 
enseñanzas y de su Propósito los ha debilitado y abrumado de humillación...5
Los signos de decadencia moral, considerados independientemente de las 
pruebas de la declinación en las instituciones religiosas, parecerían ser no 
menos notables y significativos... En cualquier dirección en que dirijamos 
nuestra mirada y por muy precipitada que sea nuestra observación de los 
dichos y hechos de la generación actual, no podemos dejar de impresionarnos 
frente a las evidencias de decadencia moral que en su vida individual no 
menos que en su función colectiva exhiben los hombre y las mujeres que nos 
rodean.
No cabe ninguna duda de que la declinación de la religión como fuerza social, 
de la cual el deterioro de las instituciones religiosas es sólo un fenómeno 
externo, es la principal responsable de tan grave y conspicuo mal. "La 
religión", escribe Bahá'u'lláh, "es el más grande de todos los medios para el 
establecimiento del orden en el mundo y para la pacífica satisfacción de todos 
los que en él habitan. El debilitamiento de los pilares de la religión han 
fortalecido las manos del ignorante y lo ha hecho audaz y arrogante. En 
verdad digo, cualquier cosa que haya rebajado la sublime posición de la 
religión, ha aumentado el descarrío del perverso, y el resultado no puede ser 
otro que anarquía". En otra Tabla, Él ha afirmado: "La religión es una luz 
radiante y una fortaleza inexpugnable para la protección y el bienestar de los 
pueblos del mundo, pues el temor a Dios hace que el hombre se aferre a lo 
bueno, y eluda todo mal. Si la lámpara de la religión fuera oscurecida, el caos 
y la confusión sobrevendrían, y las luces de la honradez, de la justicia, de la 
tranquilidad y de la paz dejarán de brillar"...
Podemos bien admitir que tal es el estado al cual se están aproximando por 
igual los individuos y las instituciones. Al lamentar el infortunio de una 
humanidad descarriada, Bahá'u'lláh ha escrito: "No pueden encontrarse ni dos 
hombres de los que pueda decirse que están unidos interior y exteriormente. 
Las evidencias de la discordia y de la malicia son manifiestas en todas partes, 
aunque todos han sido creados para la armonía y la unión". En la misma 
Tabla, Él exclama: "¿Hasta cuándo la humanidad persistirá en su descarrío? 
¿Hasta cuándo continuará la injusticia? ¿Hasta cuándo reinarán entre los 
hombres el caos y la confusión? ¿Hasta cuándo la discordia ha de agitar la faz 
de la sociedad? Los vientos de la desesperación están soplando, 
lamentablemente, desde todas direcciones, y la contienda que divide y aflige a 
la raza humana está creciendo día a día".
El recrudecimiento de la intolerancia religiosa, de la animosidad racial, y de la 
arrogancia patriótica; las crecientes evidencias de egoísmo, de sospecha, de 
miedo y de engaño; el auge del terrorismo, del desorden, del alcoholismo y del 
crimen; la sed insaciable y la búsqueda febril de vanidades, riquezas y 
placeres terrenales; el debilitamiento de la solidaridad familiar; el relajamiento 
del control paterno; la caída de la indulgencia del lujo; la actitud irresponsable 
para con el matrimonio y la consiguiente ola creciente de divorcios; la 
degeneración del arte y de la música, la corrupción de la literatura y de la 
prensa; la extensión de la influencia y las actividades de esos "profetas de la 
decadencia" quienes abogan por el matrimonio en compañerismo, quienes 
predican la filosofía del nudismo, quienes llaman a la modestia una ficción 
intelectual, quienes rehusan considerar a la procreación como el propósito 
sagrado y primario del matrimonio, quienes denuncian a la religión como un 
opio de los pueblos, quienes, si se les diera rienda suelta, harían retroceder a 
la raza humana a la barbarie, al caos y a la extinción final, estas aparecen 
como las características sobresalientes de una decadente sociedad, de una 
sociedad que deberá renacer o perecer...6
Sin embargo, que nadie se equivoque sobre mi propósito o tergiverse esta 
cardinal verdad que pertenece a la esencia de la Fe de Bahá'u'lláh. Todo 
seguidor de la Religión Bahá'í sostiene, sin reservas e inquebrantablemente, el 
origen divino de todos los Profetas de Dios... Se reconoce claramente la 
unidad fundamental de esos Mensajeros de Dios; se afirma la continuidad de 
sus Revelaciones; se admite la autoridad dada por Dios y el carácter 
correlativo de sus Libros; se proclama la singularidad de sus metas y 
propósitos; se enfatiza la unicidad de su influencia; y se enseña y prevé la 
definitiva reconciliación de sus enseñanzas y seguidores. "Todos ellos", 
conforme al testimonio de Bahá'u'lláh, "habitan en el mismo tabernáculo, se 
remontan en el mismo cielo, están sentados en el mismo trono, pronuncian las 
mismas palabras, y proclaman la misma Fe".
La Fe identificada con el nombre de Bahá'u'lláh niega toda intención de rebajar 
a cualquiera de los Profetas que vinieron antes de Él, de reducir cualquiera de 
sus enseñanzas, de oscurecer, aunque sea levemente, el resplandor de sus 
Revelaciones, de desalojarlos del corazón de sus seguidores, de abrogar los 
fundamentos de sus doctrinas, de descartar cualquiera de sus Libros 
revelados, o de suprimir las legítimas aspiraciones de sus adherentes. 
Rechazando la pretensión de que alguna religión sea la revelación final de 
Dios al hombre, y negando carácter final a su propia revelación, Bahá'u'lláh 
inculca el principio básico de la relatividad de la verdad religiosa, la 
continuidad de la Revelación Divina y el carácter progresivo de la experiencia 
religiosa. Su propósito es ampliar la base de todas las religiones reveladas y 
descubrir los misterios de sus escrituras. Insiste en el reconocimiento 
incondicional de la unidad de su propósito, reafirma las eternas verdades que 
ellas encierran, coordina sus funciones, distingue lo esencial y auténtico de lo 
no esencial y espurio en sus enseñanzas, separa las verdades dada por Dios, 
de las supersticiones incitadas por los sacerdotes, y sobre esta base proclama 
la posibilidad de su unificación., profetizando incluso su inevitabilidad y la 
consumación de sus mayores esperanzas...7
Tampoco debe pensarse en ningún momento que los seguidores de 
Bahá'u'lláh tratan de degradar, o siquiera rebajar, el rango de los jefes 
religiosos del mundo, ya sean cristianos, musulmanes o de cualquier otra 
confesión con tal que su conducta esté de acuerdo con lo que profesan y sean 
digna de la posición que ocupan. "Aquellos sacerdotes", ha afirmado 
Bahá'u'lláh, "... que están verdaderamente adornados con el ornamento del 
conocimiento y de un buen carácter, son, en verdad, como la cabeza del 
cuerpo del mundo, y como ojos para las naciones. La guía de los hombres, en 
todo tiempo, ha dependido y depende de estas benditas almas."...8
Bahá'u'lláh refiriéndose a la transformación efectuada por cada Revelación en 
las costumbres, pensamientos y hábitos de la gente, revela estas palabras: 
"¿No es el objeto de toda Revelación efectuar una transformación del carácter 
general de la humanidad, transformación que se manifestará a sí misma, tanto 
externa como internamente, que afectará tanto a sus condiciones internas 
como externas? Pues, si el carácter de la humanidad no es cambiado, se haría 
aparente la futilidad de la Manifestación universal de Dios".
¿No fue Cristo mismo, Quien dirigiéndose a sus discípulos, pronunció estas 
palabras: "Muchas cosas tengo que deciros, mas ahora no las entenderíais. 
Mas vendrá aquel Espíritu de Verdad que os guiará hacia toda la verdad"?
De las... palabras de Cristo, como lo atestigua el Evangelio, se desprende que 
todo observador desprejuiciado rápidamente comprenderá la magnitud de la 
Fe revelada por Bahá'u'lláh, y reconocerá el peso abrumador del llamado 
anticipado por Él...9
Si deseamos ser fieles a las tremendas significaciones que su mensaje implica, 
la Fe de Bahá'u'lláh debe ser considerada, en verdad, como la culminación de 
un ciclo, como la etapa final de una serie de revelaciones sucesivas, 
preliminares y progresivas. Comenzando éstas con Adán y terminando con el 
Báb, han preparado el camino y anticipando con énfasis siempre creciente el 
advenimiento de ese Día de Días, en que habría de manifestarse Aquel Quien 
es la Promesa de todas las Edades...10
La magnitud de las potencialidades con que ha sido dotada este Fe, que no 
tiene par si semejante en la historia espiritual del mundo, y que señala la 
culminación de un ciclo profético universal, anonada nuestra imaginación. El 
brillo de la gloria milenaria que debe derramar en la plenitud del tiempo, 
deslumbra nuestra vista. La magnitud de la sombra que su Autor seguirá 
proyectando sobre sucesivos Profetas destinados a levantarse después del Él, 
elude nuestros cálculos.
Ya en el transcurso de menos de un siglo (b), la acción de los procesos 
misteriosos generados por su espíritu creativo ha provocado tal tumulto en la 
sociedad humana, que ninguna mente lo puede sondear. Sufriendo ella misma 
un período de incubación durante su edad primitiva, a través de la emergencia 
de su sistema que lentamente cristaliza, ha inducido una fermentación en la 
vida general de la humanidad que está destinada a sacudir los cimientos 
mismos de una sociedad desordenada, para purificar su sangre vital, para 
reorientar y reconstruir sus instituciones, y para modelar su destino final.
¿A qué otra cosa puede atribuir el ojo observador o la mente desprejuiciada, 
familiarizada con los signos y prodigios que anunciaron el nacimiento y 
acompañaron el surgimiento de la Fe de Bahá'u'lláh, este horrendo cataclismo 
con su consiguiente destrucción, miseria y temor, si no al surgimiento de su 
Orden Mundial embrionario, el que, como lo ha proclamado en forma 
inequívoca Él misma, ha "trastornado el equilibrio del mundo y ha 
revolucionado la vida ordenada de la humanidad"? ¿A qué causa pueden 
atribuirse los orígenes de esta portentosa crisis, incomprensible para el 
hombre, si no a la difusión irresistible de ese espíritu que sacude, vigoriza y 
redime al mundo, que el Báb ha afirmado "vibra en la más íntima realidad de 
todas las cosas creadas" y que se admite no tiene precedentes en los anales 
de la raza humana? En las convulsiones de la sociedad contemporánea, en la 
frenética ebullición mundial del pensamiento de los hombres, en los feroces 
antagonismos que inflaman a las razas, credos y clases, en el naufragio de las 
naciones, en la caída de los reyes, en el desmembramiento de los imperios, en 
la extinción de las dinastías, en el colapso de las jerarquías eclesiásticas, en el 
deterioro de instituciones venerables, en la disolución de los lazos, tanto 
seculares como religiosos, que por tanto tiempo habían mantenido unidos a los 
miembros de la raza humana -todos los cuales se han ido manifestando con 
creciente gravedad desde que estalló la Primera Guerra Mundial la cual 
precedió en forma inmediata a los años iniciales de la Edad Formativa de la Fe 
de Bahá'u'lláh- y en las que podemos reconocer fácilmente las señales de un 
alumbramiento de una edad que ha soportado el impacto de su Revelación, 
que ha ignorado su llamado, y ahora se está esforzando par liberarse de su 
carga, como una consecuencia directa del impulso que le fue comunicado por 
la influencia generadora, purificadora y transmutadora de su espíritu...11
Misteriosa, lenta e irresistiblemente, Dios lleva a cabo su propósito, aunque lo 
que ven nuestros ojos en este día sea el espectáculo de un mundo 
desesperadamente atrapado en sus propias redes, totalmente sordo a la Voz 
que, durante una centuria, lo ha estado llamando hacia Dios, y miserablemente 
sumiso a los cantos de sirenas que quieren atraerlo al vasto abismo.
El propósito de Dios no es otro que el de inaugurar, por medios que sólo Él 
puede desentrañar, la Gran Edad Dorada de una humanidad durante tanto 
tiempo dividida y afligida. Su estado actual, aun su futuro inmediato, es 
sombrío, dolorosamente sombrío. Sin embargo, su futuro lejano es 
resplandeciente, gloriosamente resplandeciente; tan resplandeciente que 
ningún ojo puede imaginarlo.12
II
LA UNIDAD DE LA HUMANIDAD13
La humanidad, ya sea considerada a la luz de la conducta individual del 
hombre o de las relaciones existentes entre comunidades organizadas y 
naciones, lamentablemente se ha desviado demasiado lejos y ha sufrido una 
declinación demasiado grande como para ser redimida mediante los esfuerzos 
aislados de sus mejores gobernantes y estadistas, por muy desinteresados 
que sean sus motivos, por muy coordinada que sea su acción, por muy 
fervorosos que sean en su celo y devoción a su causa. Ningún esquema que 
aún puedan diseñar los cálculos de los mayores estadistas; ninguna doctrina 
que se propongan desarrollar los más distinguidos exponentes de la teoría 
económica; ningún principio que puedan esforzarse por inculcar los más 
fervientes moralistas suministrará, en última instancia, los cimientos 
adecuados sobre los que ha de erigirse el futuro de un mundo aturdido.
Ninguna apelación a la tolerancia mutua que puedan hacer quienes entienden 
las condiciones del mundo, no importa lo apremiante e insistente que ella sea, 
podrá calmar las pasiones o contribuir a restaurar el vigor. Ni tampoco ningún 
esquema general de mera cooperación internacional organizada, en cualquier 
sector de la actividad humana por muy ingeniosa que sea su concepción o muy 
amplio su alcance, logrará erradicar la causa primera del mal que ha 
perturbado tan bruscamente el equilibrio de la sociedad actual. Ni siquiera, me 
atrevo a afirmar, la acción misma de crear el mecanismo requerido para la 
unificación política y económica del mundo -un principio sostenido cada vez 
más en los últimos tiempos- podrá por sí sola proveer el antídoto contra el 
veneno que progresivamente va minando el vigor de pueblos y naciones 
organizados.
Qué otra cosa, podemos afirmar confiadamente, que no sea la abierta 
aceptación del Programa Divino enunciado por Bahá'u'lláh con tanta 
simplicidad y fuerza hace sesenta años,(c) el cual encarna en sus principios 
esenciales el esquema ordenado por Dios para la unificación de la humanidad 
en esta era, al que se agrega una férrea convicción de la infalible eficacia de 
todas y cada una de sus disposiciones, será finalmente capaz de resistir las 
fuerzas de desintegración interna; éstas, de no ser detenidas, continuarán 
necesariamente carcomiendo las partes vitales de una sociedad desesperada. 
Es hacia esta meta -la meta de una nuevo Orden Mundial, divino en su origen, 
omnímodo en sus alcances, equitativo en sus principios y desafiante en sus 
rasgos- por las que ha de bregar una humanidad hostigada.
Sería presuntuoso, aun por parte de los adeptos declarados a su Fe, sostener 
que se han captado todas las inferencias del prodigioso esquema de 
Bahá'u'lláh para la solidaridad humana mundial, o que se ha comprendido su 
significación. Sería prematuro, aun en una etapa tan avanzada de la evolución 
de la humanidad, pretender vislumbrarlo en todas sus posibilidades, estimar 
sus beneficios futuros, imaginar su gloria.
Todo lo que razonablemente podemos intentar es esforzarnos por lograr un 
vislumbre de los primeros rayos del Alba prometida que, en la plenitud del 
tiempo, habrá de ahuyentar las tinieblas que han envuelto a la humanidad. 
Todo lo que podemos hacer es señalar los que, en sus más amplios contornos, 
parecen ser los principios rectores que subyacen en el Orden Mundial de 
Bahá'u'lláh...
Que el desasosiego y sufrimiento que afectan a toda la humanidad son, en 
gran medida, consecuencias directas de la Guerra Mundial (d) y atribuibles a 
la falta de discernimiento y a la miopía de los responsables de los Tratados de 
Paz, es un hecho que sólo una mente prejuiciosa rehusaría admitir... Sin 
embargo, sería inútil sostener que la guerra, con todas las pérdidas que 
involucró, con las pasiones que despertó y con las injusticias que dejó tras de 
sí, ha sido la única responsable de la confusión sin precedentes en que se 
hallan inmersos en la actualidad casi todos los sectores del mundo civilizado. 
¿No es un hecho -y ésta es la idea central que deseo destacar- que la causa 
fundamental de esta inquietud mundial es atribuible, no tanto a las 
consecuencias de lo que tarde o temprano habrá de ser considerado como una 
dislocación transitoria de un mundo en continuo cambio, sino antes bien al 
fracaso de aquellos en cuyas manos se ha depositado el destino inmediato de 
pueblos y naciones, al no adaptarse su sistema de instituciones económicas y 
políticas a las imperiosas necesidades de una era en rápida evolución? ¿Estas 
crisis intermitentes que convulsionan a la sociedad actual acaso no se deben 
principalmente a la lamentable incapacidad de los líderes reconocidos del 
mundo para comprender correctamente los signos de la época, para librarse 
de una vez por todas de sus preconceptos y encadenantes credos, para 
remodelar la maquinaria de sus respectivos gobiernos de acuerdo con las 
pautas implícitas en la suprema declaración de Bahá'u'lláh para la Unidad de 
la Humanidad, rasgo principal y distintivo de la Fe por él proclamada? Pues el 
principio de Unidad de la Humanidad, piedra fundamental del dominio 
omnímodo de Bahá'u'lláh, implica ni más ni menos que el cumplimiento de su 
esquema al que ya nos hemos referido. "En toda Dispensación", escribe 
'Abdu'l-Bahá, "la luz de la Guía Divina ha enfocado un tema central. ...En esta 
maravillosa Revelación, en este glorioso siglo, el fundamento de la Fe de Dios 
y el rasgo distintivo de su ley es la conciencia de la Unidad de la Humanidad".
Muy patéticos son, por cierto, los esfuerzos de esos líderes de las instituciones 
humanas quienes, con total desprecio por el espíritu de la época, bregan por 
adaptar los procesos nacionales, apropiados a los antiguos días de naciones 
aisladas, a una época que debe, o lograr la unidad del mundo, tal como la 
esbozara Bahá'u'lláh, o perecer. En una hora tan crítica para la historia de la 
civilización, corresponde a los líderes de todas las naciones del mundo, 
grandes o pequeñas, de Oriente o de Occidente, vencedoras o vencidas, 
prestar atención al toque de clarín de Bahá'u'lláh, e imbuidos por completo de 
un sentido de solidaridad mundial, condición sine qua non de lealtad a la 
Causa, alzarse valientemente para lograr en su totalidad el único esquema 
reparador que Él, el Médico Divino, ha prescrito para una humanidad doliente. 
Que descarten de una vez para siempre todo preconcepto, todo prejuicio 
nacional, y que presten atención al sublime consejo de 'Abdu'l-Bahá, el 
autorizado Expositor de sus enseñanzas. "Podrá usted servir mejor a su país", 
fue la réplica de 'Abdu'l-Bahá a un alto funcionario en ejercicio del gobierno 
federal de los Estados Unidos, quien Le había interrogado acerca de la mejor 
manera de promover los intereses de su gobierno y de su pueblo, "si, en su 
condición de ciudadano del mundo, trata de colaborar en la eventual aplicación 
del principio de federalismo que subyace en el gobierno de su propio país, a 
las relaciones existentes ahora entre pueblos y naciones del mundo".
En El Secreto de la Civilización Divina, destacada contribución de 'Abdu'l-Bahá 
a la futura reorganización del mundo, leemos lo siguiente:
"La verdadera civilización desplegará su estandarte en el propio corazón del 
mundo cuando cierto número de sus distinguidos y magnánimos soberanos -
brillantes ejemplos de devoción y determinación-, por el bien y la felicidad de 
toda la humanidad, se levanten con firme resolución y clara visión para 
establecer la Causa de la Paz Universal. Deberán convertir la Causa de Paz 
en objeto de consultas generales, y tratar por todos los medios a su alcance de 
establecer la unión de las naciones del mundo. Deberán acordar un tratado 
obligatorio y establecer un convenio cuyas disposiciones serán firmes, 
inviolables y definitivas. Deberán proclamarlo a todo el mundo y obtener para 
él la sanción de toda la raza humana. Esta suprema y noble empresa -
verdadera fuente de paz y bienestar para el mundo entero- deberá ser 
considerada como sagrada por todos los que habitan la tierra. Las fuerzas de 
la humanidad habrán de movilizarse para asegurar la estabilidad y 
permanencia de este Más Grande Convenio. En este omnímodo Pacto, los 
límites y fronteras de todas y cada una de las naciones serían claramente 
fijados, los principios fundamentales de las relaciones entre los gobiernos 
definitivamente establecidos, y todos los acuerdos y obligaciones 
internacionales determinados. Asimismo, el número de armamentos de cada 
gobierno habrá de ser estrictamente limitado, porque si se permitiera aumentar 
los preparativos para la guerra y las fuerzas militares de cualquier nación, ello 
despertaría sospechas de las demás. El principio fundamental que subyace en 
este solemne Pacto debería ser tan firme que si algún gobierno violase 
cualquier de sus disposiciones, los demás gobiernos de la tierra deberían 
levantarse para reducirlo a completa sumisión; más aún, la raza humana en su 
totalidad debería decidir, con todas las fuerzas a su alcance, abolir a ese 
gobierno. Si esta más grande remedio fuera aplicado al enfermo cuerpo del 
mundo, éste seguramente se recuperará de sus males y permanecerá 
eternamente seguro y a salvo."
"Algunos, sin advertir el poder latente en el esfuerzo humano", señala Él 
además, "consideran que esta cuestión es sumamente impracticable, más aún, 
que está fuera del alcance del máximo empeño del hombre. Sin embargo, no 
es éste el caso. Por el contrario, en virtud de la infalible gracia de Dios, de la 
amorosa bondad de sus favorecidos, del empeño sin igual de almas sabias y 
capaces, y de los pensamientos e ideas de incomparables líderes de esa era, 
absolutamente nada puede ser considerado como inalcanzable. Se necesita 
empeño, incesante empeño. Nada que no sea una indómita determinación 
podrá lograrlo. Muchas cosas que en época anteriores se consideraban 
puramente ilusorias, actualmente se han convertido en algo muy sencillo y 
practicable. ¿Por qué esta grandiosa y elevada Causa -sol del firmamento de 
la verdadera civilización y el origen de la gloria, del progreso, del bienestar y 
del éxito de toda la humanidad- ha de ser considerada como imposible de 
alcanzar? Sin duda llegará el día en que su hermosa luz habrá de iluminar el 
concurso de los hombres."
En una de sus Tablas, 'Abdu'l-Bahá, ampliando su noble tema, revela lo 
siguiente:
"En épocas pasadas, aunque fue establecida la armonía, debido a la ausencia 
de medios, la unidad de toda la humanidad no pudo ser alcanzada. Los 
continentes permanecían totalmente divididos, e, incluso, entre los pueblos de 
un mismo continente, la asociación y el intercambio de ideas eran poco menos 
que imposibles. Por consiguiente, el intercambio, el entendimiento y la unidad 
entre los pueblos y congéneres de la tierra eran inalcanzables. Sin embargo, 
en la actualidad, los medios de comunicación se han multiplicado y los cinco 
continentes de la tierra se han fusionado virtualmente en uno solo. ...De igual 
modo, todos los miembros de la familia humana, ya sean pueblos o gobiernos, 
ciudades o aldeas, se han vuelto progresivamente interdependientes. La 
autosuficiencia no es ya posible para nadie, puesto que los lazos políticos 
unen a todos los pueblos y naciones, y día a día se estrechan los vínculos del 
comercio y la industria, de la agricultura y la educación. Por lo tanto, la unidad 
de toda la humanidad puede ser lograda en este día. Ciertamente, ésta no es 
sino una de las maravillas de esta era asombrosa, de este glorioso siglo. Las 
época pasadas se vieron privadas de ello, pues este siglo -el siglo de la luz- 
ha sido dotado de una gloria, un poder y entendimiento únicos y sin 
precedentes. De allí, el milagroso surgir de una nueva maravilla cada día. 
Finalmente se verá cuán brillantes arderán sus candelas en el concurso de los 
hombres.
Contemplad cómo esta luz se está asomando ahora en el ensombrecido 
horizonte del mundo. La primera candela es la unidad en el campo político, 
cuyos destellos iniciales pueden ya distinguirse. La segunda candela es la 
unidad de pensamiento en emprendimientos mundiales, cuya consumación no 
tardará en presenciarse. La tercera candela es la unidad en libertad, la que sin 
duda habrá de acontecer. La cuarta candela es la unidad en religión, la cual 
constituye la piedra fundamental de la misma base, y que, mediante el poder 
de Dios, será revelada en todo su esplendor. La quinta candela es la unidad 
de las naciones, unidad que en este siglo quedará firmemente establecida, y 
que hará que todos los habitantes del mundo se consideren ciudadanos de 
una patria común. La secta candela es la unidad de las razas, la que convierte 
a todos los que habitan la tierra en pueblos y congéneres de una misma raza. 
La séptima candela es la unidad de lenguaje, esto es, la elección de una 
lengua universal en la que todos los pueblos serán educados y en la que se 
comunicarán. Todas y cada una de éstas habrán de producirse 
inevitablemente, ya que el poderío del Reino de Dios ayudará y asistirá para 
su realización."
Hace más de sesenta años (e) en su Tabla a la Reina Victoria, Bahá'u'lláh, 
dirigiéndose al "concurso de gobernantes de la tierra", reveló lo siguiente:
" Reuníos a deliberar, y que vuestro único interés sea lo que beneficie a la 
humanidad y mejore su condición... Considerad al mundo como el cuerpo 
humano que, aunque en el momento de su creación estaba completo y era 
perfecto, se ha visto afligido, por causas diversas, con graves trastornos y 
enfermedades. Ni un solo día logró alivio; no, más bien su dolencia se agravó, 
pues cayó en manos de médicos ignorantes que daban rienda suelta a sus 
deseos personales y han errado gravemente. Y si alguna vez, por el cuidado 
de un médico hábil, un miembro de aquel cuerpo sanaba, el resto seguía 
enfermo, como antes." ...
En otro pasaje, Bahá'u'lláh agrega estas palabras:
" Vemos que aumentáis cada año vuestros gastos, y colocáis su carga sobre 
vuestros súbditos. Esto, verdaderamente, es total y gravemente injusto. Temed 
los suspiros y lágrimas de este Agraviado, y no coloquéis cargas excesivas 
sobre vuestros pueblos. ... Reconciliaos entre vosotros, para que no necesitéis 
más de armamentos salvo en la medida en que lo exija la protección de 
vuestros territorios y dominios. Manteneos unidos, oh reyes de la Tierra, pues 
con ello la tempestad de la discordia será acallada entre vosotros y vuestros 
pueblos encontrarán descanso. Si uno de entre vosotros tomare armas contra 
otro, levantaos todos contra él, pues esto no es sino justicia manifiesta."
¿Qué otra cosa podrían significar estas importantes palabras que no fuera una 
referencia a la inevitable reducción de las irrefrenadas soberanías nacionales 
como un requisito indispensable para la formación de la futura Mancomunidad 
de todas las naciones del mundo? Es necesario desarrollar cierta forma de 
super-estado mundial, a favor del cual todas las naciones del mundo 
voluntariamente habrán de ceder todo derecho a entran en guerra, ciertos 
derechos a recaudar impuestos y todos los derechos de mantener 
armamentos, salvo con el propósito de conservar el orden interno dentro de 
sus respectivos dominios. Dicho estado habrá de incluir en su órbita a un 
Poder Ejecutivo Internacional con capacidad para hacer valer la autoridad 
suprema e indiscutible a todo miembro reacio de la mancomunidad; un 
Parlamento Mundial cuyos miembros serán elegidos por el pueblo en sus 
respectivos países y cuya elección será confirmada por sus respectivos 
gobiernos; y un Tribunal Supremo cuyos dictámenes tendrán efectos 
obligatorios aun en los casos en que las partes interesadas no estén 
voluntariamente de acuerdo en someter la disputa a su consideración. Una 
comunidad mundial cuyas barreras económicas serán derribadas para siempre 
y en la que se reconocerá definitivamente la interdependencia del capital y el 
trabajo; en la que el clamor del fanatismo y el conflicto religioso será acallado 
para siempre; en la que será finalmente extinguida la llama de la animosidad 
racial; en la que un código único de derecho internacional -producto de un 
juicioso análisis de los representantes federados del mundo- será sancionado 
por la intervención inmediata y coercitiva de las fuerzas combinadas de las 
unidades federadas; y, finalmente, una comunidad mundial en la que el furor 
de una nacionalismo caprichoso y militante será trocado por una perdurable 
conciencia de ciudadanía mundial. Así es como se presenta, en líneas 
generales, el Orden anticipado por Bahá'u'lláh, Orden que habrá de ser 
considerado el más hermoso fruto de una era en lenta maduración.
"El Tabernáculo de la unidad", proclama Bahá'u'lláh en su mensaje a toda la 
humanidad, "ha sido levantado; no os miréis como extraños los unos a los 
otros. ...Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una sola rama. ...La 
tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos. ...Que ningún hombre 
se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus 
semejantes."
Que no quede ningún recelo en cuanto al propósito que anima a la Ley 
mundial de Bahá'u'lláh. Lejos de tender a la subversión de los fundamentos 
actuales de la sociedad, trata de ampliar su base, de amoldar sus instituciones 
en consonancia con las necesidades de un mundo en constante cambio. No 
está en conflicto con compromisos legítimos ni socava lealtades esenciales. Su 
propósito no es ni sofocar la llama de un sano e inteligente patriotismo en el 
corazón del hombre, ni abolir el sistema de autonomía nacional tan esencial 
cuando se busca evitar los males de un excesivo centralismo. No ignora ni 
intenta suprimir la diversidad de orígenes étnicos, de clima, de historia, de 
idioma y de tradición, de pensamiento y de costumbres que distinguen a los 
pueblos y naciones del mundo. Insta a una lealtad más amplia, a un anhelo 
mayor que cualquiera de los que la raza humana ha sentido. Insiste en la 
subordinación de móviles e intereses nacionales a los imperativos reclamos de 
un mundo unificado. Repudia el centralismo excesivo por una parte, y rechaza 
todo intento de uniformidad por otra. Su consigna es la unidad en diversidad 
como el mismo 'Abdu'l-Bahá ha aclarado:
"Considerad las flores de un jardín. Aunque diferentes en clase, color y forma, 
sin embargo, puesto que son refrescadas por el agua de una misma fuente, 
reanimadas por el aliento de un mismo viento y vigorizadas por los rayos de un 
mismo sol, esta diversidad aumenta sus encantos y aporta a su belleza. ¡Que 
desagradable para la vista si todas las flores y las plantas, las hojas y los 
capullos, los frutos, las ramas y los árboles de ese jardín fuesen todos de la 
misma forma y del mismo color! La diversidad de tonos y formas enriquece y 
adorna el jardín, y aumenta el encanto de éste. De modo similar, cuando las 
diversas maneras del pensamiento, del temperamento y del carácter son 
reunidas mediante el poder y la influencia de un organismo central, quedarán 
reveladas y se manifestarán la belleza y la gloria de la perfección humana. 
Nada que no sea el poderío celestial de la Palabra de Dios, que gobierna y 
trasciende las realidades de todas las cosas, es capaz de armonizar los 
diversos pensamientos, sentimientos, ideas y convicciones de los hijos de los 
hombres."
El llamado de Bahá'u'lláh se dirige principalmente contra toda forma de 
localismo, contra toda estrechez y prejuicio. Si los ideales largamente 
acariciados y las instituciones largamente veneradas, si ciertas convenciones 
sociales y fórmulas religiosas han dejado de promover el bienestar de la 
mayoría de la humanidad, si ya no cubren las necesidades de una humanidad 
en continua evolución, que sean descartadas y relegadas al limbo de las 
doctrinas obsoletas y olvidadas. ¿Por qué éstas, en un mundo sujeto a la 
inmutable ley del cambio y la decadencia, han de quedar exceptuadas del 
deterioro que necesariamente se apodera de toda institución humana? Porque 
las pautas legales, las teorías políticas y económicas han sido diseñadas sólo 
para proteger los intereses de la humanidad toda, y no para que la humanidad 
se vea crucificada por la conservación de la integridad de alguna ley o doctrina 
determinada.
Que no haya ningún malentendido. El principio de Unidad de la Humanidad -
pivote sobre el cual giran todas las enseñanzas de Bahá'u'lláh- no es un mero 
estallido de sentimentalismo ignorante o una expresión de vaga y piadosa 
esperanza. Su llamado no debe ser simplemente identificado con un 
renacimiento del espíritu de hermandad y de buena voluntad entre los 
hombres, ni tampoco tiene el solo propósito de fomentar la cooperación 
armoniosa entre individuos y naciones. Sus implicaciones son más profundas, 
sus aspiraciones son mayores que las correspondientes a los Profetas del 
pasado. Su mensaje es aplicable no sólo al individuo sino que atañe 
principalmente a la naturaleza de aquellas relaciones esenciales que han de 
ligar a todos los estados y naciones como a miembros de una familia humana. 
No constituye simplemente el enunciado de un ideal, sino que está 
inseparablemente vinculado a una institución apropiada para encarnar su 
verdad, demostrar su validez y perpetuar su influencia. Implica un cambio 
orgánico en la estructura de la sociedad actual, un cambio que aún el mundo 
no ha experimentado. Constituye un desafío, audaz y universal a la vez, a las 
gastadas consignas de los credos nacionales, credos que han tenido su día y 
que en el transcurso normal de los sucesos modelados y controlados por la 
Providencia, deberán abrir paso a un nuevo evangelio, fundamentalmente 
diferente e infinitamente superior a lo que el mundo ha concebido hasta ahora. 
Requiere nada menos que la reconstrucción y la desmilitarización de todo el 
mundo civilizado, un mundo orgánicamente unificado en todos los aspectos 
esenciales de su vida, de su maquinaria política, de su aspiración espiritual, de 
su comercio y de sus finanzas, de su escritura y de su idioma, y aún así, 
infinito en la diversidad de las características nacionales de sus unidades 
federadas.
Representa la consumación de la evolución humana, evolución que ha tenido 
sus orígenes en el nacimiento de la vida familiar, su subsiguiente desarrollo en 
el logro de la solidaridad tribal, lo que a su turno dio lugar a la constitución de 
la ciudad-estado, expandiéndose posteriormente en la institución de la nación 
independiente y soberana.
El principio de la Unidad de la Humanidad, tal como fuera proclamado por 
Bahá'u'lláh, lleva consigo ni más ni menos que una solemne afirmación de que 
el logro de esa etapa final en esta estupenda evolución, es no sólo necesario 
sino inevitable, que su realización se aproxima rápidamente y que nada que no 
sea el poder nacido de Dios logrará establecerlo...
¿Quién sabe si, para que una concepción tan elevada tome cuerpo, un 
sufrimiento aún más intenso que ninguno que haya experimentado, deberá ser 
infligido a la humanidad? ¿Acaso algo menos que el fuego de una guerra civil 
con toda su violencia y sus vicisitudes -una guerra que casi desgarró a la gran 
república norteamericana- podría haber fusionado a los estados, no sólo en 
una unión de unidades independientes, sino en una nación, a pesar de todas 
las diferencias étnicas que caracterizaban a las partes componentes? Parece 
muy poco probable que una revolución tan fundamental, que involucra cambios 
de tan grande alcance en la estructura de la sociedad, pueda ser lograda a 
través del proceso ordinario de la diplomacia y de la educación. Sólo tenemos 
que volver nuestra mirada hacia la sangrienta historia de la humanidad para 
advertir que tan sólo una intensa agonía mental y física ha sido capaz de 
precipitar esos cambios trascendentales que constituyen los más grandes hitos 
en la historia de la civilización humana.
Aunque esos cambios del pasado fueron grandiosos y de mucho alcance, no 
parecen ser, al contemplárselos en la perspectiva apropiada, sino ajustes 
subsidiarios a modo de anticipo de esa transformación de incomparable 
majestuosidad y trascendencia que ha de sobrellevar la humanidad en esta 
era. Lamentablemente, se hace cada vez más evidente que únicamente las 
fuerzas de una catástrofe mundial podrán precipitar esa nueva fase del 
pensamiento humano. Paulatinamente, los hechos futuros habrán de 
demostrar la verdad de que tan sólo el fuego de una severa aflicción, de 
intensidad inigualada, puede fusionar y unir las entidades discordantes que 
constituyen los elementos de la civilización actual, en los componentes 
integrantes de la comunidad mundial del futuro.
La profética voz de Bahá'u'lláh advirtiendo, en los pasajes finales de Las 
Palabras Ocultas, a los pueblos del mundo que una calamidad imprevista los 
sigue y que un penoso castigo les espera, arroja fantástica luz sobre los 
destinos inmediatos de una afligida humanidad. Nada que no sea un fiero 
tormento, del cual la humanidad emergerá purificada y preparada, logrará 
implantar ese sentido de responsabilidad que los líderes de una era naciente 
deberán asumir.
Dirijo nuevamente vuestra atención a las ominosas palabras de Bahá'u'lláh que 
ya he citado: "Y cuando llegue la hora señalada, aparecerá súbitamente 
aquello que hará temblar a los miembros del cuerpo de la humanidad". ...
Una palabra más como conclusión. La proclamación de la Unidad de la 
Humanidad -piedra fundamental del dominio omnímodo de Bahá'u'lláh- no 
debe ser comparada bajo ninguna circunstancia con algunas expresiones de 
piadosa esperanza, pronunciadas en el pasado. El suyo no es meramente un 
llamado que Él realizó, solo y sin ayuda, frente a la oposición implacable y 
combinada de dos de los más poderosos potentados orientales de su época, 
siendo Él un exiliado y prisionero en sus manos. Significa a la vez una 
advertencia y una promesa: una advertencia de que en él reside el único 
medio de salvación de un mundo en gran sufrimiento; una promesa de que su 
realización se encuentra al alcance de la mano.
Expresado en una época en que sus posibilidades todavía no habían sido 
seriamente contemplada en ningún lugar del mundo, mediante esa potencia 
celestial que la ha insuflado el Espíritu de Bahá'u'lláh, ha pasado a ser 
considerado finalmente, por un creciente número de hombres reflexivos, no 
sólo como una posibilidad cercana, sino como el resultado necesario de las 
fuerzas que están actuando hoy en el mundo.
El mundo, comprimido y transformado en un único organismo altamente 
complejo debido al maravilloso progreso alcanzado en el ámbito de las 
ciencias físicas, a la expansión mundial del comercio y la industria, y luchando 
bajo la presión de fuerzas económicas mundiales, entre los peligros de una 
civilización materialista, se encuentra sin duda en la urgente necesidad de un 
replanteo de la Verdad subyacente en todas las Revelaciones del pasado, en 
un lenguaje acorde con sus requerimientos esenciales. ¿Y qué otra voz que no 
sea la de Bahá'u'lláh -el Portavoz de Dios para esta era- sería capaz de lograr 
una transformación tan radical de la sociedad como la que Él ya ha logrado en 
los corazones de esos hombres y mujeres, tan diferentes y aparentemente 
irreconciliables, quienes constituyen el conjunto de sus declarados seguidores 
en todo el mundo?
Que una concepción tan majestuosa esté brotando rápidamente de las mentes 
de los hombres, que se estén elevando voces en su apoyo, que los rasgos 
sobresalientes habrán pronto de cristalizar en la conciencia de quienes tienen 
autoridad, en verdad, son cosas que pocos pueden poner en duda. Que sus 
modestos comienzos han ya tomado cuerpo en la Administración mundial, en 
la que se encuentran mancomunados los adherentes a la Fe de Bahá'u'lláh, es 
un hecho que sólo quienes tengan el corazón corrompido por el prejuicio 
dejarán de advertir. ...
III
UN MODELO PARA LA SOCIEDAD FUTURA
Sólo unos pocos dejarán de reconocer que el Espíritu instilado por Bahá'u'lláh 
en el mundo, y que se está manifestando a sí mismo con diferentes grados de 
intensidad a través de los esfuerzos conscientemente demostrados por sus 
adherentes declarados, e indirectamente a través de ciertas organizaciones 
humanitarias, jamás podrá penetrar y ejercer una influencia permanente sobre 
la humanidad, a menos que se encarne en un orden visible que lleve su 
nombre, completamente identificado con sus principios, y funcionando de 
acuerdo con sus leyes. Bahá'u'lláh, en su Libro de Aqdas, y luego 'Abdu'l-Bahá 
en su Testamento -documento que confirma, suplementa y correlaciona las 
estipulaciones del Aqdas- han expuesto en su totalidad los elementos 
esenciales para la constitución de la Mancomunidad Bahá'í mundial, y quien 
los haya leído no podrá negarlos. La Dispensación de Bahá'u'lláh -el Arca de 
la salvación humana- debe modelarse de acuerdo a estos principios 
administrativos divinamente ordenados. De ellos fluirán todas las futuras 
bendiciones y sobre ellas descansará finalmente su inviolable autoridad.
Reconoceremos rápidamente que Bahá'u'lláh no sólo infundió en la humanidad 
un nuevo espíritu regenerador. Él no ha enunciado meramente ciertos 
principios universales o propuesto una filosofía particular, no importa cuán 
potentes, firmes y universales éstos sean. Él, además, lo mismo que 'Abdu'l-
Bahá después de Él, a diferencia de las Dispensaciones del pasado, clara y 
específicamente formularon un conjunto de leyes, establecieron instituciones 
definidas y proveyeron los elementos de una economía divina. Ellos están 
destinados a conformar un modelo para la sociedad futura, un instrumento 
supremo para el establecimiento de la Más Grande Paz, el único factor para la 
unificación del mundo, y la proclamación del reino de la rectitud y la justicia en 
la tierra. ...14
Los líderes religiosos, los exponentes de teorías políticas, los dirigentes de las 
instituciones humanas, quienes en la actualidad están presenciando con 
perplejidad y espanto la bancarrota de sus ideas y la desintegración de sus 
obras, harían muy bien en dirigir su mirada hacia la Revelación de Bahá'u'lláh 
y meditar acerca del Orden Mundial que, atesorado en sus enseñanzas, está 
surgiendo lenta e imperceptiblemente rodeado del tumulto y caos de la 
civilización actual. No deben abrigar duda o ansiedad respecto de la 
naturaleza, el origen o validez de las instituciones que están erigiendo en todo 
el mundo los adherentes de la Fe. Pues ellas yacen enclavadas en las 
enseñanzas mismas, sin ser adulteradas ni oscurecidas por inferencias 
insostenibles, o por interpretaciones no autorizadas de su Palabra. ...
Impetuosas fuerzas tan milagrosamente liberadas por medio de dos 
independientes e inmediatamente sucesivas Manifestaciones van siendo 
ahora, ante nuestros propios ojos, gradualmente agrupadas y disciplinadas, 
gracias al cuidado de los elegidos administradores de una Fe de tan vastos 
alcances. Dichas fuerzas se van cristalizando lentamente en instituciones que 
llegarán a ser consideradas como el distintivo y la gloria de la era que estamos 
nosotros llamados a establecer e inmortalizar con nuestras obras. ...15
Sería extremadamente erróneo intentar una comparación entre este Orden, 
único, divinamente concebido, y cualquiera de los diversos sistemas ideados 
por la mente de los hombres para el gobierno de las instituciones humanas en 
los diversos períodos de su historia. Semejante intento evidenciaría una 
absoluta falta de apreciación acerca de la excelencia de la obra de su Gran 
Autor. ¿Y cómo podría ser de otro modo si recordamos que este Orden 
constituye el modelo mismo de esa divina civilización que por la omnipotente 
Ley de Bahá'u'lláh está destinada a establecerse sobre la tierra? Los 
diferentes y siempre variables sistemas de gobierno humano, ya sean del 
pasado o del presente, originarios del Este o del Oeste, no ofrecen criterios 
adecuados para estimar la potencia de sus virtudes ocultas o apreciar la 
solidez de sus bases.
La Mancomunidad Bahá'í del futuro, de la cual este Orden Administrativo 
constituye su sola armazón, es teórica y prácticamente no sólo única en la 
historia entera de las instituciones políticas, sino que no tiene paralelo en los 
anales de ninguno de los reconocidos sistemas religiosos del mundo. Ninguna 
forma de gobierno democrático; ni aun ninguno de los reconocidos tipos de 
teocracias, ya sea el Estado Hebreo o las varias organizaciones eclesiásticas 
cristianas, o el Imanato o el Califato en el Islám; ninguno de ellos puede 
identificarse o decirse que se asemeja con el Orden Administrativo creado por 
la mano maestra de su perfecto Arquitecto.
Este recién nacido Orden Administrativo incorpora dentro de su estructura 
ciertos elementos que se hallan dentro de cada una de las tres reconocidas 
formas de gobierno secular, sin constituir de manera alguna una mera réplica 
de alguna de ellas, ni introducir dentro de su mecanismo ninguna de las 
características objetables que ellos inherentemente poseen. Como ningún 
gobierno establecido por los mortales ha podido aún realizar, funde y armoniza 
las sanas verdades que cada uno de esos sistemas indudablemente contiene, 
sin viciar la integridad de aquellas verdades divinas en que está por último 
fundado.
El Orden Administrativo de la Fe de Bahá'u'lláh no puede ser considerado 
desde ningún punto de vista como de carácter puramente democrático, puesto 
que esta Dispensación carece del postulado básico según el cual todas las 
democracias, para la obtención de su mandato, dependen fundamentalmente 
del pueblo. Ha de tenerse en cuenta que, en la dirección de los asuntos 
administrativos de la Fe, en la sanción de la legislación necesaria para 
suplementar las leyes del Kitáb-i-Aqdas, los miembros de la Casa Universal de 
Justicia, como lo dicen las claras palabras de Bahá'u'lláh, no son responsables 
ante aquellos a quienes representan, ni les está permitido atenerse a los 
sentimientos, a la opinión general, ni aún a las convicciones de las masas de 
los fieles o de aquellos que los eligen directamente. En actitud de oración, 
ellos deben seguir los dictados y los impulsos de su conciencia. Ellos pueden, 
más bien deben, enterarse de las condiciones prevalecientes dentro de la 
comunidad, pesar desapasionadamente en sus mentes los méritos de 
cualquier asunto presentado a su consideración, pero han de reservarse el 
derecho de dar un fallo libre de toda influencia. "Dios, en verdad, los inspirará 
con lo que fuere su Voluntad", asegura de manera incontrovertible Bahá'u'lláh. 
Ellos, pues, y no el conjunto de quienes directa o indirectamente los eligen, 
han sido hechos receptáculos de la guía divina, que es a la vez la sangre de 
vida y la salvaguardia final de esta Revelación. ...16
Tampoco puede descartarse al Orden Administrativo Bahá'í como duro y rígido 
sistema de severa autocracia, o vana imitación de cualquier forma absolutista 
de gobierno eclesiástico, como el Papado, el Imanato o cualquier otra 
institución similar, por la razón obvia de que el derecho de legislar en materias 
no reveladas expresamente en los escritos bahá'ís, ha sido conferido 
exclusivamente a los elegidos representantes internacionales de los 
seguidores de Bahá'u'lláh. Ni el Guardián de la Fe, ni ninguna institución que 
no sea la Casa Universal de Justicia, podrá jamás usurpar este vital y esencial 
poder, o coartar ese sagrado derecho. La abolición del sacerdocio profesional 
y los sacramentos que lo acompañan, bautismo, comunión y confesión de 
pecados; las leyes que establecen la elección por sufragio universa de todas 
las Casas de Justicia locales, nacionales o internacional; la ausencia completa 
de autoridad episcopal con sus consiguiente privilegios, corrupciones y 
tendencias burocráticas, son evidencias adicionales del carácter no-
autocrático del Orden Administrativo Bahá'í y de su inclinación hacia métodos 
democráticos en la administración de sus asuntos.
Tampoco debe este Orden, identificado con el nombre de Bahá'u'lláh, ser 
confundido con ningún sistema de gobierno puramente aristocrático, por el 
hecho de que, al sostener por un lado el principio hereditario y confiar al 
Guardián de la Fe la obligación de interpretar sus enseñanzas, provee por el 
otro la libre y directa elección, de entre la masa de los fieles, del cuerpo que 
constituye su más alto órgano legislativo.
Si bien ni puede decirse que este Orden Administrativo ha sido modelado 
según alguno de estos reconocidos sistemas de gobierno, sin embargo 
incorpora, reconcilia y asimila dentro de su estructura aquellos sanos 
elementos que pueden encontrarse en cada uno de ellos. La autoridad 
hereditaria que el Guardián está llamado a ejercer; las funciones vitales y 
esenciales que desempeña la Casa Universal de Justicia; las provisiones 
específicas que establecen su elección democrática por los representantes de 
los fieles, todo demuestra la verdad de que este Orden, divinamente revelado, 
que jamás podrá identificarse con ninguna de las formas típicas de gobierno a 
que se refiere Aristóteles en sus obras, incorpora cada una de ellas, con las 
verdades espirituales en que está basado. Estando los consabidos males 
inherentes a cada uno de estos sistemas de gobierno rígida y 
permanentemente excluidos de este Orden único, jamás, por más que 
perduren y se extiendan sus ramificaciones, podrá degenerar en alguna forma 
de despotismo, oligarquía o demagogia, con que tarde o temprano se 
corrompen los mecanismos de todas las instituciones políticas, esencialmente 
defectuosas, hechas por el hombre. ...
Significativos como son los orígenes de esta poderosa estructura 
administrativa, y no obstante el carácter único de sus rasgos, los 
acontecimientos que puede decirse sirvieron de heraldo a su nacimiento y 
señalaron la etapa inicial de su evolución, parecen ser no menos notables. 
¡Cuán sorprendente y edificante es el contraste entre el proceso de lenta y 
continua consolidación que caracteriza el crecimiento de su poder naciente, y 
el torrente devastador de las fuerzas de desintegración que atacan a las 
consumidas instituciones tanto religiosas como seculares de la sociedad 
actual!
La vitalidad que las instituciones orgánicas de este grande y siempre creciente 
Orden tan poderosamente evidencia; los obstáculos que el gran valor y la 
intrépida resolución de sus administradores ya han superado; el fuego del 
inagotable entusiasmo que arde con fervor constante en los corazones de sus 
maestros viajeros; las alturas de sacrificio personal a que están llegando ahora 
sus constructores principales, la amplitud de visión, la confiada esperanza, el 
gozo creativo, la paz interior, la inexorable integridad, la disciplina ejemplar, la 
inflexible unidad y solidaridad que manifiestan sus valientes defensores; el 
grado hasta el cual el Espíritu que anima a este Orden se ha mostrado capaz 
de asimilar a los diversos elementos dentro de su esfera y de limpiarlos de 
toda clase de prejuicios y amalgamarlos dentro de su estructura, son 
evidencias de un poder que mal puede permitirse ignorar una sociedad 
desilusionada y tristemente atormentada.
Comparad estas espléndidas manifestaciones del espíritu que anima a este 
vibrante cuerpo de la Fe de Bahá'u'lláh, con los llantos y agonías, las locuras y 
vanidades de un mundo enfermo y caótico. Observad el temor que atormenta a 
sus líderes y paraliza la acción de sus ciegos y desorientados estadistas. 
¡Cuán feroces los odios, cuán falsas las ambiciones, cuán estrechas las 
finalidades, cuán arraigadas las sospechas de sus pueblos! ¡Cuán inquietante 
el desacato a los leyes, la corrupción, la incredulidad que están carcomiendo 
los órganos vitales de una tambaleante civilización!
¿No puede acaso este proceso de continuo deterioro que está invadiendo 
insidiosamente tantas ramas de la actividad y del pensamiento humanos, ser 
considerado como un elemento necesario para que se levante el Omnipotente 
brazo de Bahá'u'lláh? ¿No podríamos acaso, en los graves acontecimientos 
que han agitado tan profundamente a todos los continentes de la tierra... ver 
los presagiosos signos que proclaman al mismo tiempo las agonías de una 
civilización en desintegración y los dolores del nacimiento de ese Orden 
Mundial, esa Arca de salvación, que debe necesariamente levantarse sobre 
sus ruinas?17
IV
LA MANCOMUNIDAD MUNDIAL
El contraste entre las evidencias acumuladas de firme consolidación que 
acompañan el surgimiento del Orden Administrativo de la Fe de Dios, y las 
fuerzas de desintegración que sacuden las fibras de una sociedad dolorida, es 
tan claro como impresionante. Tanto dentro como fuera del mundo bahá'í, los 
signos y evidencias que, de una manera misteriosa, están anunciando el 
nacimiento de este Orden Mundial, el establecimiento del cual debe señalar el 
advenimiento de la Edad de Oro de la Causa de Dios, están creciendo y 
multiplicándose día a día. Ningún observador honesto pueda ya dejar de 
distinguirlos. No puede ser confundido por la dolorosa lentitud que caracteriza 
el desenvolvimiento de la civilización que los seguidores de Bahá'u'lláh están 
luchando por establecer. Ni puede ser engañado por las efímeras 
manifestaciones de renaciente prosperidad que por momentos parecen ser 
capaces de contrarrestar el influjo destructor de los crónicos males que afectan 
a las instituciones de una edad decadente. Los signos de la época son 
demasiado numerosos y apremiantes como para permitirse equivocar su 
carácter o disminuir su significado. Él puede, si es honesto en sus juicios, 
reconocer en la serie de acontecimientos que, por un lado, proclaman la 
irresistible marcha de las instituciones directamente asociadas a la Revelación 
de Bahá'u'lláh y pronostican, por otra parte, la caída de esos poderes y 
principados que la han ignorado o resistido; puede reconocer en todos ellos 
las evidencias de la acción de la omnipresente Voluntad de Dios, la formación 
de su perfectamente ordenado y universal Plan.
"Pronto", las propias palabras de Bahá'u'lláh proclaman, "el Orden actual será 
enrollado, y uno nuevo extendido en su lugar. Ciertamente, tu Señor habla la 
verdad y es el Conocedor de cosas no vistas". "Por Mí mismo", declara 
solemnemente, "se aproxima el día que Nos habremos desechado al mundo y 
todo el que en él existe y habremos desplegado un nuevo Orden en su lugar. 
Él, por cierto, tiene poder sobre todas las cosas". "El equilibrio del mundo", 
explica, "ha sido trastornado por la vibrante influencia de este más grande, 
este nuevo Orden Mundial. La vida ordenada de la humanidad ha sido 
revolucionada por la acción de este único, este maravilloso Sistema, nada que 
se la parezca ojos mortales jamás han presenciado". "Los signos de 
convulsiones y caos inminentes", advierte a los pueblos del mundo, "pueden 
ya ser distinguidos por cuanto el Orden prevaleciente demuestra ser 
lamentablemente defectuoso." ...18
Ningún mecanismo que se aparte de las normas establecidas por la 
Revelación Bahá'í, que en desacuerdo con el sublime modelo ordenado en sus 
escritos, y que los esfuerzos colectivos de la humanidad podrían todavía idear, 
puede esperar alcanzar nada más allá de esa "Paz Menor" a la cual el Autor 
de nuestra Fe ha aludido en sus escritos. "Ya que habéis rechazado la Más 
Grande Paz", amonestando a los reyes y gobernantes de la tierra ha escrito; 
"aferraos a ésta, la Paz Menor, que quizá podáis en cierto grado, mejorar 
vuestra propia condición y la de quienes dependen de vosotros". 
Explayándose sobre esta Paz Menor, Él se dirige así en esa misma Tabla a los 
gobernantes de la tierra: "Reconciliaos entre vosotros, para que no necesitéis 
más de armamentos salvo en la medida en que lo exija la protección de 
vuestros territorios y dominios. ...Manteneos unidos, oh reyes de la Tierra, 
pues con ello la tempestad de la discordia será acallada entre vosotros y 
vuestros pueblos encontrarán descanso, si sois de aquellos que comprenden. 
Si uno de entre vosotros tomare armas contra otro, levantaos todos contra él, 
pues esto no es sino justicia manifiesta.
La Más Grande Paz, por otra parte, tal como la concibe Bahá'u'lláh -paz que 
deberá surgir inevitablemente como consecuencia práctica de la 
espiritualización del mundo y la fusión de todas sus razas, credos, clases y 
naciones- no puede descansar sobre otras bases y no puede ser preservada a 
través de otra cosa que no sean los preceptos divinos que están implícitos en 
el Orden Mundial vinculado a su santo nombre. En su Tabla, revelada hace 
casi setenta años (f) a la Reina Victoria, Bahá'u'lláh, aludiendo a esta Más 
Grande Paz, ha declarado: "Lo que el Señor ha ordenado como el supremo 
remedio y el más poderoso instrumento para la curación del mundo entero es 
la unión de todos sus pueblos en una Causa universal, en una Fe común. Esto 
de ningún modo puede lograrse excepto por el poder de un Médico hábil, 
todopoderoso e inspirado. Esto, ciertamente, es la verdad y todo lo demás no 
es sino error". ... Él, en otra Tabla, declara: "Corresponde a todos los hombres 
en este Día aferrarse al Más Grande Nombre y establecer la unidad de toda la 
humanidad. No existe sitio dónde escapar, ni refugio que nadie pueda buscar, 
excepto Él".
La Revelación de Bahá'u'lláh, cuya misión suprema no es otra que el logro de 
esta unidad orgánica y espiritual del conjunto de naciones, debe ser 
considerada, si nos guiamos por sus implicaciones, como la señal del 
advenimiento de la madurez de toda la raza humana. No deben tomársela 
como si fuera sólo otro renacimiento espiritual dentro de la siempre cambiante 
suerte de la humanidad, ni como una etapa más en una serie de progresivas 
Revelaciones, ni como la culminación de una sucesión de repetidos ciclos 
proféticos, sino como la señal de la última y más elevada etapa en la 
estupenda evolución de la vida colectiva del hombre en este planeta. El 
surgimiento de una comunidad mundial, el establecimiento de una civilización 
y una cultura mundiales -todo ello sincronizado con las etapas iniciales del 
desenvolvimiento de la Edad de Oro de la Era Bahá'í- deben ser considerados, 
por su propia naturaleza y en lo que a esta vida planetaria se refiere, como los 
límites finales en la organización de la sociedad humana, aunque el hombre 
como individuo continúe indefinidamente su progreso y desarrollo, y es más, 
deberá hacerlo como resultado de tal consumación.
Este místico, penetrante, todavía indefinible cambio que está asociado con la 
etapa de maduración inevitable en la vida del individuo y en el desarrollo del 
fruto, debe tener su contraparte, si comprendemos correctamente las palabras 
de Bahá'u'lláh, en la evolución de la organización de la sociedad humana. Una 
etapa similar tarde o temprano, debe ser alcanzada en la vida colectiva de la 
especie humana, produciendo un fenómeno aún más sorprendente en las 
relaciones internacionales y dotando a toda la humanidad de una gran 
capacidad de bienestar que suministrará, en épocas sucesivas, el principal 
estímulo necesario para el eventual cumplimiento de su elevado destino. ...19
Sólo quienes estén dispuestos a asociar la Revelación anunciada por 
Bahá'u'lláh con la consumación de una evolución tan formidable en la vida 
colectiva de toda la raza humana, podrán captar el significado de las palabras 
que Él juzgó conveniente pronunciar al aludir a las glorias de este Día 
prometido y a la duración de la Era Bahá'í. "Éste es el Rey de los Días", Él 
exclama, "el Día que ha visto la llegada del Bienamado, Aquel Quien ha sido 
proclamado, por toda la eternidad, el Deseo del Mundo". Además, Él afirma: 
"Las Escrituras de las Dispensaciones del pasado celebran el gran jubileo que 
ha de saludar a este supremo Día de Dios. Bienaventurado quien haya vivido 
para presenciar este Día y reconocer su importancia". ...20
Aunque la Revelación de Bahá'u'lláh ha sido promulgada, el Orden Mundial 
que tal Revelación debe necesariamente engendrar no ha nacido todavía. 
Aunque la Edad Heroica de su Fe ha pasado, las energías creadoras que esa 
Edad ha liberado, no han cristalizado aún en esa sociedad mundial que, en la 
plenitud del tiempo, ha de reflejar el esplendor de su gloria. Aunque la 
estructura de su Orden Administrativo ha sido erigida, y el Período Formativo 
de la Era Bahá'í ha comenzado, el prometido Reino en el cual la simiente de 
sus instituciones habrá de madurar, aún no ha sido inaugurado. Aunque su voz 
ha sido levantada y las insignias de su Fe han sido elevadas en no menos de 
cuarenta países (g) tanto del Este como del Oeste, la integridad de la raza 
humana no ha sido reconocida todavía, ni su unidad proclamada, ni el 
estandarte de la Más Grande Paz enarbolado...21
Para la revelación de esta gran gracia, un período de intensa agitación y de 
gran sufrimiento parecería ser indispensable. Radiante como ha sido la Era 
que ha presenciado el comienzo de la Misión confiada a Bahá'u'lláh, resulta 
cada vez más evidente que el intervalo que ha de transcurrir antes de que tal 
Era brinde sus mejores frutos, aparecerá eclipsado por tinieblas morales y 
sociales que han de preparar a una humanidad impenitente para el premio que 
ella está destinada a heredar.
Hacia tal período estamos firme e irrevocablemente dirigiéndonos. Entre las 
sombras que paulatinamente nos van cercando, apenas podemos discernir los 
destellos de la celestial soberanía de Bahá'u'lláh apareciendo 
intermitentemente en el horizonte de la historia. A nosotros, la "generación de 
la penumbra", que vive en una época que podemos designar como el período 
de incubación de la Mancomunidad Mundial concebida por Bahá'u'lláh, se nos 
ha asignado una tarea cuyo elevado privilegio nunca podremos apreciar 
suficientemente y cuyas dificultades escasamente podemos aún reconocer. 
Bien podemos creer, quienes hemos sido señalados para presenciar el 
resultado de la acción de las oscuras fuerzas destinadas a desencadenar un 
torrente de agonizantes tribulaciones, que la hora más tenebrosa que debe 
preceder al amanecer de la Edad de Oro de nuestra Fe aún no ha llegado. 
Profunda como es la tiniebla que ya envuelve al mundo, las penosas 
aflicciones que ese mundo irá a padecer, están todavía en preparación, y no 
puede su tenebrosidad ser todavía imaginada. Nos encontramos en el umbral 
de una era cuyas convulsiones proclaman por igual los dolores de la muerte 
del viejo orden y los dolores del nacimiento del nuevo. Puede decirse que este 
Nuevo Orden Mundial ha sido concebido a través de la fecunda influencia de 
la Fe anunciada por Bahá'u'lláh. Por el momento, podemos sentir su agitación 
en la matriz de una era dolorida, una era que aguarda la hora señalada para 
poder arrojar su carga y ofrecer su precioso fruto.
"Toda la tierra", escribe Bahá'u'lláh, "se encuentra ahora en estado de preñez. 
Se aproxima el día en que habrá producido sus más nobles frutos, en que de 
ella habrán brotado los más majestuosos árboles, las flores más encantadoras, 
las más maravillosas bendiciones." ...22
"El llamado de Dios", 'Abdu'l-Bahá ha escrito, "una vez producido, insufló una 
nueva vida en el cuerpo de la humanidad e infundió un nuevo espíritu en toda 
la creación. Por esta razón, el mundo se ha conmovido hasta sus cimientos y 
los corazones y las conciencias de los hombres han revivido. Dentro de poco, 
las evidencias de esta generación serán reveladas, y los dormidos habrán de 
despertar." ...23
La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa a la cual la 
sociedad se está ahora aproximando. La unidad de la familia, de la tribu, de la 
ciudad-estado y de la nación, han sido intentadas sucesivamente y 
establecidas por completo. La unidad mundial es la meta hacia la cual se está 
esforzando una humanidad hostigada. La erección de naciones ha llegado a 
su fin. La anarquía inherente a la soberanía del estado está moviéndose hacia 
su clímax. Un mundo en camino hacia la madurez debe abandonar este 
fetiche, reconocer la unicidad y la integridad de las relaciones humanas, y 
establecer de una vez por todas el mecanismo que mejor pueda encarnar este 
principio fundamental de su vida.
Bahá'u'lláh proclama: "En esta era, una nueva vida se agita en todos los 
pueblos de la tierra, y sin embargo ninguno ha descubierto su causa o 
percibido su motivo". Así se dirige Él a su generación: "¡Oh vosotros, hijos de 
los hombres! El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y su Religión 
es proteger los intereses de la raza humana y promover su unidad. ...Este es el 
sendero recto, el cimiento fijo e inamovible. Todo lo que sea erigido sobre este 
cimiento, los cambios y azares del mundo no podrán nunca menoscabar su 
resistencia, ni el transcurso de incontables siglos podrá socavar su estructura". 
"El bienestar de la humanidad", Él declara, "si paz y seguridad son 
inalcanzables hasta tanto su unidad sea firmemente establecida". "Tan 
poderosa es la luz de la unidad", además testimonia, "que puede iluminar a 
toda la tierra. El Dios único y verdadero, Quien conoce todas las cosas, Él 
mismo atestigua la verdad de estas palabras. ...Esta meta supera a toda otra 
meta y esta aspiración es la reina de todas las aspiraciones". "Él, Quien es 
vuestro Señor, el Todomisericordioso", además ha escrito, "acaricia en su 
corazón el deseo de contemplar a toda la raza humana como una sola alma y 
un solo cuerpo. Apresuraos a ganar vuestra parte de la buena gracia de Dios y 
de su misericordia en este Día que eclipsa a todos los otros días creados."
La unidad de la raza humana, contemplada por Bahá'u'lláh, implica el 
establecimiento de una mancomunidad mundial en la que todas las razas, 
credos y clases estén estrecha y permanentemente unidas, y en la que la 
autonomía de sus estados miembros, la libertad personal y la iniciativa de los 
individuos que la componen estén definitiva y completamente resguardadas. 
Esta mancomunidad debe, tal como podemos visualizarla, consistir en una 
legislatura mundial, cuyos miembros, en calidad de albaceas de toda la 
humanidad, controlarán definitiva y enteramente los recursos de todas las 
naciones que la compongan y formularán aquellas leyes que sean requeridas 
para reglamentar las relaciones de todas las razas y pueblos. Un ejecutivo 
mundial respaldado por una fuerza internacional, llevará a cabo las decisiones 
a que se haya llegado, y aplicará las leyes aprobadas por esa legislatura 
mundial, y resguardará la unidad orgánica de toda la mancomunidad. Un 
tribunal mundial adjudicará y dictaminará su veredicto obligatorio y final en 
todas y cualesquiera disputas que surjan entre los varios elementos 
constituyentes de este sistema universal. Un mecanismo de intercomunicación 
mundial será ideado, el cual abarcará a todo el planeta, liberado de las trabas 
y restricciones nacionales, funcionando con maravillosa rapidez y perfecta 
regularidad. Una metrópolis mundial, actuará como el centro nervioso de una 
civilización mundial, el foco hacia el cual las fuerzas unificadoras de la vida 
han de convergir y del cual sus energizantes influencias serán irradiadas. Un 
idioma mundial será creado o elegido de entre los idiomas existentes y 
enseñado en las escuelas de todas las naciones federadas como un auxiliar 
del idioma materno. Una escritura mundial, una literatura mundial, un sistema 
monetario, de pesas y medidas uniforme y universal, simplificará y facilitará el 
intercambio y entendimiento entre las naciones y razas de la humanidad. En 
semejante sociedad mundial, la ciencia y la religión, las dos fuerzas más 
potentes de la vida humana, se reconciliarán, cooperarán, y se desarrollarán 
armoniosamente. La prensa, bajo tal sistema, en tanto que dará plena libertad 
a la expresión de los diversos puntos de vista y convicciones de la humanidad, 
cesará de ser perversamente manipulada por intereses creados, sean éstos 
privados o públicos y será liberada de la influencia de gobiernos y pueblos 
contendientes. Los recursos económicos del mundo serán organizados, sus 
fuentes de materias primas serán explotadas y totalmente utilizadas, sus 
mercados serán coordinados y desarrollados y la distribución de sus 
productos, será equitativamente regulada.
La rivalidades, odios e intrigas nacionales cesarán, y la animosidad y prejuicio 
raciales serán reemplazados por amistas, entendimiento y cooperación racial. 
Las causas de lucha religiosa serán definitivamente eliminadas, las barreras y 
restricciones económicas serán completamente abolidas y la excesiva 
distinción entre clases será suprimida. Pobreza extrema por una parte, y 
exagerada acumulación de bienes por otra, desaparecerán. La enorme energía 
disipada y derrochada en la guerra, ya sea económica o política, será 
consagrada a aquellos fines que extiendan el alcance de las invenciones 
humanas y del desarrollo tecnológico, al aumento de la productividad de la 
humanidad, al exterminio de las enfermedades, a la extensión de la 
investigación científica, a la elevación del nivel de la salud física, a la 
agudización y refinamiento del cerebro humano, a la explotación de los 
inusitados e insospechados recursos del planeta, a la prolongación de la vida 
humana, y al fomento de cualquier otro instrumento que pueda estimular la 
vida intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana.
Un sistema federado mundial, gobernando toda la tierra y ejerciendo irrefutable 
autoridad sobre sus vastos e inimaginables recursos, que armonice y encarne 
los ideales del Este y el Oeste, liberado de la maldición de la guerra y sus 
miserias y dedicado a la explotación de todos los recursos disponibles de 
energía sobre la superficie del planeta, un sistema en el cual la Fuerza es 
transformada en siervo de la Justicia, cuya vida es sostenida por el 
reconocimiento universal de un solo Dios, y por su lealtad a una Revelación 
común, tal es la meta hacia la cual la humanidad, impelida por las fuerzas 
unificadoras de la vida, se está dirigiendo.24
V
EL DESTINO DE LA HUMANIDAD
Cuando miramos en retrospectiva más allá del pasado inmediato y 
examinamos aunque más no sea someramente las vicisitudes que afligen a 
una sociedad crecientemente atormentada, y recordamos las tiranteces y 
tensiones a las que en forma creciente ha sido sometido el tejido de un orden 
agonizante, no podemos más que maravillarnos por el agudo contraste 
presentado, por un lado, por las evidencias acumuladas de un desarrollo 
ordenado, y la ininterrumpida multiplicación de las influencias de un Orden 
Administrativo diseñado para ser el precursor de una civilización mundial, y, 
por el otro, por las nefastas manifestaciones de agudo conflicto político, de 
agitación social, de animosidad racial, de antagonismo de clases, de 
inmoralidad y de irreligión, proclamando en términos inciertos, la corrupción y 
obsolescencia de las instituciones de un orden en bancarrota. ...25
"Los vientos de la desesperación", escribe Bahá'u'lláh al contemplar el destino 
inmediato de la humanidad, "soplan, ¡ay!, desde todas direcciones, y la lucha 
que divide y aflige a la raza humana crece cada día". ..."Tal será su condición", 
ha declarado Él en otro contexto, "que revelarlo ahora no será propio ni 
conveniente". "Estas luchas infructuosas", Él por otra parte ha profetizado 
enfáticamente, previendo el futuro de la humanidad, durante su memorable 
entrevista con el orientalista Edward G. Browne, "estas guerras devastadoras 
pasarán, y la 'Más Grande Paz' vendrá. ...Estas luchas, discordias y este 
derramamiento de sangre deben cesar, y todos los hombres deben ser como 
parientes, como una sola familia." ..."Todas las naciones y tribus", asimismo ha 
escrito 'Abdu'l-Bahá, "llegarán a ser una sola nación. Se eliminará el 
antagonismo religioso y sectario, la hostilidad de razas y pueblos y las 
diferencias entre las naciones. Todos los hombres se adherirán a una sola 
religión, tendrán una sola fe común, se transformarán en una sola raza y 
llegarán a ser un solo pueblo. Todos habitarán en una patria común que es el 
planeta mismo".
Lo que presenciamos en la actualidad, durante "esta gravísima crisis en la 
historia de la civilización" que recuerda los tiempos en que "han perecido y han 
nacido las religiones" es la etapa de adolescencia en la lenta y dolorosa 
evolución de la humanidad, antes de llegar a la edad adulta, la etapa de 
madurez, cuya promesa está contenida en las enseñanzas de Bahá'u'lláh y 
encerrada en sus profecías. El tumulto de esta edad de transición es 
característico de la impetuosidad y de los instintos irracionales de la juventud, 
sus desatinos, su prodigalidad, su orgullo, la confianza en sí misma, la 
rebeldía y el desprecio a la disciplina.
Han pasado para no volver nunca más las edades de niñez e infancia, en tanto 
que está por venir la Gran Edad, consumación de todas las edades, que debe 
anunciar la llegada de la manurez de toda la raza humana. Las convulsiones 
de este turbulentísimo período de transición en la historia de la humanidad son 
requisitos esenciales para la Edad de Edades, "el tiempo del fin", y señalan su 
inevitable advenimiento; época en la que la insensatez y el tumulto de luchas, 
que desde los albores de la historia han denigrado los anales de la 
humanidad, hanrán sido finalmente transmutados en la sabiduría y la 
tranquilidad de una paz imperturbable, universal y duradera, en la que la 
discordia y separación de los hijos de los hombres habrán cedido paso a la 
reconciliación global y a la unificación total de los diferentes elementos que 
constituyen la sociedad humana.
Esta será, en verdad, la digna culminación del proceso de integración, el que 
partiendo de la familia, la unidad más pequeña en la escala de la organización 
humana, y que habiendo luego creado la tribu, la ciudad-estado y la nación, 
debe continuar actuando hasta terminar en la unificación de todo el mundo; 
objetivo final y suprema gloria de la evolución humana en este planeta. Esta es 
la etapa a la que, quiéralo o no, se está aproximando la humanidad 
irresistiblemente. En esta etapa, esta vasta, esta fiera ordalía que la 
humanidad está experimentando, está allanando misteriosamente el camino. 
Con esta etapa están indisolublemente unidos el destino y el propósito de la 
Fe de Bahá'u'lláh. Estas energías creadoras que su Revelación liberó... a toda 
la humanidad, le ha infundido la capacidad de alcanzar esta etapa final en su 
evolución orgánica y colectiva. La consumación de este proceso será para 
siempre asociada con la Edad de Oro de su Dispensación. La estructura de su 
Nuevo Orden Mundial, que crece en el seno de las instituciones 
administrativas que Él mismo ha creado, servirá como modelo y cómo núcleo 
de esa mancomunidad mundial que es el seguro e inevitable destino de los 
pueblos y naciones de la tierra.
Así como la evolución orgánica de la humanida ha sido lenta y gradual, 
comprendiendo sucesivamente la unificación de la familia, la tribru, la ciudad-
estado y la nación, también ha sido lenta y progresiva la luz conferida por la 
Revelación de Dios, en diversas etapas de la evolución de la religión, y 
reflejada en las sucesivas Dispensaciones del pasado. De hecho, en cada 
época, la medida de la Revelación Divina ha sido adaptada 
correspondientemente al grado de progreso social alcanzado en tal época por 
una humanidad en constante evolución.
"Ha sido decretado por Nosotros", explica Bahá'u'lláh, "que la Palabra de Dios, 
y todas sus potencialidades, sea manifestada a los hombres en riguros 
consonancia con las condiciones que han sido preordenadas por Aquel, quien 
es el Omnisciente, el Sapientísimo. ...Si se permitiera a la Palabra liberar 
bruscamente todas las energías latentes dentro de ella, ningún  hombre podría 
soportar el peso de tal Revelación". "Todas las cosas creadas", ha afirmado 
'Abdu'l-Bahá, aclarando esta verdad, "tienen su grado o etapa de madurez. El 
período de madurez en la vida de un árbol es la etapa en que produce su fruto. 
...El animal llega a la etapa de pleno crecimiento y perfección, y en el reino 
humano el hombre alcanza su madurez cuando la luz de su inteligencia llega a 
su máximo poder y desarrollo. ...De igual manera, hay períodos y etapas en la 
vida colectiva de la humanidad. En cierta época pasó por su etapa de niñez, 
en otra por su período de adolescencia; pero ahora ha entrado en su fase de 
madurez, predicha hace mucho tiempo, y cuyas pruebas están manifiestas en 
todas partes. ...Lo que era aplicable a las necesidades humanas durante la 
primera época de la raza, no puede satisfacer ni llenar las exigencias de este 
día, este período de novedad y consumación. La humanidad ha salido de su 
anterior estado de limitación y formación preliminar. El hombre debe ahora 
imbuirse de nuevas virtudes y poderes, nuevos valores morales, nuevas 
facultades. Le esperan y descienden ya sobre él nuevos favores, perfectas 
dádivas. Los dones y beneficios del período de la juventud, aunque oportunos 
y suficientes durante la adolescencia de la humanidad, son ahora incapaces 
de satisfacer los requerimientos de su madurez."...26
Esta es la etapa a la que ahora se aproxima el mundo, etapa de la unidad 
mundial, la cual según nos asegura 'Abdu'l-Bahá, será finalmente establecida 
en este siglo. "La Lengua de Grandeza", Bahá'u'lláh mismo afirma, "ha 
proclamado... en el Día de su Manifestación: 'Que no se enorgullezca aquel 
que ama a su país, sino aquel que ama al mundo?". "Mediante el poder", 
añade, "liberado por estas exaltadas palabras, Él ha dado un nuevo impulso y 
fijado una nueva dirección al ave del corazón humano, borrando toda huella de 
restricción y limitación del Santo Libro de Dios".
Sin embargo, es necesaria una palabra de advertencia a este respecto. El 
amor al propio país, inculcado y enfatizado por la enseñanza del Islám como 
"elemento de la Fe de Dios", no es condenado ni es desmerecido por esta 
declaración, este toque de trompeta de Bahá'u'lláh. No debiera, y de hecho no 
puede, ser interpretado como rechazo a un sano e inteligente patriotismo, ni 
considerarse a la luz de una censura pronunciada contra éste, ni tampoco 
busca socavar la lealtad y apego de ningún individuo hacia su país, ni está en 
pugna con las legítimas aspiraciones, deberes y derechos de ningún estado o 
nación en particular. Lo que da a entender y proclama es solamente la 
insuficiencia del patriotismo, a la vista de los cambios fundamentales 
efectuados en la vida económica de la sociedad y la interdependencia de las 
naciones, y como consecuencia de la contracción del mundo, consecuencia de 
la revolución de los medios de transporte y comunicación; condiciones que no 
existían, ni podían existir, en los días de Jesucristo o de Mu¥ammad. Exige 
una lealtad más amplia, que no debiera estar, y de hecho no está, enconflicto 
con lealtades menores. Infunde un amor que en vista de su alcance debe 
incluir, y no excluir, el amor al propio país. Mediante esa lealtad que inspira y 
ese amor que inculca, echa los únicos cimientos sobre los cuales puede 
prosperar el concepto de ciudadanía mundial y puede descansar la estructura 
de la unificación del mundo. Sin embargo, insiste en que se subordinen las 
consideraciones nacionales e intereses particulares a las imperativas y 
supremas exigencias de la humanidad como un todo, por cuanto en un mundo 
de pueblos y naciones interdependientes, se favorece mejor a la parte 
favoreciendo al todo.
El mundo se está moviendo, realmente, hacia su destino. La interdependencia 
de los pueblos y naciones de la tierra es ya un hecho consumado, a pesar de 
lo que digan o hagan los jefes de las fuerzas que dividen al mundo. Su unidad 
en la esfera económica es ahora entendida y reconocida. El bienestar de una 
parte significa el bienestar del todo, y la miseria de una parte trae la miseria 
del todo. La Revelación de Bahá'u'lláh, en sus propias palabras, ha "dado un 
nuevo impulso y fijado una nueva dirección" a este vasto proceso que opera 
ahora en el mundo. Las llamas encendidas por esta gran rpueba aflictiva son 
consecuencia de que los hombres no la hayan reconocido. Por otra parte, 
están apresurando su plena realización. Una adversidad prolongada, mundial, 
desconsoladora, unida al caos y la destrucción universal, debe 
necesariamente convulsionar a las naciones, remover la conciencia del mundo, 
desolusionar a las masas, producir un cambio radical en la concepción misma 
de la sociedad y refundir, por último, los desarticulados y sangrantes miembros 
de la humanidad en un solo cuerpo, único, orgánicamente unido e indivisible.
Al carácter general, las implicaciones y rasgos distintivos de esa 
mancomunidad mundial, destinada a surgir, tarde o temprano, de la matanza, 
angustia y devastación de esta gran convulsión mundial, ya me he referido en 
mis comunicaciones anteriores. Baste decir que esta consumación será por su 
misma naturaleza un proceso gradual, y debe, como Bahá'u'lláh mismo lo ha 
previsto, conducir primero al establecimiento de la Paz Menor que han de 
instaurar por sí mismas las naciones de la tierra, las cuales se hallan aún 
inconscientes de su Revelación y, sin saberlo, están poniendo en vigor los 
principios generales que Él ha enunciado. Este trascendental e histórico paso, 
que implica la reconstrucción de la humanidad como resultado del 
reconocimiento universal de su unicidad e integridad, traerá consigo la 
espiritualización de las masas, como consecuencia de la confesión del 
carácter y el reconocimiento de los derechos de la Fe de Bahá'u'lláh, condición 
esencial para esa fusión final de todas las razas, credos, clases y naciones, 
que debe señalar la aparición de su Nuevo Orden Mundial.
Entonces será proclamada y celebrada la llegada a la madurez de toda la raza 
humana, por todos los pueblos y naciones de la tierra. Entontes será 
enarbolado el estandarte de la Más Grande Paz. Entonces será reconocida, 
aclamada y establecida firmemente la soberanía mundial de Bahá'u'lláh, el 
fundador del Reino del Padre, anunciado por el Hijo y predicho por los 
Profetas de Dios, antes y después de Él. Entonces nacerá, florecerá y se 
perpetuará una civilización con una plenitud de vida tal, como el mundo jamás 
ha visto ni puede todavía concebir. Entonces se cumplirá plenamente el 
Convenio Sempiterno. Entonces se verificará la promesa encerrado en todos 
los libros de Dios, y acontecerán todas  las profecías anunciadas por los 
Profetas de antaño, y se realizarán los sueños de los vientes y poetas. 
Entonces el planeta, vivificado por la fe universal de sus habitantes en un solo 
Dios y su lealtad a  una Revelación común, reflejará, dentro de las limitaciones 
que le han sido impuestas, la resplandeciente gloria de la soberanía de 
Bahá'u'lláh, brillando en la plenitud de su esplendor en el Paraíso de Abhá, y 
será hecho el escabel de su Trono en las alturas, y aclamado como el cielo 
terrenal, capaz de cumplir el inefable destino que, desde tiempo inmemorial, le 
ha sido señalado por el amor y sabiduría de su Creador.
No intentamos nosotros, débiles mortales como somos, en tan crítico momento 
de la larga y accidentada historia de la humanidad, llegar a una comprensión 
precisa y satisfactoria d elos pasos que deben sucesivamente conducir a una 
humanida ensangrentada, miserablemente inconsciente de su Dios e 
indiferente hacia Bahá'u'lláh, de su calvario a su resurrección. No dudemos 
nosotros, testigos vivientes de la avasalladora potencia de su Fe, en ningún 
momento, ni por muy tenebrosa que sea la miseria que envuelve al mundo, de 
la capacidad de Bahá'u'lláh para forjar con el martillo de su Voluntad y 
mediante el fuego de la tribulación, en el yunque de esta época de dolor y en 
la forma que su mente ha previsto, los fragmentos dispersos y mutuamente 
destructivos de un mundo perverso, transformándolos en una sola unidad, 
sólida e indivisible, capaz de ejecutar su designio para los hijos de los 
hombres.
Es más bien nuestro deber, por muy confuso que sea el panorama, por muy 
sombría que sea la perspectiva actual, por muy escasos que sean los recursos 
de que disponemos, trabajar serena, confiada e incansablemente para prestar 
nuestra ayuda, de la manera que nos permitan las circunstancias, a la acción 
de las fuerzas que, guiadas y dirigidas por Bahá'u'lláh, están conduciendo a la 
humanida desde el valle de la miseria y la vergüenza a las más sublimes 
alturas del poder y la gloria.27
NOTAS
1.- La introducción está formada por extractos de la declaración preparada por 
Shoghi Effendi en julio de 1947 para el Comité Especial para Palestina, de la 
Organización de las Naciones Unidas.
2.- El Día Prometido ha Llegado, págs. 1-8.
3.- Idem., págs. 72-73.
4.- Idem., págs. 111-112.
5.- El Desenvolvimiento de la Civilización Mundial, pág. 37.
6.- Idem., págs. 41-44.
7.- El Día Prometido ha Llegado, págs. 163-165.
8.- Idem., pág. 168.
9.- The World Order of Bahá'u'lláh (Further Considerations), pág. 25
10.- La Dispensación de Bahá'u'lláh, pág. 16.
11.- Dios Pasa, XVII-XVIII
12.- El Día Prometido ha Llegado, págs. 176-177.
13.- Éste capítulo está tomado en su totalidad de La Meta de un Nuevo Orden 
Mundial, págs. 11-31.
14.- The World Order of Bahá'u'lláh (Further Considerations), pág. 19.
15.- La Dispensación de Bahá'u'lláh, págs. 8-9.
16.- Idem., págs. 81-83.
17.- Idem., págs. 83-86.
18.- El Desenvolvimiento de la Civilización Mundial, págs. 1-2.
19.- Idem., págs. 3-5.
20.- Idem., págs. 10-11.
21.- Idem., pág. 12.
22.- Idem., págs. 13-14.
23.- Idem., pág. 15.
24.- Idem., págs. 67-71.
25.- Messages to the Bahá'í World - 1950/57, págs. 102-103.
26.- El Día Prometido ha Llegado, págs. 177-181.
27.- Idem, págs. 185-190.
(a) Escrito en marzo de 1941.
(b) Escrito en 1944.
(c) Escrito en 1931.
(d) Escrito en 1931, se refiere a la Primera Guerra Mundial.
(e) Ahora sería más de un siglo; la Tabla a la Reina Victoria se escribió 
alrededor de 1870.
(f) Actualmente más de cien años.
(g) Escrito en 1936, desde entonces el número se ha elevado a 335, 
incluyendo 159 estados independientes y 183 territorios.